El nombre de Clive Barker entró de manera brutal e inesperada en el terreno literario del género de terror con la publicación de su recopilación de relatos cortos Libros de Sangre. Este conjunto de historias ofreció al lector una mirada totalmente imprevisible, no sólo en cuanto al tratamiento de las historias y los personajes, sino por lo sorprendente y original de la prosa.

Lo prohibido

De repente, Clive Barker se convirtió en sinónimo de un tipo de terror maduro, despiadado, con una fuerte carga mítica y un toque de depravación sexual que hacía que el resto de los autores que estaban escribiendo terror en aquella época parecieran más escritores pacatos y de tono juvenil (sí, incluyendo ESE en quien estás pensando). El quinto volumen de Libros de Sangre abría con Lo Prohibido, un relato acerca de la fascinación del ser humano por las historias truculentas y la creación de leyendas urbanas, que no aparecen en los periódicos, pero sí se transmiten de forma oral, sin que se tenga muy claro su origen o la autenticidad de lo narrado. Como es habitual en muchos relatos de Barker, de la extrañeza inicial el relato va evolucionado hacia un terreno que trasciende lo real y se transmuta en mítico, presentando en su clímax final a la figura icónica del Hombre de los Caramelos.

SÉ MI VÍCTIMA

A principios de los 90, el cineasta Bernard Rose, autor de títulos previos como La Casa de Papel o El Gángster y la Corista, queda fascinado con los relatos de Barker y escoge dos relatos de Libros de Sangre con intención de llevarlos a la gran pantalla, El Tren de Carne de Medianoche y Lo Prohibido, quedándose finalmente con el segundo.

Del relato original, Rose mantiene varios elementos, como la crítica social, el contraste entre los personajes del entorno académico y los inquilinos del barrio empobrecido, la creación de las leyendas urbanas y determinados fragmentos de la historia adaptados a una trama más elaborada que la del cuento original.

Entre los añadidos de Rose está el componente racial y un mayor desarrollo de la figura de Candyman como ser mítico (la invocación recitando cinco veces su nombre delante del espejo, el origen del personaje). He aquí la primera mutación.

Pese a los importantes cambios, resultó llamativo cómo Rose consiguió hacer una adaptación fiel a la esencia del relato y al mismo tiempo crear una obra con sello personal.

Si bien la película fue presentada en su momento como un nuevo slasher y al personaje de Candyman como una nueva variante de Freddy Krueger o Jason Voorhees, lo cierto es que nada más lejos del propósito de Rose y los resultados de la película, algo que sin duda afectó a la recepción que tuvo por parte del público.

La película de Rose se distingue de aquellas otras con las que se la quiso emparentar en varios aspectos. En primer lugar, el estético. Hay por parte del cineasta una importante apuesta por ofrecer una estética muy cuidada, definitoria de la película. Por otro lado, si bien la película no prescinde de la truculencia y el gore propio del cine de la época, también busca trascender la violencia explícita y darle un contexto mítico, reflexionando sobre el valor de la figura de Candyman y dándole a través de la interpretación de Tony Todd un valor distintivo.

Con Rose fuera de la franquicia, el estudio derivó las películas más hacia el terreno explotativo (segunda mutación), como pretendía desde un principio. Si bien el saber hacer de Bill Condon logró contener el declive en la primera secuela, éste era ya inevitable en la tercera y calamitosa entrega.

CANDYMEN LIVES MATTER

La aparición de la nueva tendencia de terror afroamericano sustentando en conceptos de racismo y discriminación, la violencia hacia la comunidad negra y la herencia histórica en Estados Unidos, con Jordan Peele a la cabeza, abrió un nuevo nicho de reinterpretación del género y fue precisamente el director de Déjame Salir quien se fijó en la cinta original de Bernard Rose para ofrecer un reboot, que actúa al mismo tiempo como secuela directa de la primera entrega (obviando las dos continuaciones originales).

En esta ocasión, el componente racial ya presente en la cinta de Rose adquiere aquí un valor predominante, convirtiendo a Candyman en una metáfora de la tortura y el abuso de las fuerzas de la autoridad. Hay aquí una lectura actual del relato, conectando así la película con el caso de George Floyd en marzo de 2020 y los movimientos sociales que tuvieron lugar posteriormente en Estados Unidos.

En la cinta de Rose, el punto de vista era de la comunidad blanca y burguesa hacia la comunidad negra. En esta ocasión, todo el enfoque llega desde el propio núcleo afroamericano. Tanto el productor, como la directora, como la mayor parte del reparto y el equipo pertenecen a esta comunidad, lo que, en cierta forma, les da un derecho de pertenencia de la historia que están narrando (tercera mutación).

Nia DaCosta hereda muchos elementos de Rose, entre ellos la apuesta estética en la puesta en escena y el componente mítico, atávico en este caso, de la historia y los personajes. Durante la mayor parte de la película, la puesta en escena de Dacosta es sobresaliente, logrando que la historia funcione a diferentes capas de lectura, y sacando partido de un estupendo reparto.

DULCES PARA LOS DULCES

A esta nueva versión le podemos achacar un exceso de ambición, queriendo abrir demasiados frentes que no acaban cerrando como deberían. Pese a la exquisitez e incluso sobriedad que despliega durante casi toda la película, en nuestra opinión, Dacosta pierde el control de la historia en su clímax final, declinando hacia un terreno más efectista y que rompe la coherencia con lo anterior; sin embargo, pese a esto, estamos ante una excelente película, que sabe reinventarse a sí misma, sin traicionar e incluso rindiendo homenaje a la película en la que se basa.

Candyman se convierte así en la clase de nueva versión que nos gusta encontrarnos, con una identidad propia, pero respetuosa y coherente con sus orígenes.

La película de Nia DaCosta ha conseguido también resucitar una figura que parecía ya agotada, pero que ahora queda claro que aún tiene mucho por explorar y de la que podemos esperar nuevas mutaciones en el futuro.

Candyman, de Nia DaCosta.
Candyman, de Nia DaCosta.