En 1978, con la segunda entrega de su trilogía zombi, George A. Romero apuntó una idea poco explotada, y es que, tras el levantamiento de los muertos, algunas familias los acogieran de vuelta y los escondieran, cuidándolos como a aquel pariente que antes habitaba en ese cuerpo ahora putrefacto. Descansa en Paz parte también de esta idea.

Basada en la novela original de John Ajvide Lindqvist, la cinta nos presenta tres tramas paralelas, en las que los protagonistas se encuentran con la súbita situación del despertar de parientes fallecidos recientemente y que de nuevo acogen en el hogar, sin entender la nueva naturaleza del ser que han introducido en sus casas.

Como ya hiciera con su novela más popular, Déjame Entrar, Lindqvist hace una relectura del género en clave social y realista, aunque aceptando las características intrínsecas del componente fantástico.

En un caluroso día de verano en Oslo

Descansa en Paz no es un apocalipsis zombi como el que estamos acostumbrados a ver, especialmente en los últimos tiempos, en el cine o la televisión. Se trata más bien de una reflexión de cómo nuestra sociedad (o más concretamente, la noruega) asimila el tema de la pérdida, de la muerte. Incluso, podemos encontrar una conexión con el tema de la eutanasia, ya que los protagonistas son personas que se niegan a dejar morir a sus familiares, a pesar de que está claro que las personas que fueron ya no están y que no van a regresar, quedando sólo un cuerpo en degeneración.

La película nos presenta tres historias con tres perspectivas diferentes: la de una madre que ha perdido a su hijo, una mujer mayor que acaba de despedir a su pareja, y un padre y dos hijos que ven cómo la madre no supera un accidente automovilístico. Parca a nivel narrativo, la cinta deriva más hacía lo contemplativo, con un ritmo moroso, difícil de llevar para un espectador ajeno a esa sobriedad, emocionalmente fría, de las culturas del norte.

Pese a confluir estos tres relatos paralelos, lo cierto es que lo que la película narra es mínimo, depositando la mayor parte del metraje a ese retrato pormenorizado, de emoción contenida, pero donde elementos como el zumbido de una mosca resultan dolorosamente expresivos, incómodos o fúnebres.

Hermosa en su austeridad, es cierto que culturalmente sus personajes nos pueden parecer bastante ajenos y difíciles de empatizar en su comportamiento. Sin embargo, sí nos parece que la cinta consigue transitar por un territorio tan manido y desgastado últimamente, son caer en lugares comunes.