PUNCHLINES, INFLUENCIAS Y LLAMADAS

Seguramente cuando el guionista y realizador californiano Ryan Coogler se sentó ante la mesa de juntas con los ejecutivos de Warner Bros. asignados para escucharle hablar de su siguiente film, tenía preparada una contundente punchline. Las frases con gancho, explicaciones breves, rápidas y chispeantes, lo suficientemente gráficas para iluminar los rostros de los CEOS, que no pueden contener su lenguaje no verbal, suelen ser tremendamente eficaces. Steven Spielberg dijo una vez algo parecido a que, si eres capaz de contar una historia empleando menos de 25 palabras, seguro que es realmente buena.

Pues bien, con independencia del número de palabras empleadas, la explicación debió ser algo como lo que sigue. Los pecadores podría definirse como si los personajes, el ambiente y la geografía del filme de Walter Hill Cruce de caminos (Crossroads, Estados Unidos, 1986) se topasen, en las inmediaciones del club Juke, un local de música blues, con los Vampiros de John Carpenter (John Carpenter’s Vampires, Estados Unidos, 1999) asediando a la gente de color que se divierte en el interior del mismo.

Cruce de Caminos

Cruce de Caminos se construía en torno a una leyenda de tradición africana. Si estabas dispuesto a acudir a cierta intersección en el sur profundo para pactar con el mismísimo diablo (cuando este apareciese con ropaje y modales distinguidos) y accedieses a canjear tu alma, podías convertirte en todo un virtuoso de la música. Serías envidiado por muchos, las mujeres más bellas se rendirían a tus pies y con el devenir de los años, pasarías al censo de las grandes leyendas musicales.

Esa especie de halo fantasmal siempre rondó a un bluesman célebre como fue Robert Johnson. Halo o leyenda que él mismo alimentó en vida, expandiéndose por el mundo de la música durante los años 30 y 40 del siglo XX. Ese misterio prevaleció casi intacto durante décadas después, fascinando a músicos del mundo entero.

El californiano Walter Hill, en definitiva, construyó una historia realista, ambientada en garitos, comisarías de policía, moteles de carretera y trayectos junto al río Misisipi, que, en un momento determinado, giraba hacia el género fantástico. El joven Eugene Martone (Ralph Macchio), deseoso de ser reconocido como un virtuoso, hace un viaje iniciático al delta del Misisipi. Con él, el veterano bluesman, Willie Brown (Joe Seneca) hace el mismo viaje, con fines aparentemente nostálgicos, de regreso a sus orígenes. Ambos, entre encuentros y desencuentros, algunos desengaños y decepciones considerables, necesarios para el desencanto del aprendizaje, afrontan en un momento dado la verdadera razón de ser del trayecto. Ambos han de enfrentarse al demonio que obtuvo contractualmente el alma del bluesman veterano. El joven Martone se enfrentará, en un lugar concreto, un local de música poblado por demonios donde se baila frenéticamente y donde el diablo es el maestro de ceremonias. Lo hará a golpe de guitarra en lugar de con armas de fuego. El adversario es un músico demoníaco, provisto de una destreza excepcional, interpretado por el guitarrista Steve Vai. El alma del viejo Willy Brown, que pecó de soberbia una vez, está en juego.

Vampiros de John Carpenter

El mentado filme de Carpenter constituye toda una sangrienta cacería que cabalga entre el efectismo operístico de Sergio Leone y la sobriedad narrativa y realce de la camaradería masculina de Howard Hawks. La película constituye un triunfo en el empleo de fotografía terrosa y el partido obtenido de las cinematográficas localizaciones principalmente de Santa Fe, Nuevo México. El escritor y guionista encuadra maravillosamente a los actores en el panorámico. Se convierte en su parte final en un asedio implacable a una antigua misión española empleada como prisión en los siglos previos donde se refugian los cazadores de demonios de la noche. Todo ello en una narrativa y planificación, salvando las distancias, muy semejante a la de Rio Bravo (Estados Unidos, 1959) de Hawks.

Carpenter y su estructura rinde absoluta pleitesía al referido clásico. El cineasta clásico revisó al menos en dos ocasiones adicionales esa situación narrativa. Fue en El Dorado (Estados Unidos, 1966) y en Rio Lobo (Estados Unidos, 1970), donde comparecen un grupo de personajes antagónicos condenados a entenderse, enclaustrados en un lugar reducido, con enemigos en el exterior intentando entrar. Dicho planteamiento ha sido reorganizado en numerosos filmes modernos, destacando por derecho propio Asalto a la comisaría del distrito 13 (Assault On Precint 13, Estados Unidos, 1976), del propio Carpenter, su excelente remake, Asalto al distrito 13 (Assault On Precint 13, Estados Unidos, 2005), de Jean-Francois Richet, El tiempo de los intrusos (Trespass, Estados Unidos, 1992) nuevamente de Walter Hill, o la muy disfrutable Nido de avispas (Nid de guêpes, Francia, 2002), de Florent Emilio Siri.

Abierto hasta el amanecer

Las (multi) referencias de Los pecadores no terminan ahí. Abierto hasta el amanecer (From Dusk Till Down, EE. UU. 1996), de Robert Rodríguez, era un thriller “de atracos y rehenes” con demoledoras líneas de diálogos surgidas de la pluma de Quentin Tarantino… en su primera media hora. La llegada de los personajes principales, los dos hermanos Seth y Richard (George Clooney poniendo toda la carne en el asador en su gran oportunidad de salto al cine mainstream y el propio Quentin Tarantino en una de sus travesuras actorales, respectivamente) y sus rehenes, el sacerdote Jacob Fuller (Harvey Keitel) y su hija Katherine (Juliette Lewis) a La Teta Enroscada, marca el cambio de paradigma narrativo. El acceso al local nocturno fronterizo y el subsiguiente (y sugerente) baile de Satánico pandemónium (ese demonio azteca ancestral camuflado bajo los sensuales rasgos de Salma Hayek) el filme cambia de género por completo.

La secuencia conducía a la película del thriller al terror, de las carreteras de Texas a las entrañas de las catacumbas de una tumba azteca milenaria, guarida de vampiros sedientos de sangre humana como mandan los cánones. Un género, en definitiva, irrumpía sobre el otro, fagocitándolo. Esa idea, sin duda, debió cautivar a un joven cineasta californiano que el tiempo va otorgándole un merecido prestigio.

Los pecadores, de Ryan Coogler.
Los pecadores, de Ryan Coogler.

Y la referencialidad de Los pecadores continúa en opinión de este cronista. En Noche de miedo (Fright Night, Estados Unidos, 1985), de Tom Holland, se suceden los guiños a los filmes de terror de la productora británica de referencia Hammer Films se suceden, empezando por un sensacional Roddy McDowall en la piel de un actor en paro, una especie de sosias del cazavampiros Van Helsing, un tanto superado por los acontecimientos, pero definitivamente eficaz en su lucha frente a un vampiro de modales distinguidos encarnado por Chris Sarandon y su séquito. Jóvenes ocultos (Lost Boys, Estados Unidos, 1987), de Joel Schumacher, es un filme que, bajo la estructura de las disfrutables películas “de moteros” que en los años 60 la productora American International Pictures estrenaba con mucho éxito, posee igualmente una trama vampírica, donde un inquietante Kiefer Shutherland, interpreta al líder vampiro de un grupo de bikers marginales que siembran el terror en un pequeño pueblo costero bañado por el Océano Pacífico.

Estos dos filmes emblemáticos de la década de los 80 sentaron importantes y definitivas bases, no solo de la mescolanza del terror vampírico con la comedia. Además, apuntalaron las reglas de cómo tratar los chupasangres en el celuloide y en particular, de cómo aniquilarlos. Ajo todo el que se pueda, plata, agua bendita, estacas de maderas improvisadas con lo que sea (patas de sillas, trozos de mesa, palos de billar, etc.) que hacen chorrear hemoglobina a borbotones a rabiar mientras la vida se escapa del cuerpo vampirizado. También está en estos filmes la idea de que hay que permitir entrar al vampiro al lugar cerrado.

Filmada en IMAX

Ryan Coogler ha filmado todo este desfile vampírico-musical con ayuda de la tecnología de cámaras IMAX (su exhibición es en pantallas de 24 metros de altura). Se promociona igualmente prometiendo una experiencia litúrgica, la de propiciar emisiones en celuloide a lo largo del planeta.

Entre los agradecimientos finales figura, precisamente, el nombre del cineasta británico Christopher Nolan (de 54 años de edad al momento de estreno de Los pecadores y en pleno proceso de rodaje de su ambicioso film The Odyssey), toda una autoridad en el sistema de proyección cinematográfica, que parece haberle ganado la batalla a las proyecciones en 3D. Ha dicho el joven realizador oriundo de Oakland, California (de 38 años cuando acomete su quinto filme como realizador) lo siguiente respecto a su consulta al experimentado cineasta británico: “Suelo pedirle consejo acerca de la vida, pero en esta ocasión, se lo pedí acerca de trabajar con el IMAX. Fue al primero a quien llamé”.

Por otra parte, el tráiler promocional deja perfectamente claro y pone de relieve el giro que va a dar el filme. Con lo cual, si lo has visto (como para no verlo si vas regularmente al cine), ya conoces algunas sorpresas y giros importantes de antemano. De todas formas, si no has visto su tráiler, no importa, enseguida sospecharás del “giro” de Los pecadores. La suspicacia cinéfila se instalará igualmente en tu cabeza, cuando seas capaz de responder a la pregunta ¿por qué los exhibidores pasan los avances de la última entrega de la saga de muertes tan imaginativas como macabras, Destino Final?, ¿o del slasher con ribetes fantásticos, Until Dawn (EEUU, 2025), de David F. Sandberg?

Resulta paradójico tanto respeto a la hora de exhibir este filme (según donde vivas tendrás sala que emita en celuloide y/o en IMAX, o no), para luego revelar en el tráiler claramente las claves y giros narrativos. Es evidente que para los exhibidores prima hacer un montaje-resumen de todo lo atractivo de la película, para asegurarse el reclamo a los espectadores, especialmente los más jóvenes, que permitirles llegar “vírgenes” a la pantalla de exhibición.

Los pecadores, de Ryan Coogler.
Los pecadores, de Ryan Coogler.

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SI BAILAS CON EL DIABLO… LOS PECADORES (SINNERS, ESTADOS UNIDOS, 2025) DE RYAN COOGLER.

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2. CONTRIBUCIONES ARTÍSTICAS E INTERACCIONES. UNA PELÍCULA DE ATMÓSFERA