Nadie duda del estatus de Jason Statham como estrella del cine de acción y heredero del actioner de los 70 y 80. El actor parece empeñado en demostrar que es el equivalente moderno de Chuck Norris, Charles Bronson o Sylvester Stallone, recogiendo el perfil de personajes que estos interpretaron en su época dorada, pero, desgraciadamente, repitiendo algunos de los grandes errores de sus mentores.

LAST ACTION HERO

La combinación de aspecto rudo, tosco, forma física, habilidades marciales, asumiendo gran parte de sus escenas de riesgo, y aportando a sus personajes su carisma cargada de ironía británica se ha convertido en el sello de marca del trabajo de Jason Statham. Si bien en ocasiones se aventura a cambiar algo de registro, lo cierto es que el grueso de su filmografía está pensado en sacar partido de estos rasgos. Hay directores como Guy Ritchie (probablemente el cineasta con el que ha logrado una mayor conexión y mejores resultados de su carrera) que han sabido sacar el jugo a sus limitados recursos interpretativos; otros, se han quedado en el reparto de patadas.

El éxito de franquicias como Transporter o Los Mercenarios, han fortalecido su hechura como estrella del actioner del siglo XXI. Sin embargo, el problema es que da la impresión de que el actor es incapaz a decir que ‘no’ a los productos que le llegan y muchos de ellos no sólo son de ínfima calidad, sino que carecen de un presupuesto adecuado para el estatus de estrella de su protagonista. A estas alturas de su carrera, Statham debería estar arropado por directores y guionistas de más enjundia, así como de producciones de más peso para dar a la película la factura que su grado de estrella se merece.

Moderar también el número de películas en las que participa al año y ser más selectivo también sería algo a plantearse. En 2023, Statham estrenó cuatro películas, cinco si consideramos que la que aquí nos ocupa, Beekeeper. El Protector, está fechada en ese año. Es cierto que muchas son franquicias (Los Mercenarios, Fast & Furious, Megalodón), pero una mejor planificación parece de rigor.

AGUJEROS EN LA COLMENA

Beekeeper. El Protector es el típico producto pensado para el lucimiento de Statham, una nueva variante del modelo de Venganza o John Wick (como también lo fuera nuestra crítica de la semana pasada, Agente X. Última Misión), cargado de acción, de escenas apabullantes y donde el despliegue físico del actor es el principal atractivo de la cinta. Nada que objetar a la contundencia de la acción y a la puesta en escena de las coreografías de lucha. El problema es que eso debe tener un andamiaje argumental que sostenga toda la parte de acción y aquí eso brilla por su ausencia.

El principal problema de la cinta radica en el horroroso guion firmado por Kurt Wimmer, en nuestra opinión un auténtico negado tanto como guionista como director, pero que ha conseguido un cierto estatus de culto gracias a películas como Equilibrium o Un Ciudadano Ejemplar. En The Beekeeper. El Protector vuelve a hacer gala de una trama incongruente y tramposa, personajes ridículos, diálogos torpes y chocarreros, desarrollo de la trama inverosímil e incoherente. El guion es tan aberrante que, en cada ocasión que uno de los personajes suelta alguna frase lapidaria (que conforman la mayor parte de los diálogos de la película), muere una abeja.

DAMNIFICADOS

David Ayer, cineasta irregular, pero no carente de talento y con buen pulso para thrillers de acción hardcore, parece consciente del tipo de producto que tiene entre manos y se limita a dirigir gran parte de la película en piloto automático. Entendemos que los escasos 34 millones de presupuesto no dan para mucho espectáculo y forman parte de esta desgana, especialmente cuando la película recurre de efectos visuales, donde entre expectativas y resultados hay un abismo de separación.

Ni siquiera los secundarios se salvan de la quema. El personaje de Josh Hutcherson no resulta más tendencioso y chusco porque no le dan tampoco demasiado tiempo de desarrollo en pantalla; Emmy Raver-Lampman se pasa toda la película intentando infructuosamente convencer al espectador de que su personaje sirve para algo en la trama; y, lo peor para el final, Jeremy Irons no caía en un grado tan ínfimo de ridiculez desde su participación en la versión de Dragones y Mazmorras del 2000.

CHATARRA

Beekeeper. El Protector es chatarra cinematográfica, un producto zafio, pobre, insustancial y penoso, cuyo único atractivo es su estrella, la única persona en todo el conjunto que parece tomarse en serio esta sandez. En serio, Statham, búscate otro agente que sepa seleccionar mejores proyectos, porque el actual es tu peor enemigo.