Ante la falta de productos originales interesantes y rentables para la industria, Hollywood sigue en su línea de resucitar éxitos de antaño con el fin de explotar la vena nostálgica de los cinéfilos, a ser posible contando incluso con los propios actores de la obra original. En este sentido, la última década ha sido especialmente prolífica en lo referente a un resurgir de los años 70 y 80, tanto en cuestión de estilo, como en rescate de algunos de sus principales héroes (Rocky, Rambo, Terminator, Indiana Jones o John McClane, entre otros). Es por esto que la noticia de una (o dos) nuevas entregas de Blade Runner no nos coge por sorpresa, pero sí temerosos.
Dirigida en 1982 por Ridley Scott, quien un año antes había engendrado otro clásico del género, Alien (de la que, además, actualmente está rodando una supuesta precuela, Prometheus), Blade Runner no sólo marcó el futuro del cine, sino que también se convirtió en un referente ineludible para otras formas artísticas, como la literatura, la fotografía, la moda o la publicidad. Sin embargo, lo que hoy por hoy es una obra reverencial, no contó con una fácil gestación. Ya el mismo título de la obra tiene un origen peculiar. Basada libremente en la novela de Philip K. Dick Sueñan los androides con ovejas electrónicas, el título de la película cambió varias veces durante el proceso de escritura del guión. Conocido inicialmente bajo el nombre de Días Peligrosos, su título final proviene de una novela de ciencia ficción de William S. Burroughs, a quien se le pidió permiso para utilizarlo. A lo largo del proceso de preproducción, el guión pasó por diferentes versiones, cada cual más alejada de la obra original. Así, la película contó con un guión inicial a cargo de Hampton Fancher, más fiel a la novela, que posteriormente fue revisado por David Peoples con el fin de introducir una serie de cambios propuestos por Ridley Scott. En este sentido, podemos apreciar una fuerte influencia de la literatura distópica de mediados del siglo XX, especialmente títulos como 1984 de George Orwell o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.
El reparto de la cinta estaba formado por excelentes actores, entre los que destacan sus dos protagonistas: un Harrison Ford recién llegado del éxito de La Guerra de las Galaxias, pero que aún no se había consagrado con su papel de Indiana Jones, como el detective Rick Deckard, y Rutger Hauer, actor holandés que tenía una excelente reputación por sus películas con Paul Verhoeven, pero que aún buscaba asentarse en la industria de Hollywood. Inicialmente, la película iba a estar protagonizada por Dustin Hoffmann, quien finalmente no fue contratado por exigir gran cantidad de cambios en su personaje. Curiosamente, aunque Deckard es junto con Indiana Jones y Han Solo, uno de los personajes más carismáticos y reconocidos de Harrison Ford, el actor nunca ha sentido un especial aprecio por él. Ford ha confesado que nunca llegó a sentirse motivado por su personaje, al que consideraba una detective que no tiene nada que investigar. Por otro lado, Ford nunca estuvo de acuerdo con la introducción de la voz en off que acompaña a la historia y se vio obligado a grabarla por los productores.
Junto a ellos podemos encontrar también un excelente casting de actores secundarios, como Sean Young, en el papel de Rachel, la replicante que debe enfrentarse al descubrimiento de su verdadera naturaleza, Daryll Hannah, Joanna Cassidy y Brion James, como los otros replicantes que llegan a la Tierra en busca de respuestas a sus preguntas existenciales, Joe Tusker como Eldon Tyrell, el genio creador de los replicantes, Edward James Olmos, o M. Emmet Walsh.
En el apartado técnico, la cinta contó con una oscura fotografía de Jordan Cronenweth que tomaba como referente el cine negro clásico, sumándosele el gusto de Ridley Scott por las luces de neón como elemento creador de ambientes; un vestuario que contó con la colaboración no acreditada del afamado autor de cómics francés Moebius; unos efectos especiales a cargo de nombres como el de Douglas Trumbull, quien ya había trabajado en títulos como 2001: Una odisea en el espacio, Encuentros en la tercera fase o Star Trek, y una extraordinaria banda sonora obra de Vangelis.
Posteriormente Scott tuvo que enfrentarse a las imposiciones de los productores que veían su versión de la película muy oscura y críptica. Para acercarla más al público, Scott tuvo que introducir una voz en off, que humanizaba más al personaje protagonista, y un final más optimista, con los protagonistas huyendo a un espacio idílico, para el que se utilizaron imágenes desechadas de la cinta de Stanley Kubrick, El Resplandor. Años más tarde, se editó un llamado “montaje del director” que eliminaba estos añadidos e incluía una muy comentada escena de un sueño de Deckard en el que se veía una imagen de un unicornio sacada de Legend, una cinta posterior de Ridley Scott. Más recientemente, en 2007, con motivo del 25 aniversario, el propio director presentó un supuesto «montaje definitivo» o “final cut”, en el que se incluyeron algunos nuevos efectos especiales y se volvió a rodar la escena de la muerte de Zhora, de nuevo con Joanna Cassidy en el papel.
En esto entra también a colación el interrogante sobre la verdadera naturaleza del Deckard, la duda sobre si es realmente humano u otro replicante con recuerdos implantados como Rachel. Si en la versión comercial del 82, esto no se cuestionaba, la eliminación de la voz en off y la introducción de la famosa secuencia del unicornio a partir del montaje del 92 nos pueden llevar a pensar que efectivamente el protagonista es un replicante. El secreto de la secuencia del unicornio radica en que conecta con la figura de origami que el personaje de Gaz deja en la puerta de la casa de Deckard al final de la película, que plantea la pregunta de si los sueños de Deckard son reales o están programados igual que sus recuerdos. Éste es otro punto de descontento por parte de Harrison Ford hacia la película. Si bien Ridley Scott ha confirmado la verdadera naturaleza de Deckard, Ford está en desacuerdo con está teoría y afirma que nunca lo interpretó como tal.
En 1982, la respuesta inicial hacia la película fue un tanto fría, parte de la crítica no supo apreciar sus cualidades, y el público, más acostumbrado por aquella época a títulos al estilo de La Guerra de las Galaxias quedaron un tanto desencantados con la cinta. Sin embargo, poco a poco fue ganando adeptos que se sentían fascinados por su estética, por sus lecturas filosóficas y religiosas (con apuntes a Nietzsche, con sus ideas sobre el superhombre y la muerte de Dios, o a Freud, por el enfrentamiento entre el hijo y el padre), y por unos personajes que inicialmente parecían fríos, pero que en el fondo escondían la crisis de identidad de la humanidad en una sociedad moderna y tecnificada. En ese sentido, la película juega a proveer de una mayor carga emocional a los replicantes que a los propios humanos, que parecen sometidos a una existencia apática. Son los seres artificiales los que buscan respuestas a la razón de su existencia, los únicos que muestran interés por la vida.
Los replicantes experimentan a lo largo del film una interesante evolución emocional. Sus sentimientos van pasando del deseo de vivir; al deseo de libertad, la rebeldía; la ira, el odio, la frustración, la agresividad; el miedo; el deseo de una identidad propia; el compañerismo; la pena, la lástima, y finalmente la piedad y el amor hacia sus semejantes, incluso hacia el enemigo. Esta escalada emocional culminaba de manera ya mítica con el grandioso parlamento final de Roy Batty, tras uno de los más sorprendentes y grandiosos giros de trama de la Historia del Cine (SPOILER: seguramente innecesario, pero spoiler al fin y al cabo, nos referimos a ese momento en el que, tras tener al héroe acorralado y a punto de morir, el replicante no sólo no acelera su caída, sino que además le salva la vida).
Como otros títulos emblemáticos del género, la película utiliza la ambientación futurista para representar una metáfora de la sociedad contemporánea, o al menos profetizar su posible evolución, algo ante lo que no podemos decir que estuviera muy desencaminada. Esa sociedad masificada en ciudades a duras penas iluminadas por los carteles publicitarios, donde conviven multitud de razas y culturas, alienadas por la falta de contacto humano entre ellas, no está muy alejada de Los Angeles de 1982, y menos aún del actual. La película nos presenta también una sociedad dominada por el poder de las multinacionales, y un estado casi policial, donde la ciudad está continuamente bajo vigilancia y los replicantes (que perfectamente los podíamos entender como una metáfora de la inmigración ilegal) son perseguidos y retirados.
Tanto la historia, las ramificaciones y múltiples lecturas de su argumento, los diálogos, la estética, los efectos especiales, el vestuario, la música o la fotografía han hecho que Blade Runner no sólo se haya mantenido como uno de los referentes generacionales más importantes del cine, sino que además ha servido a multitud de películas que la han tomado como modelo. El cine de Hollywood le ha rendido homenaje en títulos como el Batman de Tim Burton, Robocop, Dark City, Días Extraños, Minority Report, Seven o Matrix. El propio Ridley Scott recuperó elementos de esta cinta, sobretodo a nivel de fotografía, en una película posterior, Black Rain. También ha sido un referente ineludible para el anime y el manga japonés, como podemos apreciar en títulos como Akira o Ghost in the Shell.
El pasado mes de marzo, la productora Alcon Entertainment (responsable de títulos como Insomnia de Christopher Nolan, 16 Calles de Richard Donner o El libro de Eli de Albert y Allen Hughes) anunciaba que había adquirido los derechos para poder llevar a cabo una precuela y una continuación de la película de Scott, mencionándose además el nombre de Christopher Nolan, tal vez no como responsable de estas producciones, pero sí como inspirador de la línea que se quiere seguir. La semana pasada, los medios volvieron a hacerse eco de este proyecto al insinuarse la posibilidad de que Harrison Ford participe en estas nuevas películas, algo que el propio actor no quiso desmentir ni confirmar, dejando las puertas abiertas a la especulación. Sea como sea, es innegable que nos encontramos ante una película que 29 años después de su estreno sigue dando de que hablar, sigue marcando influencias y sigue ganando adeptos entre los cinéfilos de nuevas generaciones que la recuperan gracias a sus ediciones en formato digital.