A la hora de llevar a la gran pantalla un material que ya cuenta con un fenómeno de culto detrás siempre está el desafío de saber encontrar el equilibrio entre los guiños enviados a los fans y el conseguir que la película tenga autonomía por si misma, especialmente de cara a los que llegan a ella sin conocimiento previo de la materia. De cargar mucho las tintas en el primer componente, se impide que nuevo público conecte con la historia; en el caso contario, los fans pueden salir de la sala decepcionados por la desaparición de elementos clave a la hora de marcar la fidelidad con el material de partida.

Es un combate difícil, porque la primera parte resulta tremendamente golosa, mientras que la segunda requiere un mayor esfuerzo. Cuando se presentó por primera vez en 1992 venía a convertirse en la alternativa al exitoso Street Fighter, introduciendo un mayor índice de violencia y gore en los combates. En sus adaptaciones posteriores en cine y televisión, éste último componente se había ido suavizando notablemente para acceder a público mucho más joven. La apuesta de este nuevo reboot cinematográfico venía por la recuperación de su carácter más adulto, prometiendo altas dosis de sangre y violencia explícita.

No nos vamos a quejar por esto y es cierto que en la película no se andan con chiquitas a la hora de mostrar todo tipo de desmembramientos y descuartizamientos. Se ha buscado un equilibrio entre el diseño clásico de los personajes y su vestuario en el videojuego y su actualización en un entorno que pretende ser más realista.

A nivel argumental, la película no extiende mucho más la propuesta del juego: un conjunto de luchadores ha sido escogidos para participar en Mortal Kombat y defender así nuestro planeta de las ambiciones invasoras de las razas de otros reinos paralelos. Es cierto que la trama se podría haber trabajado más, pero tampoco vamos a ponernos exigentes por ahí.

En su debut como director, Simon McQuoid consigue una puesta en escena competente, donde evidentemente las secuencias de peleas tienen el mayor protagonismo, así como la multiplicidad de escenarios para los combates.

La película está plagada de guiños visuales, citas, huevos de pascua dirigidos a los fans, algo que no impide que el espectador inexperto conecte con la historia, pero que enriquece el visionado a los seguidores más ilustrados. Desgraciadamente, la cinta cojea de manera importante en el principal hándicap de este tipo de películas.

Se ha buscado un reparto de actores que se asemejen físicamente a los personajes y que estén en buena forma física para las secuencias de acción, desgraciadamente el listón interpretativo está muy bajo y los protagonistas principales carecen por completo de carisma en pantalla como para que el espectador pueda empatizar con ellos.

Tras un prólogo excelente, que plantea de manera espléndida el conflicto emocional, además de contar con un actor de peso y presencia como Hiroyuki Sanada, el resto de la película palidece en comparación y naufraga a la hora de llevar a la película más allá de la réplica a los componentes del juego. Al menos, la película resultará disfrutable para los seguidores de la versión en consolas.