Resulta curioso que la primera incursión de Nicolas Cage en el vampirismo (Besos de Vampiro en 1988) sea recordada por el momento en el que el actor se comió una cucaracha de verdad y que la segunda, 35 años más tarde, sea sobre el esbirro de un vampiro que come bichos. Lástima que, en este caso, Cage ha preferido optar por el papel (más jugoso, todo hay que decirlo) del conde transilvano por antonomasia. En cualquier caso, aunque el suyo sea un secundario de lujo en la cinta, no podemos negar que Renfield es una cinta que encaja ala perfección con la sensibilidad del actor y que tiene no pocos puntos en común con sus películas más recientes, especialmente con esa autoparodia que era El Insoportable Peso de un Talento Descomunal con su maravillosa cita a Tod Browning.

WALKING CHICKEN DEAD VAMPIRE

En la película hay una confluencia creativa también bastante curiosa. En el guion tenemos a Robert Kirkman, creador de The Walking Dead, acompañado en la escritura por Ryan Ridley, guionista de la serie Rick y Morty; mientras que la cinta está dirigida por Chris McKay, director y productor de la serie Chicken Robot y vinculado como director y/o productor con varias de la películas de Lego. No es de extrañar, por lo tanto, que la película parta con un conocimiento de base con respecto a la figura de Drácula en el cine, sino que además toda la parte de comedia esté contemplada a modo postmoderno, con grandes dosis de ironía y autorreferencialidad más o menos explícita. No se trata de un acercamiento ortodoxo a la figura y el legado de Drácula, sino una relectura cómica, gamberra y bruta del personaje y sus circunstancias.

Renfield, de Chris McKay. (c) Universal Pictures
Renfield, de Chris McKay. (c) Universal Pictures

SIGUE SIN BEBER VINO

La comedia en la película se sustenta en tres pilares fundamentales. El primero es una parodia de las terapias de grupo y los ambientes laborales tóxicos que tanto discurso han recurrente hoy en día; por otro lado, los guiños y referencias a las películas de vampiros y muy especialmente al Drácula de Tod Browning de 1931 protagonizado por Bela Lugosi; y, por último, al thriller policíaco, con esa subtrama de narcotraficantes y el personaje de la policía interpretada por Awkwafina (lo más inverosímil en esta historia de vampiros milenarios y gente que consigue superpoderes comiendo insectos). Los curioso es que, pese a la mala baba y el chascarrillo constante, estos tres elementos están tratados con respeto referencial y bien documentado.

MONSTRUOS, REUNÍOS

Renfield se convierte así en una comedia de acción sobrenatural, lo que da pie a muchas escenas desbordantes de excesos, acción y un despliegue visual extravagante y juguetón. Aunque nada disimulados, los efectos digitales ayudan a potenciar el dinamismo de la acción y el uso grotesco del gore a lo largo de la película, que, en este caso, más que una finalidad aterradora, busca generar la carcajada ente el público. Es verdad que se aprecia la modestia de la producción, pero en lugar de restar, lo basto de algunos de los baños de sangre de la película lo que hacen es aumentar el absurdo y, por lo tanto, la comicidad de las escenas.

Renfield, de Chris McKay. (c) Universal Pictures
Renfield, de Chris McKay. (c) Universal Pictures

ENTRE LIBREMENTE POR SU PROPIA VOLUNTAD Y DEJE PARTE DE LA FELICIDAD QUE TRAE

Pese a todo, hay que decir que, pese a los loables esfuerzos de Nicholas Hoult como protagonista o el interés de Chris McKay por ofrecer una película cuidada, moderna, divertida e inteligente, el gran valor de la película es Nicolas Cage y su interpretación del Conde Drácula. Se percibe que el actor está disfrutando de esta oportunidad y cada una de sus apariciones hace que la película crezca y adquiera más importancia. El histrionismo marca de la casa aquí está plenamente justificado y hasta esperado, dosificado en pequeñas dosis en las primeras escenas de la peli, pero desbocado en todo el clímax final.

POSTMODERNIDAD MUSICAL

Ese espíritu posmoderno de la película influye también en la música. Por un lado, la cinta cuenta con varias referencias musicales o introducción de temas preexistentes bien afinados, pero, además, la partitura original de Marco Beltrami juega a oscilar entre el guiño clasicista a la vertiente más electrónica y roquera. Encajando como un guante en la película y potenciando tanto la comedia como el perfil más oscuro y siniestro de la atmósfera.

ESTACADA FINAL

A la película se le ven las costuras, especialmente en un montaje que evidencia tijeretazos y cambios de última hora (imperdonable haber eliminado la escena de baile de Renfield). Quizás una mayor presupuesto podría haber ayudado a limar asperezas de la película, pero también, casi seguro, se hubiese interpuesto en algunas de las mayores virtudes de la película, como Cage o su desvergonzado humor escatológico y truculento.

Al final, Renfield es una película pequeña, modesta, con ambiciones, pero consciente de sus limitaciones y de sus fortalezas. Esto la convierte en un buen entretenimiento, inteligente y dinámico.

Póster teaser Renfield. (c) Universal Pictures
Póster teaser Renfield. (c) Universal Pictures