La aventura supone básicamente salir de nuestra zona de confort, adentrarnos en un territorio desconocido, que puede ser inquietante, amenazador, arriesgado o simplemente inexplorado y enfrentarnos a ese lugar que puede esconder la maravilla o amenazas, pero que, hasta que no superemos ese frontera schrödingeriana, nunca podremos discernir. No tiene por qué venir vinculado con persecuciones o encontronazos violentos, eso es complementario, pero lo importante es, en nuestra opinión, es la emoción de adentrarse en un terreno novedoso para el protagonista. Tolkien lo supo expresar cuando sacó a Bilbo Baggins de su agujero en el suelo. Desgraciadamente, resulta descorazonador ver cómo el género de aventuras ha ido desapareciendo del panorama cinematográfico, fagocitado por el género de acción. A pesar de esto, aún encontramos algunos ejemplos que se “aventuran” por ese camino, definidos más por una cuestión nostálgica y referencial que por un impulso de renovar y revitalizar el género.
CANÍBALES CINEMATOGRÁFICOS
La Ciudad Perdida es un ejemplo de esto. Sobre la mesa tenemos lo que parece una revisión de aquella espléndida cinta de Robert Zemeckis de 1984, Tras el Corazón Verde, que a su vez nació como explotation del éxito de Indiana Jones (no por nada, Spielberg figuraba como productor). Con esa trama de una escritora de novelas románticas de aventuras que no sale de su casa, que es secuestrada para ayudar a un excéntrico millonario a encontrar un tesoro real y que inicia una rocambolesca huida por un territorio exótico acompañada por un atractivo coprotagonista de físico rotundo, no podemos más que ver una canibalización de elementos que van más allá de la mera casualidad u homenaje. Tal vez los creadores de la película pensaron que tras casi cuarenta años ya nadie se acordaría de aquella película que dio el pistoletazo de salida a una de las parejas más carismática y con más química del cine de los 80, Kathleen Turner y Michael Douglas (repitiendo más tarde en La Joya del Nilo y La Guerra de los Rose y reencontrándose recientemente en la serie El Método Kominsky).
TESOROS ESCONDIDOS
Afortunadamente, la película consigue trascender la falta de originalidad de su tratamiento de partida gracias a su desparpajo, su magnífico sentido de la comedia paródica y la excelente labor de los actores. Más dirigida la comedia que su referente, incluso limitando e incluso trasgrediendo al terreno de la parodia, la película saca valor de no tomarse en serio a sí misma y ser consciente de que ante todo se trata de un vehículo de lucimiento de su pareja protagonistas, Sandra Bullock y Channing Tatum.
Bullock recupera aquí el perfil cinematográfico que logró encumbrarla allá por los 90, ese prototipo de personaje sexy pero cercano, patoso y con dificultades para poner en orden sus emociones. Si bien en los últimos tiempos se ha decantado más por papeles dramático, aquí la actriz vuelve a demostrar por qué está considerada como una de las reinas de la comedia hollywoodiense, continuadora del legado de Meg Ryan y Julia Roberts. Sin embargo, manteniendo todo esto, el rey de la función es un divertidísimo Channing Tatum y su paródica representación de macho alfa, aquí reconvertido en modelo de espíritu zen, bajo cuyo contundente físico se revela una personalidad repleta de inseguridades y caricatura del buenísimo de la sociedad actual.
La corta, pero divertidísima participación de Brad Pitt es también uno de los elementos cómicos fundamentales de la película, demostrando en pantalla por qué en este siglo XXI el coprotagonista de la aventura no podía prorrogar precisamente el modelo de personaje, rudo e hipermasculinizado, encarnado por Michael Douglas en Tras el Corazón Verde.
Por último, Daniel Radcliffe continúa en su cruzada buscando papeles que le alejen de Harry Potter y aquí presenta un villano megalomaníaco, pero elegante y refinado con el que logra integrarse en ese tono paródico de la película, siendo en todo momento más pusilánime que amenazador.
SHERPAS DETRÁS DE LA CÁMARA
Por lo demás, la película presenta una puesta en escena dinámica, entretenida, que mantiene el ritmo necesario para la trama por parte de los hermanos Aaron y Adam Nee, pero sin ir más allá en sus ambiciones. Que nadie espere la narrativa de un Spielberg o un Zemeckis, porque es un estrato que los cineastas ni siquiera se plantean alcanzar, prefiriendo quedarse en territorios más modestos, a pesar de que la historia, bien llevada se podía prestar a una puesta en escena más contundente. Los hermanos Nee son conscientes de que la voz cantante la llevan aquí principalmente los actores y que su labor es allanarles el camino lo máximo posible para que exhiban sus habilidades humorísticas, cumpliendo fielmente la misión.
La Ciudad Perdida se salda así como una comedia intrascendente, sin mayor ambición que entretener, pero eso lo cumple a la perfección, ofreciéndote dos horas de evasión, olvidable, pero satisfactoria.