La carrera profesional de Jerry Goldsmith constituye toda una algarabía de satisfacciones, en una vida de constante descubrimiento y aprendizaje pese a una pronta consolidación. La satisfacción para el cinéfilo receptivo está servida. Goldsmith es un crisol de sonidos muy presentes en el ADN de sus fans, especialmente de aquellos que crecimos durante los años 70 y 80 del Siglo XX, que, a fuerza de atar cabos, empezamos a calibrar el conjunto de obras que tenían el denominador común de un mismo compositor. Un músico provisto de una sonoridad muy peculiar, condensados en muchos de los filmes que aquellos años devorábamos en las salas de cine.

A fuerza de escuchar las bandas sonoras de aquellos filmes que se estrenaban, no sólo nos maravillamos, es que se nos creaba la auténtica necesidad de escuchar los previos trabajos. Las revistas especializadas (no había internet al alcance popular) nos avanzaban datos. Goldsmith alcanzó un esplendor tempranamente en los años 60 con bandas sonoras realmente prodigiosas. El lirismo y la contundencia que subraya el drama y el sentido del deber en el leitmotiv del soberbio western Río Conchos; el tono crepuscular de Los Valientes Andan solos (cuyo protagonista, Christian Aguilera compara acertadísimamente con John Rambo de Acorralado, de Ted Kotcheff); el osado y vanguardista minimalismo atonal de El Planeta de los Simios, que marcaría un antes y un después; o la solemne marcha militar de Patton, acorde con la grandilocuencia del personaje. Todas ellas son obras mayúsculas.

¿Y qué decir de la épica partitura de Las Águilas Azules? Un filme sobre la ambición y la competitividad en pleno conflicto bélico (la Primera Guerra Mundial), que merece unas notas musicales a su altura. Sin la menor duda, nos hallamos ante porciones de la historia del cine, que descubrimos muchos gracias al furor del reproductor de video, y en concreto, del sistema VHS que se instauró de modo generalizado, y que en los 80 acaparó nuestro ocio y llenó las estanterías de las voluminosas cintas de video, mucho antes de la era digital, y con ella el DVD y el Blu Ray o el 4K.

En los cines, los solemnes compases de Goldsmith para El Viento y el León, de John Milius, que recogen el poder de fascinación del personaje central interpretado por Sean Connery; el acompañamiento sonoro a las andanzas de John Rambo en pleno bosque, enfrentado al Sheriff local y a la guardia nacional; los inquietantes acordes que anuncian y acompañan a los espíritus de Poltergeist, de Tobe Hooper; o la trilogía del hijo del anticristo, Damien, tuvieron sonoridades musicales que jamás olvidaremos.

Por no mencionar su espléndido trabajo para Lionheart, de su amigo Franklin J. Shaffner, un filme muy difícil de ver. Su apoteósica banda sonora, editada en dos discos vinilo, inmediatamente formó parte de nuestras vidas y de nuestros sonidos predilectos. La desaparición de Goldsmith en 2004 deja un enorme e insustituible vacío en el fascinante mundo del soundtrack que irremediablemente añoramos muchísimo. Una profunda melancolía flota en el aire en la escucha de cada CD o Disco Vinilo del Gran Jerry Goldsmith.

El manual comienza con un prólogo de alguien que no necesita presentación, como es Robert Townson, un nombre fundamental en la difusión de la Banda sonora. Fue presidente del sello musical Varèse Sarabande, durante 30 años, con más de 1400 volúmenes publicados durante su mandato, así como responsable de la restauración de bandas sonoras míticas que han hecho historia. Townson es organizador y productor de conciertos, como el del 22 de julio de 2022 en Los Ángeles, en el Walt Disney Concert Hall, que con ocasión al 40 Aniversario de Conan el Bárbaro (Conan The Barbarian, EEUU, 1982), de John Milius, rinde merecido tributo a otro compositor excepcional que fallecía prematuramente en 2006 víctima de cáncer: Basil Poledouris.

Continúa en la lectura del libro una sentida reflexión de Christian en torno a su propia evolución personal, forjando su conocimiento cada vez más exhaustivo y a su fascinación en torno al autor del Score de El Planeta de los Simios. Todo ello al haber tenido el privilegio de asistir a los conciertos dados por Goldsmith en España, en La Maestranza de Sevilla, en octubre de 1993 y en el Auditorio de Barcelona en diciembre de 1999. En ese período Christian tenía clara la necesidad de un manual sobre el maestro Goldsmith, y que algún día lo escribiría, superados ciertos compromisos y objetivos literarios.

Un apartado genérico desde el punto de vista historicista emprendido por parte de Jaume Carreras, con unas reflexiones sensacionales en torno a la partitura atonal de El Planeta de los Simios, preceden al pormenorizado retrato de la compleja cartografía musical de un compositor sin igual en la historia de la música en el cine. Resulta muy emotiva la reproducción de las palabras que Franklin J. Schaffner y Jerry Goldsmith se dedican mutuamente a su larga y sentida colaboración. La no menos extensa, e intensa, evolución profesional del artista y la suerte que tuvo de tomar en su camino con gente como Miklós Rózsa o Alex North, son abordadas en el manual para dar sentido a su trayectoria y a ciertas tomas de decisiones en su carrera musical.

La carrera del compositor es profundamente variada. Goldsmith posee trabajos en todos los géneros. Sus más de 160 trabajos incluyen filmes de contenido claramente político y de denuncia (el contundente movimiento de geopolítica que plantea Siete Días de Mayo; la experimental Plan Diabólico; el juego de suspense y apariencias de Capricornio Uno; o el característico uso de los instrumentos de viento de Goldsmith para la reivindicativa Alerta Misiles), figuras militares relevantes (grandilocuencia musical a la altura del personaje, en Patton, una partitura más evocadora y reflexiva para McCarthur, El General Rebelde), thrillers (el agónico lirismo de Fuga Sin Fin; el subrayado de la amenaza que no cesa, pese a la aparente tranquilidad, en Durmiendo con su enemigo, los recovecos de la ley en tonos poco efectistas para Ley Criminal; e Instinto Básico, o Goldsmith “jugando a» Bernard Herrmann), Películas de Espías (Flint Agente Secreto, y su secuela, F de Flint, o La Casa Rusia, que contiene una de las bandas sonoras más hermosas asociada a un personaje y sus sentimientos), Films noirs (Chinatown, L.A. Confidential, ambas bandas sonoras se complementan maravillosamente, donde el uso de la trompeta es esencial en las dos), y Westerns (desde Río Conchos y los comienzos de la solemnidad musical, a Cuatro Mujeres y un Destino, pasando por la idea de “comenzar de nuevo” como motor vital de los personajes principales de Hacia Los Grandes Horizontes (remake de La Diligencia). El ajuste de cuentas después del tiroteo del OK Corral nunca estuvo mejor delimitado en términos sonoros como en La Hora de las Pistolas. Bandolero y Cien Rifles exploran la vía fronteriza del primer western mencionado. La despedida de Howard Hawks con Río Lobo, y la guitarra de cuerda que rememora, otra vez, el leitmotiv de Río Conchos.

Goldsmith también ha musicado películas bélicas (la reflexión sobre el poder en Primera Victoria, el tortuoso relato de espionaje en alta mar en Morituri, y las hazañas bélicas en El Coronel Von Ryan vieron su reflejo en tres partituras perfectamente delimitadas entre sí) y cine de aventuras (el intimismo y la grandilocuencia a partes iguales en Papillon, Las Minas del Rey Salomón, o Goldsmith derivando hacia John Williams, la vitalista partitura de Baby: El Secreto de la Leyenda Perdida, la obra maestra musical Lionheart, el tono de leyenda y emoción contenida de El Primer Caballero o la fanfarria épica El Guerrero número 13 -atención al excelente instante musical donde el personaje interpretado por Antonio Banderas va progresivamente aprendiendo el lenguaje vikingo-).

Finalmente, los filmes de animación tienen cabida en su vasta trayectoria (la intimista partitura para el bellísimo filme Nimh, el Mundo secreto de la Sra. Brisby, o su particular solemnidad llevada a la leyenda de Mulán), como también el cine de acción (la vinculación de Goldsmith a Carolco Pictures, cuyo logo posee la fanfarria, a partir de Acorralado, continúa con el uso del sintetizador en Traición sin Límites y la suite orquestal de Desafío Total), o el cine de catástrofes, tanto cuando estuvo de moda en los años 70 (las intrigantes El Puente de Cassandra y El Enjambre, todos unos ejemplos de música descriptiva, sin un abusivo subrayado sonoro), como los exponentes 20 años después del apogeo, es decir, Decisión Crítica y Air Force One: El Avión del Presidente, que fusionan el género con el actioner.

En definitiva, una obra complejísima dentro del panorama de cine estadounidense, que en las décadas de los 80 y 90 supuso toda una eclosión musical, y mágicos instantes álgidos en la carrera de Goldsmith, y en la vida de sus fans. Ecosistema que, en el caso del músico que nos ocupa, proporcionó, además de las mencionadas, dos partituras imprescindibles.

Hoosiers: Más que ídolos, que acompaña melódicamente y en plena fusión, las sensaciones de la intensidad de los encuentros profesionales de baloncesto. Como sostiene Aguilera en el libro, al ser una producción de bajo presupuesto, no se pudo costear una orquesta, de modo que en el score impera el sintetizador, con excepción del preámbulo del film.

Bajo El Fuego constituye un filme contundente y bastante melancólico sobre la intervención estadounidense en Nicaragua en plena Era Reagan, y un tratado sobre la integridad periodística. Sobre este soberbio soundtrack, Christian Aguilera afirma que “…Goldsmith adecuaría un score que representa todo un magisterio a la hora de calibrar las opciones que ofrece un espacio dramático minado de diálogos-dispuestos con un marcado carácter de denuncia-incriminando dos propuestas musicales que, lejos de estorbarse, acaban “conviviendo” en armonía. La Primera persigue la contextualización del relato a través de una sonoridad autóctona…y la otra se desliza sobre el terreno de los sentimientos amorosos…”. Dos de los mejores trabajos de Goldsmith para quien este texto suscribe.

Jerry Goldsmith: Un camaleón musical
Jerry Goldsmith: Un camaleón musical