A Different Man es una propuesta extraña por parte del cineasta independiente Aaron Schimberg, quien, como alegato sobre el proceso de cambio de la identidad masculina, nos presenta un extremo juego de muñecas rusas, cuyo origen es previo a la propia película. La película, que ha contado como efecto sorpresa en la temporada de premios hasta colarse en los Oscars en el apartado de Mejor Maquillaje y Peluquería (pero descartando a Sebastian Stan, quien sí opta a la estatuilla por su papel en The Apprentice. La Historia de Trump), supone un amalgama de referencias contrapuestas que van de David Cronenberg y David Lynch a Woody Allen y Charlie Kaufman, con guiños a Martin Scorsese o Jim Jarmush.
ORIGEN EXTRADIEGÉTICO
El origen de esta película lo podemos encontrar en la figura de uno de sus actores secundarios, Adam Pearson, un hombre que sufre de neurofibromatosis en la vida real, un trastorno genético que provoca el crecimiento de múltiples tumores en su cuerpo. A pesar de la deformación física producida por la enfermedad y enfrentándose a los prejuicios que abundan en la industria cinematográfica (como el resto de nuestra sociedad) con respecto al físico y con todo lo que no es normativo, Pearson ha querido desarrollar una carrera como actor, consiguiendo que A Different Man sea ya su tercera película. Lo vimos por primera vez en 2013 en Under the Skin de Jonathan Glazer y junto a Scarlett Johansson. En 2018 trabajó por primera vez a las órdenes de Aaron Schimberg en Chained for Life. No es difícil identificar este encuentro como el origen de un proyecto como A Different Man. Sin ser el personaje, Adam Pearson es la inspiración de Edward, y en un rizo irónico, en la película, acaba convirtiéndose en su propio Doppelgänger.
LA BELLEZA
Hay un claro componente heredado de El Hombre Elefante en A Different Man. Esta historia de una persona con una deformidad tal que le hace sentirse ajeno al resto de la sociedad, no ser visto como un ser humano. Sin embargo, en la película, Schimberg juega con la ironía de convertir esa discriminación en algo que sólo existe en la mente de su protagonista, mientras en el exterior, aquellos personajes con los que se va cruzando en ningún momento lo desprecian o lo repudian por su aspecto. La vecina de la que se ha enamorado no le rechaza por su apariencia, y hasta se siente atraída por ella. Cuando el giro de ciencia ficción se produce y Edward adquiere los rasgos apolíneos de Sebastian Stan, el personaje sigue sin desprenderse de algunos de sus complejos, quizás no tan motivados por su anterior físico, sino por complejos más internos de su personalidad. Con esto Schimberg nos ofrece un discurso sobre la importancia del carácter y la personalidad por encima del físico, reforzado posteriormente con el personaje de Oswald (Adam Pearson).
EL TEATRO DEL ABSURDO
A Different Man se mueve en un tono de comedia surrealista y absurda, repleta de personajes y situaciones anómalas, pero que, dentro del universo de la película, son vistas de manera cotidiana, ya sea por la mirada distorsionada de la realidad del protagonista o por el interés del director evidenciar al espectador que, independientemente de nuestro físico, todas las personas cargamos con nuestras propias taras, que nos hacen extraños en un mundo lleno de divergencias. La puesta en escena de Schimberg guarda la suficiente distancia de los personajes como para no ofrecer un juicio sobre ellos, pero al mismo tiempo sirve de espejo distorsionador, donde esa misma realidad llega al espectador de manera irreal y grotesca, creando un tono de comedia sin pretender la carcajada del espectador, sino que se sienta tan ajeno y extraño como los propios personajes, incapaces de encajar en su realidad.
BAJO LA MÁSCARA
A Different Man es una película que nos habla de las múltiples capas bajo las que nos escondemos en sociedad, cómo nos vemos, cómo nos perciben, y lo que realmente somos. Schimberg logra un equilibrio deambulando continuamente sobre la fina línea que separa la realidad de lo grotesco, lo absurdo de lo ofensivo, lo cómico de lo ridículo. Ahí cuenta con la complicidad de un trío de actores (Sebastian Stan, Renate Reinsve, Adam Pearson) volcados en sus personajes, en sus contradicciones, en sus complejos y en su belleza interior.