“Quimera. 2. f. Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero,
no siéndolo.”
Diccionario de la Real Academia Española

Uno de los grandes desafíos del ser humano siempre ha sido saber discernir lo real de lo imaginado. Puede parecer una perogrullada, pero si nos ponemos a pensar la cantidad de veces que hemos dado por verídico cosas (situaciones, conversaciones) que simplemente hemos imaginado, nos daríamos cuenta de que, en realidad, lo tenemos más sistematizado de los que parece. Lo quimérico, por quijotesco que suene, forma parte de nuestra realidad y de nuestra comprensión del entorno.

REALIDADES PERMEABLES

No mires a los Ojos parte de la novela Desde la Sombra de Juan José Millás, donde el escritor valenciano juega con las diferentes capas de la percepción de la realidad, volviéndolas permeables en la mente de su protagonista.

El director Félix Viscarret toma este elemento como uno de los pilares fundamentales de su puesta en escena. Uno de los máximos desafíos de la película para el espectador es dilucidar qué es fantasía y qué es realidad, incluso, en última instancia, si algo de lo que vemos en la pantalla es real o todo es una perturbación de la mente del protagonista. Para ello, Damián (un espléndido Paco León, extraordinario fuera de su zona de confort) debe caminar entre dimensiones (realidad, recuerdo, quimera) de manera fluida; de igual manera que se desplaza por esa casa ajena como un fantasma, casi fuera de cualquier percepción por los sentidos de los habitantes de la vivienda.

ESTOICISMO

Salvo algún apunte biográfico que el propio Damián nos cuenta, conocemos muy poco de la vida del protagonista antes de entrar en el armario que le llevará a la casa donde se desarrolla toda la historia. Sin embargo, tampoco hay mucho más que podamos conocer de él posteriormente. El Damián fantasmagórico que deambula por la casa y friega la loza se convierte en una figura estoica, que asume su nueva realidad según le llega y que rápidamente pierde cualquier ambición de huir de su nuevo hogar detrás del armario. De hecho, las únicas decisiones activas que toma no son para escapar, sino ante aquellas situaciones que pueden ser una amenaza para su nuevo status quo.

OBSESIÓN

Hay otros tres personajes fundamentales en la trama, el matrimonio que se abada de mudar a la casa y su hija. Desde la perspectiva del protagonista fantasmagórico, estos personajes se convierten prácticamente en sombras, de cuyas vidas él es testigo oculto, pero sin que la trama profundice demasiado en su psicología. Son más bien perfiles voluntariamente planos ya que la imagen que el espectador se crea de ellos es a partir de los retazos que Damián va uniendo. Sólo Lucía (Leonor Watling) adquiere más peso, convirtiéndose en otra de las incógnitas y ambigüedades del relato, hasta qué punto ella es consciente de que hay alguien oculto en su casa. Ese no-romance entre Damián y Lucía se convierte en el único motor que da cierta justificación a la trama, pero es tan endeble que nos hace pensar hasta qué punto el personaje necesita de algo que justifique su comportamiento o, por el contrario, si no será todo una quimera del protagonista.

ENTREVISTA

Frente a la realidad de la casa, existe otra dimensión, un plató de televisión donde se nos presenta al protagonista en medio de una entrevista televisiva. Aquí entramos en el terreno de la metaficción. El juego que se hace con la dinámica del programa, el público en las gradas, las falsas risas y aplausos, el perfil pérfido y mordaz del periodista interpretado por Juan Diego Botto (que borda su interpretación cínica, hipócrita, descreída y artificiosa), el cameo de Iñaki Gabilondo, puede tener una justificación narrativa, ya que es un recurso para sonsacar al protagonista información fundamental para nosotros, los espectadores; sin embargo, se acaba convirtiendo en una pantomima más y refuerza la teoría de que Damián no es un narrador fiable.

MAPA EMOCIONAL

Viscarret rueda la película con elegancia, manejando los espacios con virtuosismos, las diferentes capas de realidad con inteligencia y ofreciendo al espectador un atractivo estético solemne, de ritmo pausado (estoico), pero cargado de lecturas. La fotografía de Álvaro Gutiérrez, el montaje de Victoria Lammers o la música de Mikel Salas potencian ese sentido de ambigüedad con respecto a lo que estamos viendo y dónde reside los auténtico y dónde lo quimérico. Entre todos componen un discurso narrativo que se construye a partir del silenciado mapa emocional del protagonista.

IDENTIDAD

No mires a los Ojos puede parecer que tiene empaque de cine comercial, con esa apariencia de thriller dramático y la presencia de Paco León; sin embargo, se trata de una película mucho más compleja y ambigua de lo que se espera de un entretenimiento de género al uso. Félix Viscarret alcanza aquí su película más ambiciosa y mejor resuelta, pese a los desafíos que planteaba la novela de Juan José Millás y nos demuestra de que hay mucho Paco León más allá de la comedia.