Es innegable que la llegada de la IA es uno de los desafíos más grandes a abordar por la humanidad en el futuro inminente. Los leves atisbos que esta tecnología ha mostrado en un breve espacio de tiempo ya han abierto suficientes debates y retos, por no hablar de rechazos, en nuestra sociedad. La ciencia ficción ya no es algo lejano, sino apremiante, y como suele pasar con casi todos los grandes avances tecnológicos, nos ha cogido por sorpresa. Una de estas grandes dudas, sin embargo, no es nueva, sino que nos la venimos formulando desde hace décadas, si no siglos. Con el incremento sintiente de lo tecnológico, ¿cómo vamos a poder definir la humanidad?

Esa duda existencialista, que viene a sumarse a las clásicas “¿quiénes somos?”, “¿a dónde vamos?” y “¿qué hacemos aquí?”, el cine y la literatura la han venido abordando de manera recurrente. Sólo en cines, pensemos en obras como Metrópolis, 2001. Una Odisea en el Espacio, Blade Runner o I.A. Inteligencia Artificial, por mencionar algunas de las más destacadas. Ahora, algunas de esas reflexiones han servido de base para Singular, segundo largometraje como director de Alberto Gastesi, con guion coescrito junto a Alex Merino, y que ha llegado a la gran pantalla después de su paso por festivales como Sitges o Isla Calavera.

Presentación de la proyección de Singular en el Festival Isla Calavera 2025. (c) Rommel Messia
Presentación de la proyección de Singular en el Festival Isla Calavera 2025. (c) Rommel Messia

Un drama íntimo con alma científica

Planteada más como un drama familiar, la película nos presenta a una pareja separada tras la muerte de su hijo años atrás y que ha gestionado de manera distinta el sentimiento de duelo. Durante su primera mitad, la película aborda aspectos como la culpa o el bloqueo emocional que impide a los protagonistas pasar página, al mismo tiempo que se adentra en conflictos filosóficos y éticos vinculados con los avances científicos. Las dinámicas de los tres personajes principales y el afinado guion convierten a esta primera mitad de la película en un drama sólido y repleto de aristas y reflexiones sugerentes y atractivas.

Llama la atención que, allí donde hemos querido priorizar lo biológico sobre lo sintético, siempre hemos querido enaltecer los aspectos más positivos de nuestra faceta emocional, como el amor o la solidaridad. En este caso, la cinta propone que el principal escollo a la hora de clonar nuestra humanidad por parte de la IA sea nuestros fallos, nuestra falibilidad, nuestra incapacidad para aceptar y superar nuestras infamias. Y es que, para un sistema que busca la perfección, el error humano es inaprensible.

La fuerza de las interpretaciones

Gran parte de las virtudes de la película radica también en su trío protagonista y la manera en que se complementan entre ellos, desde el valor introspectivo de la interpretación de Patricia López Arnaiz, la intensidad del personaje de Javier Rey, o el descubrimiento del rostro repleto de ambigüedades de Miguel Iriarte. Ellos aportan el componente de humanidad que defiende la película.

Cualquiera pensaría que, con ese planteamiento, ya las fichas de dominó están colocadas y que sólo les quedaría a los guionistas resolver la trama manteniendo el mismo nivel de coherencia e inteligencia mostrado en todo el primer bloque de la película. Sin embargo, lejos de acomodarse, Gastesi y Merino apuestan por dar un nuevo giro de trama que sitúa a la película en un escenario diferente y rompe las expectativas del espectador.

Ambición narrativa y sus riesgos

Esto puede ser al mismo tiempo la principal virtud de la película, pero también su mayor hándicap. Desde aquí aplaudimos la valentía de los autores por querer llevar sus postulados más allá, por romper con el confort del guion y buscar un mayor desafío como creadores y hacia el espectador. Sin embargo, reconocido esto, en nuestra opinión, este doble salto mortal no resulta tan redondo como la primera mitad de la película. Las ambiciones argumentales y narrativas resultan un tanto confusas, con un clímax que termina de revertir el tono de la película, abriendo demasiado el espectro. Esto afecta también al propio ritmo de la película.

Singular, como su título indica, es una película que evita caer en los caminos trillados de la ciencia ficción, aunque su esfuerzo por diferenciarse no sea tan redondo como aspiraba. Aún así, con sus defectos, sigue siendo una propuesta atractiva, diferente, profunda y con un cuidado trabajo formal e interpretativo.

Póster de Singular, de Alberto Gastesi.
Póster de Singular, de Alberto Gastesi.