Crítica: «WONDER WOMAN»

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En junio de 1913 moría arrollada por el caballo del rey Jorge V la sufragista británica Emily Wilding Davison, durante la carrera Epsom Derby. Con su gesto a la anquilosada sociedad post-victoriana no le quedó más remedio que aceptar que las, hasta entonces, locas sufragistas no estaban dispuestas a perder aquella confrontación. Seis años después una mujer lograba un escaño en la cámara de los comunes británicos y en 1928 se concedía el derecho al voto a la mujer en ese país.

Quizás por todas estas circunstancias la adaptación cinematográfica de Wonder Woman se sitúa a finales de la primera guerra mundial, en vez de en plena contienda bélica de los años cuarenta. Piensen, si no, en la magnífica adaptación televisiva protagonizada por la actriz y cantante Lynda Carter (emitida entre los años 1975-1979), la cual se desarrolla durante la segunda guerra mundial.

Este cambio de ubicación temporal no se debe interpretar como un capricho de Allan Heinberg y Zack Snyder, sino que responde a la necesidad de situar al personaje en un momento histórico donde la mujer seguía subyugada a las represivas normas masculinas. La mujer podía ser secretaria y profesora, pero debiendo soportar unas exigencias que, según la educación y la formación de Diana de Temiscira, sonaban más a esclavitud que otra cosa. Y es, precisamente, este carácter individualista, contestario y reivindicativo el que definió al personaje creado por William Moulton Marston, su mujer, Elizabeth Holloway Marston, y la amante de ambos, Olive Byrne, además del dibujante Harry G. Peter.

Wonder Woman apareció por primera vez en All Star Comics #8 (octubre de 1941) y tres meses después ocupaba la portada y las aventuras narradas en la colección Sensation Comics. El personaje mezcla sus raíces clásicas, el mundo de las amazonas, y un momento histórico marcado por la entrada de los Estados Unidos de América en la Segunda Guerra Mundial, en el cual las mujeres reivindicaban de una forma cada vez más contundente su papel en la sociedad. Fruto del conflicto las mujeres pudieron acceder a puestos de trabajo hasta entonces vetados y, aunque las cosas, en teoría, volvieron a su cauce normal tras el final de la guerra, el “daño” ya estaba hecho. Por todo ello, el personaje de Marston llegó a ser considerado nocivo para las inocente mentes juveniles de la época, siendo un máximo exponente los panfletarios escritos del “psiquiatra” Fredric Wertham.

Con el paso de los años, el personaje no solo no fue perdiendo influencia, sino que llegó a ser capital dentro del movimiento feminista de los años setenta en los Estados Unidos de América, movimiento que se llevó por delante buena parte de las normas que impedían, entre otras cosas, el derecho a decidir en temas tan escabrosos como el aborto.

Esta circunstancia no ha ayudado, precisamente, a que el personaje goce de demasiada popularidad entre los lectores masculinos, aunque es cierto que el encanto de la ya mencionada Lynda Carter reblandeció las mentes de quienes veían a la princesa Diana más como un peligro que como una heroína.

Las cosas no han evolucionado todo lo que debieran, pero sí que es cierto que el lenguaje de igualdad que la película dirigida por Patty Jenkins merece ser tomado mucho más en consideración por mucho que a la todavía machista sociedad contemporánea le moleste que un personaje, criado en una sociedad femenina e igualitaria, le recrimine al héroe masculino Steve Trevor -impulsivo pero cabal en esta cinta- la situación en la que vive.

Para Diana (Gal Gadot), hija de Zeus y de la semidiosa Hipólita, reina de las amazonas, el mundo en el que desembarcará tras el encuentro con el piloto y espía norteamericano Steve Trevor (Chris Pine) no solo es diametralmente opuesto a aquel en el que creció, sino que supone casi una burla, más si se tiene en cuenta la forma en la que el primero pretende vestirla…

Por suerte para ambos personajes, la historia les obligará a dejar atrás sus prejuicios y ponerse a trabajar para derrotar al binomio compuesto por el general Erich Ludendorff (Danny Huston), demente militar prusiano empeñado en no perder la guerra, y la no menos demente doctora Maru (Elena Anaya), versión actualizada de la baronesa Paula von Gunther, fanática seguidora del partido Nacional Socialista alemán con la que el personaje gráfico se enfrentó en los años cuarenta.

Junto a Diana y Trevor conoceremos al trío Sameer, Charlie, y El Jefe, una suerte de comandos aulladores de la Distinguida Competencia, los cuales recuerdan al grupo liderado por el Sargento Nicholas Fury en Marvel Comics. Es en estos momentos cuando el impresionante debut de Wonder Woman en la película Batman vs. Superman: Dawn of Justice, evitando que cierto engendro acabe con Superman y Batman, va un paso más allá y demuestra de lo que es capaz una princesa amazona.

Para el personaje, el concepto de “tierra de nadie” acuñado durante la Primera Guerra Mundial -para vergüenza de nuestra raza- queda desfasado y, como dicen los libros de historia militar, no hay mejor defensa que un buen ataque. Es cierto que los soldados que sobrevivían en las trincheras excavadas durante la Gran Guerra no contaban ni con un escudo, ni con unos brazaletes como los de ella, pero eso es otra cosa.

Los críticos para con la película le achacan un metraje excesivo, algo que viene siendo habitual en las películas de superhéroes desde hace años, y que el papel de los hombres queda relegado a un segundo plano ante el ímpetu que demuestra el personaje. Dejando a un lado el título; es decir, el nombre del personaje, y que se ha podido comprobar que más de la mitad de las personas que han acudido hasta ahora a ver la película son mujeres, argumentar una crítica en base en unos prejuicios que ya estaban pasados de moda hace cien años me parece torticero, irresponsable y retrógrado.

Gal Gadot es una perfecta recreación del personaje original no solo por su físico, sino por su espíritu, y Chris Pine, lejos de ser el macho todo-poderoso, es un hombre normal, con sus virtudes y sus defectos, que trata de sobrevivir con el resto de sus compañeros de aventuras en el peor escenario posible.

Además, y todo sea dicho, Wonder Woman no es un personaje al uso como Batman (un rico millonario humano), sino que se asemeja a Kar-El, o a su prima Kara Zor-El (Superman y Supergirl, respectivamente) puesto que ella es una semidiosa. ¿No consideran normal que una semidiosa, con una formación y una motivación muy bien definidas, termine por resultar más atractiva que cualquiera de sus antagonistas masculinos humanos?

Tal y como están las cosas, y el mundo en el que estamos viviendo, lo único que se me ocurre para terminar es, además de recomendarles que vayan a ver la película cuando se estrene, recordar y reivindicar aquel famoso titular de Gloria Steinem para la revista Ms. en donde la redactora pedía que Diana de Temiscira se presentara a las elecciones presidenciales estadounidenses contra el megalómano Richard Nixon. ¿Les suena de algo este escenario?

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2017

© 2017 DC Comics, Inc. A TimeWarner Entertainment Company.

Wonder Woman es una creación de William Moulton Marston, Elizabeth Holloway Marston, Olive Byrne y Harry G. Peter.