Nuevo mesías del cine para algunos, bluff para otros, la carrera de M. Night Shyamalan no deja indiferentes y, desde luego, ha contado con más giros inesperados que sus propias tramas.

Como a muchos artistas a los que el éxito les llega de manera masiva y súbita, el triunfo de El Sexto Sentido fue para el cineasta de Filadelfia tanto una bendición como una maldición. Esta película creó un modelo de cine, largamente imitado por otros directores y al que el propio Shyamalan ha tenido que hacer frente. El suyo es un cine que conjuga lo intimista con conceptos ambiciosos, lo cotidiano con lo fantástico, lo familiar con lo individual, lo comercial con lo autoral. En la búsqueda de ese equilibrio, los resultados han sido desiguales, con una filmografía que ha ido oscilando del éxito al fracaso, pero siempre dominada por la sombra de su primer gran taquillazo.

CONSTRUYENDO SU PROPIO CAMINO

Los primeros 15 años del siglo XXI presenciaron el ascenso y caída de un cineasta. Aupado como el nuevo revolucionador del cine, poco a poco, M. Night Shyamalan fue descubriendo que es difícil estar a la altura de las altas expectativas del público y que el juego de Hollywood puede ser tóxico.

En los últimos tiempos, y después de los fracasos de Airbender, el Último Guerrero y After Earth, sus dos apuestas a priori más abiertamente comerciales, Shyamalan ha preferido regresar a un terreno con mayores cuotas de independencia, aunque ello suponga menos presupuesto y tener que avalarlo de su propio bolsillo. Llaman a la Puerta se engloba dentro de esta nueva etapa y, desde luego, se trata de una película que no puede (ni lo pretende) esconder las señas de identidad de su director.

Llaman a la puerta, de M. Night Shyamalan.
Llaman a la puerta, de M. Night Shyamalan.

CABAÑA AJENA

Resulta llamativo que la película nos resulte tan abiertamente identificable con los temas recurrentes del cineasta, cuando se trata de uno de los pocos trabajos de su filmografía que no parte de un guion original. Previamente había sucedido con Airbender, el Último Guerrero, After Earth (precisamente sus dos trabajos menos notables) y con su anterior título, Tiempo.

La película es una adaptación de La Cabaña del Fin del Mundo, tercera novela de Paul Tremblay, un escritor que entró en el radar de muchos lectores después de que Stephen King alabara su novela Una Cabeza Llena de Fantasmas.

SELLO DE AUTOR

En la película encontramos múltiples elementos que parecen hacer guiños a películas previas de Shyamalan, salvo por el hecho de estar presentes en la novela original. Que al trama se desarrolle en un único espacio, con una amenaza que llega desde el exterior, el carácter vínculo de los protagonistas, o la misma construcción del suspense y de la tensión dramática nos recuerdan a Señales.

La localización en plena naturaleza y el componente apocalíptico nos retrotrae a El Incidente. Tener una protagonista infantil que reacciona con inusitada madurez ante situaciones aterradoras y sobrenaturales nos lleva a El Sexto Sentido. Finalmente, el carácter alegórico que juega cada uno de los personajes lo podíamos encontrar también en La Joven del Agua. Está claro porqué Shyamalan ha querido adaptar esta historia y es evidente que en el proceso de adaptación ha enfatizado aquellos aspectos que le eran más cercanos para afianzar su propia identidad en la película.

LA CONSTRUCCIÓN DEL MIEDO

Olvídense de los giros inesperados made in Shyamalan. Personalmente, la trama de la película nos parece bien construida, pero totalmente previsible. A nivel de guion la cinta no está carente de elementos de interés y existen diferentes capas de lectura interesantes, pero no va a pasar nada que el espectador no pueda prever con bastante antelación, entre otras cosas, porque en esta ocasión, afortunadamente.

Shyamalan nos ahorra las explicaciones que socaban el misterio (y que suponía lo peor de su anterior película, Tiempo). El gran interés de la película radica en uno de los aspectos más atractivos del cine de Shyamalan, su puesta en escena y su habilidad para construir suspense y tensión en el espectador.

Llaman a la Puerta nos devuelve a un inventivo narrador audiovisual que usa la gramática del cine con gran belleza y habilidad. No es únicamente que sepa narrar con habilidad, sino que sabe dar a esa narración una mayor dimensión con un discurso propio, donde la ruptura de la cotidianidad, los lazos afectivos familiares o los traumas del pasado enriquecen el valor de la puesta en escena.

Llaman a la puerta, de M. Night Shyamalan.
Llaman a la puerta, de M. Night Shyamalan.

LOS JINETES

Al igual que con la trama, el cine de Shyamalan apuesta por personajes que funcionen a varios niveles. Los protagonistas de Llaman a la Puerta vienen a sumarse a ese catálogo de personajes que Shyamalan trabaja desde el valor emocional, construyendo personajes con los que el espectador pueda empatizar y que les resulten cercanos. Aquí, una vez más, el gran acierto es partir de una realidad cotidiana, con sus luces y sus sombras, liderada por la pareja interpretada por Jonathan Groff y Ben Aldridge, junto con su hija Wen (una sorprendente Kristen Cui).

Sus vidas no tienen nada de extraordinario, con flashback que subrayan esa cotidianidad, y que como en El Sexto Sentido, El Protegido o Señales, jugarán un papel determinante, casi profético, en las decisiones que van a tomar los protagonistas. Los asaltantes, en esta ocasión, también pertenecen a la misma esfera. Pese a lo contundente del físico de Dave Batista, el suyo es un personaje que se esfuerza por dejar claro que no es un ser violento, sino que, como sus compañeros, es también víctima de un componente externo, sobrenatural, que es el que socaba la normalidad de su existencia.

Shyamalan demuestra una vez más su habilidad como director de actores con unos excelentes Jonathan Groff y Dave Batista, quien ofrece aquí su mejor interpretación hasta la fecha (también es verdad que esto tampoco era algo difícil de superar).

Llaman a la puerta, de M. Night Shyamalan.
Llaman a la puerta, de M. Night Shyamalan.

APOCALIPSIS

Llaman a la Puerta es un buen ejemplo de la etapa actual en la que se encuentra la carrera de Shyamalan, donde ha rebajado su nivel de ambición, pero se le nota más cómodo y con un mayor control de la historia que quiere contar. Lejos quedan sus trabajos más ambiciosos y logrados, pero se trata de una película de empaque compacto y solvente, coherente con la identidad fílmica del cine de su autor. Tal vez el problema radicaba en que nos empeñamos en que Shyamalan fuera lo que nosotros queríamos que fuera, y él, para bien y para mal, ha preferido hacer el tipo de películas que a él le interesaban.

Póster de Llaman a la puerta, de M. Night Shyamalan.
Póster de Llaman a la puerta, de M. Night Shyamalan.