“La araña corría hacia él sobre la oscura arena, agitando enloquecida unas patas que parecían tallos. Su cuerpo era un huevo gigante y satinado que temblaba lúgubremente mientras se deslizaba entre aquellos montículos por los que no corría ni un soplo de aire, dejando a su paso una estela de puntos.
El hombre se quedó paralizado. Vio el destello venenoso de los ojos de la araña; la vio trepar por un palo que parecía un tronco, alzando su cuerpo sobre unas patas que se movían tan deprisa que apenas eran trazos confusos. Las patas le llegaban a la altura de los hombros.”
Richard Matheson
El Increíble Hombre Menguante
El ciclo del mes de abril de 2021 del Aula de Cine de la Universidad de La Laguna (ULL) comenzó con fuerza. Las restricciones sanitarias obligaron a reprogramar el previsto y merecido homenaje dedicado a la realizadora Kathryn Bigelow, por la duración de sus películas, todas de duración igual o superior a las dos horas y media. Ciclo ese que por supuesto tendrá lugar en otro momento del año.
Este entrañable recorrido por la edad de oro de la ciencia ficción de los años 50 propuesto por el Aula de Cine de la ULL, con el apoyo del Festival de Cine Fantástico Isla Calavera, cuya quinta edición estará prevista para el próximo mes de noviembre, comenzó con El Increíble Hombre Menguante (The Shrinking Man), delicioso clásico, cronológicamente el más tardío en el tiempo de los que veremos, pero toda una declaración de principios para iniciar este peculiar viaje, que adapta una novela absolutamente prodigiosa, obra de un autor prolífico y muy certero con sus parábolas de anticipación, y que no siempre ha tenido la merecida suerte en sus adaptaciones para la pantalla.
Para la introducción del ciclo y del filme, se realizó una presentación larga que moderó Ramón González, codirector del Aula, y donde intervinieron el profesor de Audiovisuales de la facultad de periodismo de la Universidad de La Laguna, Fernando de Iturrate Cárdenes y el filólogo Manuel Díaz Noda, director del programa Días de Radio Noches de Cine y crítico de TUMBAABIERTA.COM.
Fernando, perfecto conocedor de este género, contextualizó el absoluto pánico de los estadounidenses a una guerra nuclear con la extinta URSS, en el marco de una tensa guerra fría, donde ambas potencias poseían armas nucleares, y donde permanecía reciente el uso de éstas y sus repercusiones en Hiroshima y Nagashaki. Los EEUU en aquellos años finales de la segunda gran contienda, eran los únicos que tenían la bomba atómica.
Directores como William Wellman, Fritz Lang o Samuel Fuller realizan películas de corte noir, donde el peligro nuclear está muy presente. En 1949, Fernando comenta que EEUU ya no son quienes tienen en exclusiva la bomba atómica. Los soviéticos probablemente gracias a la red de espías sobre suelo estadounidense, ya la tienen. En ese miedo atómico, se encuentra el germen de la edad dorada del género de ciencia ficción. Se refleja inevitablemente en las películas que se hacen. El cine aprovecha ese miedo poblacional y de alguna manera nos advierte de los límites que se rebasan con las pruebas atómicas y de las consecuencias que la utilización de la radiación con fines beligerantes, nos pueden acarrear a la especie humana.
Las pantallas se llenan de invasiones extraterrestres, o filmes con esperanzador de gente del espacio, o de monstruos resurgidos de edades remotas, como consecuencia de las peligrosas pruebas y ensayos con la energía atómica. Fernando apuntó que en el ciclo están programadas dos películas “de monstruos”, que son El Monstruo de los Tiempos Remotos (The Beast of 20.000 Fathoms, EEUU, 1953), de Eugéne Lourié, y La Humanidad en Peligro (Them!, EEUU, 1954), de Gordon Douglas, y también un filme esperanzador de mensaje, que es el que cierra el ciclo: Ultimátum a la Tierra (The Day The Earth Stood Still, EEUU, 1951).
En 1955, con la muerte del senador McCarthy, impulsor de la nefasta Caza de Brujas donde se instauró una paranoia anticomunista en la sociedad estadounidense, viene otro tipo de cine, un poco más arriesgado, con un mensaje esperanzador, que habla de quienes somos, de donde venimos a donde vamos y de nuestro lugar en el mundo. Y surgen películas como El Increíble Hombre Menguante, un filme con un mensaje maravilloso que, según Fernando, nos llega a los espectadores bastante bien.
Para Ramón, El Increíble Hombre Menguante es un filme claramente filosófico, humanista, y un filme realmente importante en la ciencia ficción con un final nada propio de la época.
Una novela de Richard Matheson
Para Manu Díaz Noda, resulta imprescindible la referencia al escritor Richard Matheson, uno de los autores más imaginativos de novela fantástica en aquellos años. Sus novelas y sus relatos abarcan un espectro enorme de temas, sin salirse del género. El Increíble hombre menguante es una de sus novelas más conocidas, pero la más famosa es Soy Leyenda. Manu recomienda la reciente publicación en dos tomos de toda su obra cuentística, que nos dan la medida de cuan amplio era su temario fantástico.
Para Manu, Matheson cultivaba un tipo de narrativa fundamental e inspiradora para autores posteriores como Stephen King. Un género fantástico que surge de lo real. El Increíble hombre Menguante parte de una realidad cotidiana, de la vida en la clase media, con un componente que desestabiliza todo y hace que el personaje se replantee su existencia.
Manu resaltó igualmente la figura de Jack Arnold, un realizador clave en la proliferación de este género fantástico en esta década prodigiosa de los años 50. Arnold, que como muy bien apuntó Fernando, también dirigió westerns, es el director de La Mujer y el Monstruo (Creature from the Black Lagoon, EEUU, 1954) y Tarántula (Tarantula, EEUU, 1955).
Arnold tenía una habilidad especial para estos proyectos de serie B, ejecutados con una labor técnica impecable, pero al mismo tiempo las lleva un poco más allá. Son películas dirigidas al gran público, y, al mismo tiempo, están provistas de un mensaje que las ha hecho trascender. Con el paso del tiempo se han convertido en filmes de auténtico culto.
Los efectos especiales son tan inspiradores, apunta Ramón, que los consumimos hasta bien entrados los 80 y 90 del siglo XX, hasta poco antes de la entrada de la revolución digital.
Uno de los retos para este filme, era conseguir que el decrecimiento del personaje se marque por el entorno. Se emplearon diferentes escalas de decorados, señaló Manu.
Ramón destacó las fotografías que pueden verse en internet absolutamente icónicas, con los tramoyistas de Universal transportando los elementos gigantes del decorado (tijeras, hilo de coser…) que hacen que el actor parezca más pequeño. Se realiza, apunta Manu, un trabajo minucioso para que la escala del decorado marque el descenso físico del personaje, resaltando la importancia de la casa de muñecas que aparece en el filme.
Para Manu, sin revelar nada de la trama, el principio y el final huyen de la explicación racional. Esa circunstancia nos permite a cada uno de nosotros reflexionar sobre lo que ha ocurrido. Nunca un sótano fue tan divertido, termina por apuntar Ramón.
Una joya del fantástico
El Increíble hombre menguante es uno de esos filmes que muchos niños y adolescentes españoles descubrimos gracias a aquél mítico espacio de TVE denominado Mis Terrores Favoritos, dirigido y presentado por nuestro Narciso Ibáñez Serrador, que tantas joyas del fantástico nos reveló.
Quien esto escribe años después, durante el estudio de la carrera de Derecho, tuvo la oportunidad de rememorarla en la enorme pantalla del Paraninfo de la ULL, mucho antes de su restauración, en una copia que recuerdo excelente y una proyección de domingo por la tarde como colofón a una programación semanal maratoniana dedicada al género fantástico.
En este 2021, la Sala 1 de Multicines Tenerife destinada a la programación de la ULL, vibró con este pase absolutamente memorable, maravillosamente introducido y que completó el aforo permitido por la pandemia.