“… no hay ni una sola película ni un solo cineasta que existan de forma aislada. Todos hemos estado inmersos en esta gran conversación continua, interrogándonos, respondiendo unos a otros y provocándonos mutuamente con nuestro trabajo a lo largo de distancias extraordinarias no solo en el espacio sino también en el tiempo…”
Martin Scorsese.
Extracto del discurso de recepción
del Premio Príncipe de Asturias.
Octubre 2018

I. INFLUENCIAS CINEMATOGRÁFICAS

Con las ideas para la concepción de Megalópolis, filme que, finalmente, ha visto la luz en 2024, reverberaron en la mente soñadora del director de La Ley de la Calle (Rumble Fish, EEUU, 1983) otras obras cinematográficas que constituyen algunos de los pilares de su vida como cinéfilo.

Destaca una de las películas más vanguardistas e innovadoras de todos los tiempos, Ciudadano Kane (Citizen Kane, EEUU, 1940), la influyente ópera prima de Orson Welles, un filme del que el veterano cineasta extrapola (además de ideas de una puesta en escena que todavía asombra al mundo y cuya influencia se había acusado notablemente en la mencionada Corazonada), cierto tono de crónica periodística y del retrato de un personaje público Bigger than life, con sus misterios, zonas oscuras y el poder de fascinación que despiertan entre la opinión pública las mentes visionarias; las audacias formales del film conspirativo El Mensajero del miedo (The Manchurian Candidate, EEUU, 1962), de John Frankenheimer, el realizador favorito de Francis Ford Coppola de los que componen la denominada generación de la televisión, se deja ver ocasionalmente en algunas secuencias; la fascinación que el cine mudo ejerce sobre Coppola tampoco se sustrae del área de inspiración.

Cabiria (Cabiria, Visione Storica del Terzo Secolo A.C., Italia, 1914) de Giovanni Pastrone, ese fresco histórico ambientado en Cartago durante las guerras púnicas; el Ben-Hur (EEUU, 1925), de Fred Niblo, cuya ligereza visual del jolgorio romano, en permanente tono festivo, reverbera en las secuencias que transcurren en el interior del Madison Square Garden (se ve claramente ese nombre en el edificio desde fuera, pero en su interior es denominado el Coliseo), con un escenario ovalado por donde las cuadrigas compiten, rodeando tres círculos interiores, donde los luchadores combaten al más puro estilo wrestler; la concepción arquitectónica de “mundo futuro” retratada por Fritz Lang en su magistral Metrópolis (a su vez inspirada en su día en las avenidas y edificios neoyorquinos); o esa innovadora partición de la imagen en tres secciones en la pantalla del cine, que ya realizaba Abel Gance en su Napoleón (Napoleon, Francia, 1927), el fresco histórico de más de 300 minutos de duración que Coppola restauró con su propio dinero en la década de los 80.

La Bella y la Bestia (La Belle et la Bête, Francia, 1946), de Jacques Cocteau, y su barroquismo onírico-visual figura igualmente entre las influencias alegóricas del cineasta de Detroit.

Cierta estética futurista a lo Blade Runner parece percibirse igualmente en esa bella secuencia donde Catilina, en su Citroën de los años 70, conducido por el leal asistente, Fundi Romaine (a quien da una solemne vida Lawrence Fishburne, actor que tenía 14 años cuando debutaba en el cine con Apocalypse Now) en esa secuencia nocturna y lluviosa a la que se hará referencia más adelante.

El idealista humanismo de Frank Capra y sus obras del New Deal, donde suele haber un hombre corriente (generalmente con el rostro de James Stewart o Gary Cooper) con un objetivo extraordinario y extremadamente solidario frente a aquellos todopoderosos que conspiran para acabar con él y desacreditarlo, parecen flotar en el ambiente social de este filme retro futurista.

Ese comienzo del filme donde Catalina en la cumbre del edificio detiene el tiempo, constituyen unas formidables imágenes que no desentonarían en El Cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin Alemania, 1987), de Wim Wenders, ese modélico filme donde los ángeles vivían entre los humanos, escuchando sus pensamientos y contemplando las ciudades, y las puestas de sol desde los logros arquitectónicos del ser humano.

Pero, por encima de todas estas influencias cinematográficas, Megalópolis, “dialoga” con el filme de King Vidor, El Manantial (The Fountainhead, EEUU, 1949), toda una oda al individualismo en la creación en el proceso constructivo frente a los gustos convencionales de una sociedad anclada en el pasado. El culto a la mediocridad del estilo de siempre, las formas anticuadas y vetustas. Basada en la novela de Ayn Rand, El Manantial es la historia de un arquitecto en Nueva York, Howard Roark (Gary Cooper) que, en los años de euforia constructiva en la isla de Manhattan, tan solo formaliza proyectos arquitectónicos para clientes que respetan escrupulosamente su concepción de la obra que se le encarga, que lo buscan por su propia personalidad e ideas, pues no permite la menor modificación o adenda, proponiendo una modernidad en las formas, que le enfrenta a una sociedad cuya mediocridad alcanza unas cotas de tal magnitud que un poderoso periódico consagra gran parte de sus artículos en desprestigiar gratuitamente al personaje central, empeñado en no permitir una vía abierta a la evolución como la que propone éste.

Francis Ford Coppola, escritor y guionista de Megalópolis. Foto: Phil Laruso
Francis Ford Coppola, escritor y guionista de Megalópolis. Foto: Phil Laruso

II. INFLUENCIAS LITERARIAS

«To sleep, perchance to dream—
ay, there’s the rub, for in that sleep of death
what dreams may come»
William Shakespeare

Nuevamente Herman Hesse aparece entre las referencias del cineasta. En un momento determinado de Megalópolis, cuando Julia irrumpe en el apartamento de Catilina haciéndose pasar por una universitaria, Catilina le enseña en un instante, un ejemplar de Shiddarta, la obra que Hesse escribió como como consecuencia de su visita y estancia a la India.

Básicamente narra la búsqueda del personaje central (al que muchos han identificado plenamente con Buda) de la sabiduría como perfección en el viaje del individuo. En la década de los años 60 del siglo XX, jóvenes del mundo entero esgrimieron este libro, que había sido publicado por vez primera en 1922, como baluarte de sus inquietudes, de la necesidad de encontrarse a sí mismos y del orgullo del individualismo frente a la colectividad y a las cuestionables concepciones de la historia.

En Estados Unidos, Shiddarta se publicó en 1951, probablemente gracias al premio Nobel de Hesse en 1946. Fue un elemento inspirador en todas las revoluciones que ese país acometió en la década de los 60 (la lucha por los derechos civiles, las protestas por la guerra de Vietnam, etc.). Parece evidente que la obra del suizo Herman Hesse calaba profundamente en el subconsciente de un joven oriundo de Detroit, estudiante de la UCLA que compartía promoción con Jim Morrison (inminente líder del grupo musical The Doors) en la facultad de cine.

En el texto del filme también puede rastrearse la prosa de Shakespeare, de modo expreso (los fragmentos del Hamlet que recita César Catilina cuando va a presentar en sociedad su proyecto para la ciudad, con el ser o no ser y los sueños que vendrán), o las maneras de empleo del lenguaje antiguo en ambientes actuales que en los últimos años se ha convertido en la marca de numerosos cineastas a la hora de adaptar la prosa de Shakespeare y otros al cine.

Coppola en su perfil de Instagram refiere entre sus influencias, más que ningún filme basado en William Shakespeare, la película británica César y Cleopatra (Cesar and Cleopatra, Reino Unido, 1945), dirigida por Gabriel Pascal, protagonizada por Vivien Leigh y Stewart Granger, que adapta, no a Shakespeare, sino a George Bernard Shaw, en una obra de teatro que, sin la menor duda, gira en torno a obras del escritor de Stratford como Marco Antonio y Cleopatra.

Entre la diatriba de sugerencias literarias se encuentran los poemas de Safo, la poetisa de la isla de Lesbos de cuya obra, mayoritariamente perdida, perdura su poema a Afrodita, algunos de cuyos versos recita Fundi Romaine, en off visual, profetizando cómo la historia entre Julia y César va cristalizando del afecto y cierta complicidad al amor más entregado.

No falta la proliferación de expresiones puramente literarias como Great Expectations, en torno a la novela del mismo título de Charles Dickens o a Pigmalión, nuevamente Bernard Shaw, para ilustrar el proceso de acercamiento de los protagonistas. La joven capta la atención del artista cuando le refiere que vio al arquitecto “cambiar las leyes de la física” y el empleo de la “simetría temporal”. Un “quiero aprender” vertido por la joven, tiende la mano del filme a la referida obra del escritor británico.

En la rueda de prensa del Festival de Cannes, el soñador de 85 años recordó una conversación con el escritor y mitólogo Joseph Campbell, autor del interesantísimo ensayo El Héroe de las mil caras, sobre la necesidad de los héroes y su función en el imaginario. Campbell le dijo al cineasta que, elegía tan solo los proyectos “…que iluminan la vida contemporánea”. Coppola compartió en la rueda de prensa de Cannes como precisamente el papel del artista es precisamente “…iluminar la vida contemporánea…”. Mostrar a las personas qué está pasando, ayudando a la gente a que lo vea, ya que, si no se entiende aquello que pasa, difícilmente se pueden cambiar las cosas.

1. MEGALÓPOLIS. LA MATERIA DE LA QUE ESTÁN HECHAS LOS SUEÑOS.
2. EL CRISOL DE INFLUENCIAS.
3. LA (EN OCASIONES) MEZQUINA MIRADA CRÍTICA.
4. NUEVA ROMA. TERCER MILENIO.
5. LUZ EN LA VIDA CONTEMPORÁNEA.