A medida que transcurren los años y las décadas, de todos los cineastas mencionados, las lecturas y capas de la versión de The Body Snatchers de Philip Kaufman permanecen particularmente reforzadas. De esta manera, la ubicación geográfica de la versión de Philip Kaufman de 1978, trasciende el limitado espacio de un modesto pueblo californiano de Santa Mira, y trasciende igualmente del espacio reducido de la base militar de la versión de Abel Ferrara de 1993.

El filme de 1978 constituye todo un hito al conseguir su anclaje en la realidad de su tiempo, para mayor motivo de espanto ante sus imágenes. Los componentes del género fantástico y de terror devienen en este filme, no en algo artificial o impostado. Al contrario, derivan en la plena capacidad para transmitir un realismo latente, una especie de “bomba de racimo” que implosiona en la médula espinal de la credibilidad de una historia claramente de (ciencia) ficción. No hay mentira más eficaz que aquella que se aproxima lo más posible a la realidad, decía Fiódor Dostoievski en su célebre novela Crimen y Castigo.

San Francisco, escenario simbólico

Kaufman y su guionista, W. D. Richter, toda una leyenda del género fantástico, ubican la invasión de plantas del espacio en una urbe icónica como es San Francisco. La ciudad del puente Golden Gate; de la Union Square, aquella plaza emblemática donde arrancaba el plano inicial del filme conspirativo La conversación (The Conversation, EE. UU. 1974) de Francis Ford Coppola; del edificio-pirámide Transamerica, delante del edificio Sentinel (sede del American Zoetrope creado por Francis Ford Coppola) si vienes desde la avenida Columbus y de la emblemática librería City Lights. La ciudad del majestuoso Ayuntamiento con la quinta cúpula más grande del mundo, sede del Tribunal Supremo de California. Por donde quiera que emplaces la cámara a lo largo de la ciudad, en definitiva, en sus calles empinadas, en sus casas urbanísticamente parejas, sus escaleras con pasadores de madera que conducen hacia la bahía, habrá un elemento arquitectónico o urbanístico que resuena en el imaginario colectivo.

La aludida ambientación de La invasión de los ultracuerpos en la ciudad San Francisco y en la misma época de su estreno, diciembre de 1978, finalizando una década convulsa, no es algo baladí ni casual. La sociedad estadounidense de aquellos años, de aquella década, estaba sumida en el desencanto y la desubicación de haber perdido tres importantes referentes en la vida pública. Todo ello de la manera más violenta que es posible imaginar.

Tres magnicidios

Ocurre como consecuencia de tres magnicidios durante la década anterior. Los asesinatos del presidente John Fitzgerald Kennedy en Dallas en noviembre de 1963; de su hermano, el fiscal general Robert “Bobby” Kennedy en junio de 1968 en la cocina del Hotel Ambassador de Los Ángeles; y el del reverendo Martin Luther King, líder de la lucha pacífica por los derechos civiles en abril del mismo año 1968, en Memphis, dejaron descabezada y desnortada a una sociedad, que todavía en la era actual se pregunta sobre quiénes y los porqués.

La sociedad que muestra el filme de Kaufman, por otra parte, es aquella que salió a la calle para manifestarse en contra de la intervención de su país en la guerra de Vietnam; en contra, por tanto, de la invasiva política exterior de EE. UU. y del reclutamiento masivo de la población para combatir en el país del sudeste asiático; o a favor de los derechos civiles de la población negra; o por los derechos de la mujer. Es la sociedad que procesaba las mentiras sufridas desde la presidencia como consecuencia del caso Watergate, destapado inicialmente como una aparente noticia más por parte de dos famosos periodistas del rotativo Washington Post el 18 de junio de 1972 y que concluía con la dimisión del presidente Richard Nixon el 9 de agosto de 1974.

El tiempo de Harvey Milk

La población de la emblemática ciudad californiana de 1978, además, era la ciudad que vivió los tiempos del alcalde Harvey Milk, el primer político abiertamente gay en el momento de desempeñar su cargo. Se le conoció como “el alcalde de la Calle Castro”, siendo su corta carrera significativa en la reivindicación de derechos, principalmente el derecho a “salir del armario” con dignidad y en lograr la ansiada aceptación social actual. La ejecución de Milk en el propio edificio del Ayuntamiento de la ciudad, junto al alcalde George Moscone, acontecía el 27 de noviembre de 1978, ambos de la mano del ex policía y ex concejal Dan White fue todo un golpe contra la tolerancia.

Final de una era, principio del mito

El estreno del filme de Kaufman se produjo el 22 de diciembre de 1978. Los tiempos de los “ultracuerpos” son, en definitiva, los tiempos del final de la contracultura, los años del amor libre, la era de aquella “corona de flores” que debías llevar en tu cabeza cuando visitases la ciudad, según rezaba la letra de la famosa canción convertida en una suerte de himno social.

El epicentro de todo este entramado político, demográfico y social, se erige en el perfecto ecosistema para la nueva metáfora de invasión-suplantación venida del espacio exterior. El filme arranca con una noticia auténtica que aparece en la prensa que lee el personaje protagonista. La ciudad de la costa californiana se llenaba de telas de araña.

Veronica Cartwright en la charla tras la proyección de La invasión de los ultracuerpos en el Festival Isla Calavera 2025. (c) Rommel Messia
Veronica Cartwright en la charla tras la proyección de La invasión de los ultracuerpos en el Festival Isla Calavera 2025. (c) Rommel Messia

Las relaciones humanas como síntoma

La propia Veronica Cartwright, en su presentación del pase del filme en el Festival de Cine Fantástico de Canarias Ciudad de La Laguna Isla Calavera, dejó clara la realidad de ese evento fortuito, convenientemente utilizado en el contexto del filme como si fuese la base de la llegada de las plantas del espacio. La invasión comienza, por tanto, instalándose poco a poco en la ciudad y lo hace sobre una base de realidad. La primera repercusión pública de esa invasión parece albergar una especie de crisis colectiva en las relaciones de pareja. De repente, aparecen algunos ciudadanos que manifiestan que su pareja no es tal.

El terapeuta interpretado por Leonard Nimoy hace su diagnosis social. Deja claro que en la sociedad aletea un enorme “miedo al compromiso” que se proyecta en esa circunstancia de no querer reconocer a su compañero/a de vida. ¿Realidad de las relaciones de pareja fruto del amor libre que caracterizó la década? ¿Realidad consecuencia de ciertas derivas de mentalidad reivindicativa también propias de la década? Lo cierto es que el poder de convicción que el filme va generando en la audiencia es directamente proporcional, como decíamos, a la consistente base real con la que se va edificando la historia.

Una sociedad emocionalmente anestesiada

La actriz Veronica Cartwright añadió en su entrevista post screening, un componente demoledor que de alguna manera refleja la alienación de la sociedad de finales de los años 70 en EE.UU., que sirve, junto a los factores expuestos, de inquietante “caldo de cultivo” para este portentoso filme. Había mucha gente “metida en la droga” y que “iba por la calle colocada”, afirmó la intérprete. Durante la filmación, sostuvo la actriz, presidía la sensación de una sociedad que se veía anulada emocionalmente. El referido diagnóstico en torno a una ciudad emblemática provista de un ecosistema de presencia de sustancia psicotrópicas coincide, desgraciadamente, con el que pueda obtener cualquiera que pasee o lo haya hecho en la actualidad por las calles de San Francisco.

Puede apreciarse el auge del consumo del fentanilo, ese opioide fabricado en laboratorio, que, como suele ocurrir, trasciende de su origen y aplicación médica, es decir, un medicamento contra el dolor que debe ser recetado bajo supervisión médica estricta. Así, es fabricado ilegalmente, o sustraído y vendido como droga callejera. Esta sustancia psicotrópica produce nefastos efectos sobre el cuerpo humano. Hace estragos entre los habitantes de la ciudad. Al pasear por las calles y avenidas da la sensación de hacerlo entre zombis o muertos vivientes. También de encontrarte en esquinas y rincones con gente literalmente tirada en el suelo, de una manera tan inmóvil, que parece yacer muerta.

Veronica Cartwright en la charla tras la proyección de La invasión de los ultracuerpos en el Festival Isla Calavera 2025. (c) Rommel Messia
Veronica Cartwright en la charla tras la proyección de La invasión de los ultracuerpos en el Festival Isla Calavera 2025. (c) Rommel Messia

Reflejos políticos en el siglo XXI

Por si todos estos fenómenos coetáneos al estreno filme no fuesen suficientes, La invasión de los ultracuerpos posee múltiples lecturas en clave de actualidad como se apuntaba. Bien entrado el milenio, el año de la 9ª edición del Isla Calavera, el filme constituye todo un reflejo de unos tiempos de líderes políticos absolutamente vacíos, mediocres, populistas, demagógicos que viven profesionalmente de la política (no comparecen a la primera línea de la vida pública para servir y ayudar a la sociedad, concepto éste completamente descartado de la vida en primera línea). La clase política sobrevive de enfrentar a los diferentes sectores de la sociedad, no de servir y mejorar la vida de la gente. Lejos de venir a gobernar y de arreglar los problemas más acuciantes de la sociedad, viene a reabrir viejas heridas, a enfrentar y dividir de manera irresponsable a la ciudadanía, en lugar de crear políticas de armonía. De esta manera se erigen, en definitiva, en una parte considerable del problema global. Peor aún. Desde ciertos sectores de la política y de los gobiernos, se pretende obtener una especie de “pensamiento único” de la ciudadanía. O piensas como ellos, o estás contra ellos, ignorando que la vida es una gran zona gris llena de matices.

Pensamiento único y pérdida de matices

Como consecuencia, expresar libremente las opiniones te convierte en “una mala persona”, una persona difamatoria, que extiendes bulos y mentiras. Te conviertes de la noche a la mañana en un fascista o un antipatriota, como parte de una campaña de desprestigio y estigmatización. La presión a otros poderes del estado y la falta de respeto por la disidencia, son las actuales monedas de cambio. Es, en definitiva, como si nuestras sociedades estuviesen sufriendo una invasión de vainas venidas del espacio exterior, tendente a aniquilar las particularidades de pensamiento, acabando con sus sentimientos, emociones e idiosincrasias. En definitiva, con las riquezas culturales y diversidades de opinión.

Afortunadamente, un filme como La invasión de los ultracuerpos puede erigirse en un faro que nos guía, que nos alumbra y nos advierte metafóricamente de algunos de todos los peligros expuestos más acuciantes. Peligros que, por el momento, no provienen del espacio exterior, sino, insistimos, de nuestros gobernantes y nuestra clase política y de otros sectores de la sociedad, que muestran pruebas constantes de estar definitivamente alienados y desquiciados.

Veronica Cartwright en la charla tras la proyección de La invasión de los ultracuerpos en el Festival Isla Calavera 2025. (c) Rommel Messia
Veronica Cartwright en la charla tras la proyección de La invasión de los ultracuerpos en el Festival Isla Calavera 2025. (c) Rommel Messia

La ciudadanía como resistencia

En la mencionada línea, la actriz británica Veronica Cartwright añadió un factor importante en su entrevista posterior al pase del filme de Kaufman. El filme, para la actriz, es relevante en 2025 puesto que hay mucha gente que, ante lo que se está viendo estos días en EE. UU. y en el mundo, prefiere anularse emocionalmente y no enfrentarse a todo ello. Es, precisamente, lo contrario de lo que hay que hacer, en palabras de la invitada. Para ella, ante los actuales acontecimientos de su país, a los que hay que mostrarse “vigilante” y prevalecer. Por suerte, la propia ciudadanía de a pie, como los héroes de las diferentes versiones de los usurpadores de cuerpos, está dispuesta a rebelarse contra ese “nuevo orden”, librando las propias batallas en actos de heroísmo y nobleza cotidiana.

LAS VAINAS DEL ESPACIO QUE INVADIERON SAN FRANCISCO EN 1978. EL FARO QUE AÚN NOS GUÍA EN 2025

1. IDEAS INTRODUCTORIAS. UNA CONVERSACIÓN CON VERONICA CARTWRIGHT SOBRE EL FILME DE 1978

2. DIFERENTES MIRADAS Y PARÁBOLAS. DIFERENTES REFLEJOS EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD. LAS VERSIONES DE DON SIEGEL Y ABEL FERRARA

3. LAS CONNOTACIONES HISTÓRICO-SOCIOLÓGICAS QUE HABITAN EN LA INVASIÓN DE LOS ULTRACUERPOS EN 1978