La imagen de monos desatados, contagiados por la rabia o transformados en bestias letales mediante virus de laboratorio, ha calado hondamente en el imaginario colectivo gracias al cine de terror y ciencia ficción. No hay ejemplo más potente que la escena de apertura de 28 días después, de Danny Boyle, donde el asalto a un laboratorio libera a decenas de chimpancés infectados con un “virus de la rabia”, desencadenando el apocalipsis moderno. La violencia inesperada de estos primates, seres tan cercanos al ser humano, siembra una inquietud básica: la del reverso monstruoso de la naturaleza y el peligro de cruzar límites éticos en la experimentación.
El cine nos ha legado múltiples criaturas con pelaje y colmillos capaces de aterrorizar por su fiereza: en la ochentera Atracción diabólica, de George A. Romero, un inocente capuchino, tras pasar por manos inescrupulosas, se convierte en una pesadilla para el protagonista tetrapléjico; en Congo (Frank Marshall, 1995), adaptación de la novela de Michael Crichton, una expedición se topa con gorilas mutados y protectores de una ciudad prohibida, capaces de despedazar a cualquiera; y ¡Nop! (2022) de Jordan Peele, aunque centra el foco en la amenaza alienígena, incluye un pasaje icónico sobre un chimpancé estrella televisiva que desencadena un violento ataque tras un estímulo traumático, regalando uno de los momentos más incómodos y salvajes del cine fantástico reciente.
Sin embargo, la tradición del “mono asesino” en el cine da un salto con Primate, la nueva propuesta del director y guionista británico Johannes Roberts, conocido por películas como A 47 metros (2017) y su secuela, Los extraños: cacería nocturna (2018) o Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City (2021), que tras su paso por el reciente Fantastic Fest de Austin y camino a una presentación destacada en Sitges, dentro de la sección Collection, se perfila como un estreno obligado para amantes del terror.
Peligrosamente similar al humano
El punto de partida son unas vacaciones tropicales en aparentemente plácida compañía, hasta que todo se tuerce. Cuando Lucy regresa tras la universidad a reunirse con su familia y Ben, un chimpancé mascota que es parte del clan, el reencuentro pronto se torna en encierro. Infectado con la rabia durante una fiesta, Ben se convierte en una máquina de violencia imparable, obligando a Lucy, sus amigos y familia a resistir toda una noche de asedio, aprendiendo a sobrevivir a costa de ingenio y terror puro.
El guion, firmado por Johannes Roberts junto al español Ernest Riera, quienes repiten en la escritura tras trabajar juntos en las dos partes de A 47 metros y en El otro lado de la puerta, mezcla la brutalidad física del cine animalista clásico con un ritmo endiablado, efectos especiales artesanales y guiños al género de los 90. El reparto lo encabezan Johnny Sequoyah, el ganador del Óscar Troy Kotsur y Jessica Alexander, bajo la producción de Walter Hamada (saga The Conjuring) y con una banda sonora de aires carpenterianos, obra de Steve Parr, colaborador habitual de Johannes Roberts.
La película, de apenas 89 minutos, prescinde prácticamente en su totalidad del CGI en favor de animatrónica y maquillaje, resaltando su vocación de espectáculo visceral y realista.
Tras su presentación mundial en el Fantastic Fest, la recepción no se hizo esperar: la prensa estadounidense y los asistentes celebraron el carácter gamberro, sin concesiones del filme, destacando la fisicidad de los ataques, el humor negro inesperado y el carisma perturbador del chimpancé Ben. Críticos han comparado la tensión de Primate con la de Cujo (1983), pero subrayan su giro contemporáneo al subgénero de animales asesinos, sin miedo al exceso y el puro entretenimiento.
De estreno en cines el próximo 9 de enero, promete convertirse en un referente contemporáneo de bestias desatadas: una oda a la supervivencia, a la ética y al espectáculo extremo que sólo el cine de horror de alto voltaje sabe ofrecer.