Cada una de las diferentes visiones cinematográficas de The Body Snatchers de Jack Finney tratan de expresar una metáfora o una parábola acerca de los reales peligros de la alienación colectiva, de la incomunicación humana, así como de ciertas paranoias conspirativas a propósito de la conversión de la población del planeta en seres gélidos, sin emociones ni sentimientos, sin dolor, sin amor y sin inquietudes. También se erigen en una oportunidad de oro para poner en evidencia y denunciar auténticas “vergüenzas históricas”, como la célebre “caza de brujas” o la persecución del comunismo emprendida en Hollywood a partir de 1947 por parte del Comité de Actividades Antiamericanas presidido por el Senador McCarthy. La persecución del referido comité se vio “complementada” por la delación practicada por parte de algunos cineastas como Edward Dmytryk o Elia Kazan. En definitiva, aquello que hicieron los “nuevos ricos” de Hollywood para “conservar sus piscinas”, en palabras de Orson Welles.

A la referida persecución del comunismo en Hollywood, podemos añadir las dictaduras florecientes en países latinoamericanos y africanos durante los años 60 y 70 del siglo XX y que sirvieron de coartada a los diferentes mandatos estadounidenses para derrocar gobiernos.

Podemos identificar igualmente, en tercer lugar, algunas advertencias sobre los peligros del auge del militarismo, propio de diversas épocas y lugares, como el despliegue estadounidense sobre Vietnam en los referidos años 60 y 70 para frenar el avance del comunismo. La pretendida política internacional de Ronald Reagan en los años 80 con Latinoamérica, por ejemplo, o las dos guerras del golfo, la primera a comienzos de los 90 y la segunda en el nuevo milenio, bajo los respectivos mandatos presidenciales de George Bush Sr. y George Bush Jr. parecen latir de fondo bajo las distintas adaptaciones.

DIFERENTES REFLEJOS EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

De alguna manera, todas estas inquietudes universales cristalizan, como decimos, a lo largo de las diversas épocas en las que se han ido estrenando las distintas adaptaciones realizadas de la prosa del escritor oriundo de Milwaukee, Wisconsin, Jack Finney. Cineastas tan diferentes entre sí como Don Siegel, Philip Kaufman, Abel Ferrara y Oliver Hirschbiegel, han gozado de óptimas oportunidades para interrogarse acerca del destino de la humanidad.

La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956)
La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956)

En las soberbias imágenes de la primera de las versiones, La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion Of The Body Snatchers, EE. UU., 1956), puede palparse ese ambiente de delación. Hasta tal punto es así que este filme y otros como Solo ante el peligro (High Noon, EE. UU. 1952) de Fred Zinnemann, permanecen históricamente como alegorías del macartismo.

Por otra parte, esta primera versión, rodada en tan solo 20 días, con un presupuesto de supervivencia, pero con una pericia técnica asombrosa y un texto muy bien armado, obra del guionista Daniel Mainwaring, se erige en una ejemplar cápsula narrativa de apenas 76 minutos. Pese a su prólogo y epílogo, claramente impostados desde producción, el metraje transcurre como un relámpago, constituyendo un prodigioso ejemplo del rico y variado camino emprendido en el género de ciencia ficción de la década de los años 50 del siglo XX por parte el cine estadounidense.

La invasión de los ladrones de cuerpos, versión 1956, deviene igualmente en un muestrario de la solvencia de un realizador, Don Siegel, destinado a crear obras relevantes en el cine americano en general en las décadas venideras. Secuencias como el descubrimiento del protagonista de que su amada se ha convertido en un ser invasor del espacio, o el primer contacto de los protagonistas con las vainas espaciales en el invernadero y el escalofriante proceso de sustitución y fabricación del clon del cuerpo humano, poseen mucha fuerza visual.

The Body Snatchers (Abel Ferrara, 1993.
The Body Snatchers (Abel Ferrara, 1993).

La acción en la versión dirigida por Abel Ferrara, Los secuestradores de cuerpos (The Body Snatchers, EE. UU. 1993), figura anclada al espacio geográfico de una base militar. En este irregular filme, los invasores del espacio revelan un plan de invadir Estados Unidos mediante el sometimiento previo de las diferentes bases militares ubicadas a lo largo de la geografía estadounidense. En esta ocasión se pone el foco en la paranoia de la reducida población de la ciudadela militar, donde el insomnio y la inquietud de unos personajes respecto a la deriva de otros, va tomando terrible forma, sin prisa, pero sin pausa, en los términos que ya conocemos.

Abel Ferrara y la invasión desde dentro

Basada igualmente en el relato de Finney, esta vez adaptada de un modo más libre, la versión de Ferrara fue concebida en sus inicios por gente con reconocido talento y solvencia en el género fantástico, como son Larry Cohen o Stuart Gordon. Si atendemos al orden de los créditos del guion, deducimos claramente que la historia y la idea general de ubicación de una base militar, recayó en el referido Larry Cohen, en crédito contributivo compartido con Raymond Cistheri.

Por otra parte, siempre según los créditos aparecidos en pantalla, el primer tratamiento del script fue suscrito a cuatro manos entre los expertos en el cine de terror Stuart Gordon y Dennis Paoli (la expresión “&” entre ambos nombres, alude, según las reglas del gremio de guionistas al trabajo en equipo). Ambos ya habían escrito juntos la brillante Re-Animator (EE. UU. 1985), vista igualmente en la 9º edición del Isla Calavera. El texto resultante de esa colaboración, fue rescrito para la versión definitiva por Nicholas St. John, guionista predilecto del realizador Abel Ferrara. La personalidad del realizador italoamericano prácticamente asegura su intervención en esa reescritura final.

Como el filme de Siegel, el de Ferrara está narrado en pasado por el personaje central, interpretado por Kevin McCarthy en el filme de 1956 y por una jovencísima Gabrielle Anwar en el de 1993. Esta última versión, paradójicamente producida por Robert H. Solo, productor, igualmente, de la versión de Kaufman, probablemente fracasa porque, ni Ferrara, ni su guionista más habitual, fuesen las personas más indicadas para ilustrar una historia de un género tan codificado como la ciencia ficción y el terror. Téngase en cuenta que ambos venían de escribir y filmar una obra magistral, inclasificable, psicótica y enfermiza, sobre corrupción policial, religión y redención, con aparición de Cristo incluida, o la violación de una monja sobre el altar de una iglesia. Hablamos de la obra maestra Teniente corrupto (Bad Lieutenant, EE. UU. 1992), protagonizada por un Harvey Keitel en el mejor papel de toda su carrera. St. John y Ferrara navegan creativamente por otros derroteros más complejos y grises que aquellos tibiamente plasmados en el filme de 1993.

Y es una lástima, porque la tercera de las versiones, construida en unos parámetros de serie B, pese a producción de Warner Bros. partía de una idea interesante, poco afortunada en su plasmación en imágenes. El filme atesora un par de secuencias de cierto impacto, como la protagonizada por Meg Tilly en la piel de Carol Malone. Es el instante en el que delata a su hijastra, a su hijo y a su esposo, convertida ya en un ser inerte, sin emociones servidor de la colectividad invasora.

El otro instante certero pertenece a Forest Whitaker, en el papel del Doctor Collins, el médico del puesto militar. Su personaje que lleva detectando algo muy extraño y viene adoptando una posición aparentemente “conspiranóica”, decide suicidarse antes de claudicar, rodeado de invasores. Más allá de estos instantes de cierto brillo, la deriva de los protagonistas, Marti Malone (Gabrielle Anwar) y el soldado Tim Young (Billy Wirth), deviene en absolutamente inconsistente y despierta muy poco interés. Es como si el filme fuese dirigido por una criatura surgida de una vaina venida del espacio, en una deriva insulsa, sin alma ni vida, sin pasión ni sentimientos.

The Body Snatchers (Abel Ferrara, 1993).
The Body Snatchers (Abel Ferrara, 1993).