Puede parecer otra historia más de una noche de Halloween olvidada en un pueblo norteamericano de los sesenta. Puede sonarnos a mil cosas, vistas y leídas desde hace décadas, pero no nos equivoquemos amigos, estamos ante algo que fue y sigue siendo, un referente literario para hablar de la muerte a los más pequeños.
Reeditada recientemente por la Editorial Minotauro, refrescar este clásico de la literatura o leerlo por primera vez está muy asequible, a la mano de cualquier “huesudo” con apenas doce euros. Un dinero bien gastado para una historia que no olvidarás nunca, y puede que el señor Mortajosario se acuerde de ti algún día.
La historia gira en torno a unos chicos y su particular noche de Halloween, polvorienta y sucia como las tardes en el bosque de Huckleberry Finn. Sus planes darán un giro inesperado cuando uno de ellos, el chico sin miedo, el osado Huck de esta historia se queda atrás. Deja a sus no tan atrevidos amigos, al frente de su propio rescate, que tendrá que realizarse desde los aposentos de la propia muerte, al pie del verdadero y único árbol de Halloween.
Ray Bradbury nos lleva por algunas de esas noches de los muertos a través de los ojos de unos chavales que lo darán todo por salvar la vida de su amigo Pipkin. Nos lo cuenta a través de los ojos de unos niños de mentes abiertas, deseosas de conocimiento y aventuras.
La Noche de los Muertos, una tradición que ha recorrido siglos de historia y cientos de tribus, etnias y poblaciones. Llena de misterio y oscuridad, de intriga y pasión, su atractivo es tan grande como la imaginación que nos despierta.
Halloween suma con Bradbury a otro grande de la literatura norteamericana que cayó en sus fauces y lejos de conformarse fue más allá, indagando en otras culturas, en sus credos y alabanzas a la muerte, y lo hace genial.