Desde su creación, Dreamworks Animation ha sido un estudio que ha tenido buen olfato comercial, apostando por franquiciar sus principales productos para sacar un mayor rendimiento (Shrek, Madagascar, Kung Fu Panda, Trolls); sin embargo, hay productos con los que también ha querido arriesgar, pese a que a priori podían resultar menos rentables, pero que sí han sumado prestigio a su catálogo.

Las cifras de Cómo Entrenar a tu Dragón no eran las más prometedoras, pero el estudio apostó por una trilogía que está en lo alto de su listón de calidad. Lo mismo podemos decir de El Origen de los Guardianes, fracaso en taquilla, pero es una de las películas mejor valoradas de su catálogo. Con Robot Salvaje nos encontramos en estos mismos parámetros.

DEL PAPEL A LA PANTALLA

La cinta está basada en una novela de corte infantil escrita e ilustrada por Peter Brown, que ya va por su tercera entrega (El escape de la robot salvaje y La misión de la robot salvaje). Publicada por primera vez en 2016 fue considerada la mejor novela infantil de ese año en Estados Unidos.

La adaptación del libro ha recaído sobre el guionista y director Chris Sanders, autor de Lilo & Stitch y Los Croods, pero sobre todo de la primera entrega de Cómo Entrenar a tu Dragón, lo que ya marca la carta de intenciones de esta nueva producción que deja patente que toma como modelo a seguir las aventuras de Hipo y Desdentao.

Robot Salvaje nos presenta una historia sencilla, no especialmente original, quizás con acumulación de tópicos, pero que funciona perfectamente y que sobre todo cumple el objetivo de transmitir al espectador una doble moraleja. Por un lado, la importancia de mantener y respectar un equilibrio con el medioambiente, personalizado en este robot que llega a un hábitat ajeno, pero que aprende a integrarse, descubriendo por el camino su propia alma y afectos. Por otro lado, encontramos el respecto por todos los modelos de familia, incluso aquellos que se salgan de lo “normativo”. Roz y Pico Brillo, acompañados por Bribón, conforman un grupo heterogéneo e imposible, pero aprender a convivir y a sacrificarse unos por otros.

CONSTRUYENDO UN MICROCOSMOS

Lo primero que llama la atención de la película es el espléndido diseño artístico, que se desliga de las ilustraciones de Peter Brown, para apostar por una estética de línea difuminada, casi impresionista. Los colores adquieren una papel determinante en la narración, no sólo para marcar elementos de identidad de los personajes, sino para marcar el paso del tiempo y las estaciones en la isla donde se desarrolla la trama, y que, a la postre, se convierte en un personaje más de la historia.

La puesta en escena de Sanders y la exquisitez de la animación son cruciales para dar con el tono de la narración, que combina el intimismo y la sensibilidad de las relaciones de los personajes con la espectacularidad y la epicidad de algunos momentos. El espectador navega por la historia sobrecogido por la belleza de las imágenes, lo emotivo de las relaciones de los personajes y lo exultante de las escenas álgidas del film.

Como en Cómo Entrenar a tu Dragón, Chris Sanders deposita una gran responsabilidad en la partitura musical, a cargo de Kris Bowers, muy presente a lo largo de toda la película, pero sin resultar intrusiva o reiterativa. En este sentido, Bowers aporta una partitura sencilla, simple, pero que funciona de manera orgánica con la historia y los personajes, aportando gran parte del alma de la película.

CIRCUITO DE EMOCIONES

Con estos ingredientes, Robot Salvaje se salda como una excelente producción animada para toda la familia, con un sobresaliente en el apartado visual y sonoro y con un apartado argumental tierno y cercano que logra emocionar al espectador.

Robot Salvaje participó en la 57ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya, como sesión especial de la sección Sitges Collection.