Los pecadores, en resumidas cuentas, es un filme vigoroso, divertido, desprejuiciado, con el aroma de filmes más habituales de ver en décadas pasadas. Su planteamiento e inicial desarrollo es definitivamente estimulante. Sin embargo, posee igualmente la alarmante incontinencia del cine en estos tiempos de plataformas, donde “más es más”, es decir, donde todo debe de ser excesivo y las películas tienen que durar, lo necesite o no, más de 135 minutos como regla general.
El filme de Ryan Coogler, en otras palabras, no parece saber calibrar cuándo debe detenerse, cuando ser contenido y terminar dejando un buen sabor de boca. Es una lástima, porque las numerosas situaciones brillantes, son expandidas hasta la saciedad sin otra necesidad aparente que la referida de devorar minutos de metraje.
La historia transcurre en 24 horas
Frente al “dicho y hecho” respecto a la compra del aserradero de los gemelos por la mañana y esa misma noche ya está preparado todo (y publicitado) para celebrar la gran fiesta, a la que acude numerosa gente de color. En contraste a esa velocidad, el cineasta estira determinadas situaciones, hasta convertirlas en ciertamente redundantes. El enfrentamiento final de Stuck frente toda una “banda” de miembros del KKK, en otro intento de sorpresivo “giro de guion”, tratado como si fuese una especie de fantasía de todo afroamericano de ametrallar a los racistas miembros de la siniestra agrupación sureña, realmente suena redundante.
Previamente, tan sólo uno de ellos, Hogwood (David Maldonado) había aparecido en escena, al comienzo del filme, cuando vende el mencionado aserradero a los dos hermanos. Su aparición con su séquito por el club Juke, cuando ya toda la secuencia del asedio ha finalizado no puede ser más elástica.
Poscréditos
La larga escena poscréditos, ambientada, como el epílogo el 16 de octubre, de 1992, por otra parte, juega como guiño a los filmes de los 80 mencionados. También a la nostalgia que impregna la propia filosofía congénita a las identitarias características de la música blues. Por supuesto, constituye un guiño a las estructuras apuntaladas en el universo compartido de Marvel en el cine. Sin embargo, extrapolada esa secuencia tan larga a este filme, francamente, poco aporta a la narrativa central.
En cualquier caso, es un filme bastante más disfrutable que la decepcionante e interminable anterior película de Coogler, Black Panther: Wakanda forever, de 161 minutos, ese regreso banal e innecesario al imaginario país africano después del estupendo primer film y de la muerte del actor principal, Chadwick Boseman.
Los pecadores, por tanto, carece de la contención y contundencia de Fruitvale Station (Estados Unidos, 2013), su maravilloso debut, de apenas 90 minutos. Este era un filme profundamente anclado en la necesaria reivindicación por los derechos civiles de la población afroamericana en la segunda década del milenio, la de los asesinatos de Ferguson y Minneapolis y surgimiento de movimientos como el Black Lives Matter. Carece también de las habilidades desplegadas en ese atractivo replanteamiento de la saga Rocky que es Creed (Estados Unidos, 2015), magníficamente realizada. El mejor, con diferencia, de los tres filmes que componen de momento este reboot (el único de los tres por cierto acometido por Coogler).

Gánsteres, romance, contrabando de alcohol, planos cenitales de los campos de algodón, buena música (que se reparte entre el blues, el góspel y el ragtime), unos planos secuencia de ensueño, así como generosas dosis de hemoglobina y elementos fantásticos, en plena américa de la segregación racial inundan las prodigiosas imágenes del filme.
Escrita y dirigida por Ryan Coogler
El guion está hábilmente trufado de referencias históricas para dotar de autenticidad a la narración. Destacan la mención a Mound Bayou, la ciudad del estado de la magnolia, fundada en 1887 por antiguos esclavos; a Jim Crow, el término peyorativo utilizado para referirse despectivamente a los afroamericanos, utilizado para denominar las leyes que durante tantos años apuntalaron la segregación racial; a la (insólita) utilización del dinero confederado, expedido durante la guerra de secesión.
Detalles de este tipo configuran el atractivo y rico ecosistema que promete y entrega con creces el quinto filme de su director y contribuyen de manera óptima a una convincente ambientación. El viaje y la evocación están asegurados y servidos con rotundidad y energía en una experiencia destinada a ser disfrutada.
Si echabas de menos algunos de los filmes de los 80 referenciados, y otros, la película constituye en todo un goce a nivel referencial, visual y sonoro. No es poco, pero una lástima que no se mantenga en unos 100 minutos de metraje.
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SI BAILAS CON EL DIABLO… LOS PECADORES (SINNERS, ESTADOS UNIDOS, 2025) DE RYAN COOGLER.
1. PUNCHLINES, INFLUENCIAS Y LLAMADAS
2. CONTRIBUCIONES ARTÍSTICAS E INTERACCIONES. UNA PELÍCULA DE ATMÓSFERA
3. ALGUNOS SERVILISMOS DE LA ERA DE LAS PLATAFORMAS