Crítica: BAJO LA ROSA. Un extraño llama a la puerta

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En el espacio íntimo y cerrado de una casa es dónde se desarrolla la acción de Bajo la Rosa, un largometraje realizado por el cineasta tinerfeño Josué Ramos, rodado en Madrid y protagonizado por Pedro Casablanc, Ramiro Blas, Elisabet Gelabert y Zack Gómez.

Relato moral en el que el director pone en jaque la normalidad y la rutina de una familia corriente y acomodada, la cinta opta más por el suspense de corte psicológico, donde todo gira en torno a la culpa y la redención. En un primer momento, da la impresión de que Ramos va a dirigir el tono hacia una línea truculenta, con un primer castigo explícitamente escenificado en pantalla; sin embargo, rápidamente, reconduce su puesta en escena para centrarse más en el peso moral y psicológico que estas pruebas suponen para los protagonistas al verse confrontados con aquello que han querido ocultar bajo la alfombra de la mentira y la autojustificación.

Bajo la Rosa es un ejemplo de cómo en ocasiones la limitación de medios puede suponer un estímulo para la creatividad y acabar resultando un beneficio para la propia película. Nos encontramos con un compacto trabajo interpretativo, donde destaca por méritos propios y por las características del papel Ramiro Blas, pero donde no podemos por ello menospreciar la excelente labor de Casablanc o Gelabert.

La puesta en escena de Ramos es sencilla, procurando ser invisible y cediendo el protagonismo a sus actores, pero muy inteligente al saber escoger qué mostrar y qué dejar fuera de plano.

Sin duda, películas como ésta son las que nos demuestran que la verdadera valía de una obra no está en lo costoso de su producción, sino en la habilidad de saber contar una historia.