Hubo un tiempo en que la carrera de Alexandre Aja estaba llamada a marcar un punto de evolución dentro del cine fantástico. Alta Tensión fue uno de los títulos que definió en la primera década de este siglo el llamado Nouvelle Horreur Vague, variante extrema europea del torture porn que anidaba en Estados Unidos. Su remake de Las Colinas Tienen Ojos no sólo validó una corriente de nuevas versiones de clásicos de los 70, sino que se mantiene como una de las películas de terror de referencia del siglo XXI. A partir de ahí su huella empieza a diluirse y títulos como Reflejos, Piraña 3D o Cuernos carecen del impacto de sus dos obras anteriores. Infierno bajo el Agua, por hacer una analogía fácil, marca un nuevo descenso a los infiernos del cineasta.

Esta película intrascendente, absurda, repleta de escenas bochornosas, diálogos mal construidos, con personajes sin más entidad que servir de carne de cañón y otros para los que las consecuencias físicas de su enfrentamiento con los cocodrilos parecen desafiar toda lógica, sería un título sin entidad para levantar ni una sola frase crítica de no contar con Aja tras la cámara.

Es cierto que la construcción spielberiana del suspense, basada más en la insinuación y sin abusar del CGI se agradece, al igual que sus concesiones al gore, y que hay momentos en los que la película parece despertar (la escena en la gasolinera), pero rápidamente alguno de los personajes abre la boca (¡qué injusta ha sido la industria con un espléndido actor como Barry Pepper!) y suelta algún latiguillo de superación personal o unión familiar rancia que devuelve a la película a su posición de producto pobre y de consumo rápido.