Hay películas nacidas para generar perplejidad y extrañeza en el espectador. Es evidente que Lamb forma parte de este grupo de manera premeditada. Mientras otros títulos se debaten en el esfuerzo de ofrecer tramas asequibles y cercanas al público, siempre en favor de un mejor posicionamiento en taquilla, otras se atreven a enarbolar tramas absurdas, chocantes, imposibles con el fin de resultar atractivas, aunque sólo sea por el principio de extrañeza en la audiencia.

FUERA DEL REBAÑO

La película de Valdimar Jóhannsson ya parte de una trama, cuanto menos, peregrina. Un matrimonio, Maria (Noomi Rapace) e Ingvar (Hilmir Snær Guðnason), que vive aislado en el campo decide adoptar a Ada, una cría de oveja que ha nacido mitad humano, mitad ovino. Sin embargo, lo llamativo no es sólo el punto de partida en sí, sino que el cineasta integra este elemento fantástico en una trama costumbrista, casi un drama intimista, dejando poco espacio para la explicación. Hasta la aparición, también absurda y sin mayor justificación, del hermano de Ingvar, Pétur (Björn Hlynur Haraldsson), el sentido de extrañeza queda relegado al propio espectador. Será éste personaje el que en un principio asuma una mirada externa a la anomalía, aunque poco a poco vaya interiorizando este componente asombroso y asimilándolo como algo normal.

OVEJA NEGRA

Nos arriesgamos a hacer una lectura de la película que deriva del choque en nuestra cultura actual entre lo normativo y lo inclusivo. La presencia de Ada, inocente, frágil y silenciosa, podría valer como metáfora de cualquier colectivo minoritario (discapacitados, LGTBIQ+, inmigrantes), la dificultad de su integración en una sociedad normativa, el rechazo recibido por aquellos que los perciben como una otredad y la defensa de la inclusión por parte de lo que representan Maria e Ingvar.

Hay también un discurso sobre, principalmente, la maternidad. Al principio de la película, el matrimonio está acompañado por un sentimiento de pérdida, de ausencia, que vuelcan en la presencia de Ada. Aquí adquiere un mayor protagonismo el personaje de Maria, quien desarrolla un comportamiento tierno y cariñoso, pero también obsesivo y oscuro hacia la criatura y lo que le rodea.

De soslayo, de la misma manera que se habla de esa aceptación de la anomalía, se muestran otros aspectos tóxicos pero normalizados, como el acoso sexual, en la forma en la que Pétur se acerca a Maria y cómo ésta esquiva sus proposiciones como algo asumido y reiterado. Se percibe la incomodidad y lo violento de la situación, pero con una capa de cotidianidad.

EL BUEN PASTOR

Valdimar Jóhannsson ataja todas estas situaciones con una mirada austera, desapasionada, fría, distante, pero también pictórica. Todo lo que sucede, lo anómalo y lo cotidiano, recibe el mismo tratamiento narrativo y se prescinde de cualquier apartado explicativo. Sí existe una atmósfera cargada de pasado que determina el presente de los personajes, pero en ningún momento la trama ahonda en ese tiempo pretérito, dejando en manos del espectador la posibilidad de cubrir esas ausencias.

Lo que sí existe es una sensación constante de amenaza y peligro. Ya sea por la respuesta hacia lo anómalo, por lo violento de lo cotidiano o por la atmósfera natural de ese paraje aislado, sin ser una película de terror, la cinta logra mantener al público asfixiado y alerta.

En esto ayuda la espléndida fotografía de Eli Arenson, el subyugante diseño del sonido a cargo de Björn Viktorsson y la opresiva partitura musical de Þórarinn Guðnason, fundamentales para generar la angustiosa atmósfera continua que tiene la película.

En el apartado de efectos visuales, todo va dirigido principalmente a la creación de Ada, ese ser híbrido, donde el uso de elementos prácticos y la superposición digital nos hace verdaderamente creer que hay un ser con cabeza de oveja; sin embargo, lo cierto es que no hay abuso en ningún momento de esto y el director prefiere optar más por el uso de primeros planos, con un resultado muchísimo más expresivo.

LOBOS CON PIEL DE CORDERO

El apartado interpretativo queda limitado prácticamente a los tres actores principales, donde Noomi Rapace destaca especialmente, no sólo por la relevancia que adquiere su personaje, sino por el extraordinario trabajo interpretativo de la actriz, siempre contenido, pero capaz de transmitir todo su conflicto interior. Björn Hlynur Haraldsson, como antagonista y en ocasiones representante de la mirada extrañada del espectador, ofrece también un excelente trabajo, mientras que Hilmir Snær Guðnason, sin hacer una mala interpretación, queda un tanto relegado frente a sus dos compañeros, sobre todo por la menor relevancia de su personaje.

Lamb es, como decíamos al principio, una propuesta premeditadamente difícil, que busca mantener al espectador en un estado de extrañeza a lo largo de todo el metraje. Esto puede provocar estupor y desinterés para aquellos que no estén por la labor de seguir el juego. No es tampoco una película complaciente y prefiere dejar a su público en un estado de reflexión, no sólo sobre lo que ha visto y su significado, sino si lo que le han mostrado es una obra maestra o una extravagancia ridícula.