En 2018, Jurassic World. El Reino Caído cerraba con un epílogo en el que por fin veíamos desplegarse aquello que veníamos reclamando ver desde 1993, la liberación de los dinosaurios fuera de parques, islas o recintos. Esa era la película que debía presentarnos Jurassic World. Dominion, una ambiciosa trama de supervivencia y confrontación entre seres humanos y dinosaurios. Desde ya le decimos que esa no es la película que ha resultado ser este cierre de trilogía, aunque en algunos momentos se disfrace de ella.

CUANDO LOS DINOSAURIOS POBLABAN LA TIERRA

Cuando publicó la novela en 1990, Michael Crichton revisitó el concepto del Mad Doctor y la necesidad de jugar a ser Dios de la ciencia, establecida ya en el Frankenstein de Mary Shelley. A eso le añadió una lectura corporativista que, en posteriores secuelas, ha ido creciendo, estableciendo siempre que el verdadero mal es el egoísmo de las grandes corporaciones, dispuestas a arriesgar la extinción de la raza humana en favor de su balance de dividendos.

Esta sexta aventura de Parque Jurásico se transmuta así en una especie de entrega de Misión Imposible con dinosaurios, donde, bajo el mcguffin de evitar la propagación de una agresiva especie de langostas modificadas genéticamente, lo que tenemos en esencia es una historia de espionaje y acción.

Como en el cine zombi creado por George A. Romero, aquí los dinosaurios no son los protagonistas. Las escenas con dinosaurios son tan tangenciales que si las eliminamos del montaje el resultado final de la trama principal viene a ser el mismo. A nivel de bestiario, ampliamos el catálogo de especies de dinosaurios que aparecen, aunque una vez más el rey de la función es el Tiranosaurios Rex y su confrontación con giganotosaurus. De nuevo son elementos que actúa de telón de fondo, detonantes de la historia y fuente de ambición de pasiones más humanas. Eso sí, la combinación de efectos prácticos con efectos digitales es ejemplar y tenemos un magnífico despliegue de criaturas en pantalla.

CLONANDO LA ESENCIA

Colin Trevorrow, director de Jurassic World y encargado de este punto y aparte de la franquicia, ha recogido los elementos clave de la saga, ha recuperado a los protagonistas originales, los ha cruzado con la nueva hornada, ha rescatado cada pieza de nostalgia que ha podido y ha construido una pieza pensada para agradar al fan de la saga, sin salirse de los márgenes marcados con anterioridad. Como en las cintas anteriores, el resultado es un tanto irregular, aunque eso no quita que podamos encontrar algunas secuencias notables y hasta fantásticamente construidas.

Desde guion, la idea de hacer confluir poco a poco a las dos facciones de protagonistas, que parten de motivaciones distintas, está bien escalonada en la obra y la participación de Laura Dern, Sam Neill y Jeff Goldblum tiene bastante peso en la trama. Eso sí, para dar fluidez a la narración, las entradas y salidas de los protagonistas de un centro de alta seguridad resultan pasmosamente sencillas.

Existe algo que desgraciadamente ha venido arrastrando desde hace tiempo la franquicia y es la alarmante falta de sensación de peligro hacia los protagonistas. Hay escenas de acción frenética y de tensión, sí, pero, como espectadores, en ningún momento sentimos que alguno de ellos pueda caer por el camino.

Michael Giacchino repite como el responsable de la música de esta tercera entrega. El compositor ha logrado completar musicalmente la trilogía (algo que John Williams no hizo con la anterior), sin embargo, no podemos apreciar una cohesión entre las tres películas, sino tres partituras independientes. Sí encontramos en los tramos de acción un estilo más cercano a aquellas partituras compuestas por Giacchino para la franquicia de Misión Imposible, lo que refuerza esa parecido de esta película con las aventuras de Ethan Hunt fraguadas por el binomio Cruise/ Abrams.

EL MUNDO PERDIDO

Jurassic World. Dominion es una película que entretiene, tiene buena factura técnica y ofrece al espectador suficiente fan service como para saciar sus sed de nostalgia.

Desgraciadamente, no aporta nada nuevo con respecto a sus anteriores entregas, cerrando de manera insípida una trilogía que ya desde su punto de partida resultaba reiterativa.