Aunque el origen de todo está en la novela Derrière la Haine de Barbara Abel, no podemos decir que Vidas Perfectas sea una nueva adaptación de la obra literaria, sino más bien un remake de la primera versión cinematográfica de producción francesa, Instinto Maternal, realizada por Olivier Masset-Depasse en 2018.

Aunque la historia es la misma, ajustada a los límites de metraje del cine, Masset-Depasse estableció un cambio fundamental, enriquecedor en la versión francesa y que también aporta un importante contexto en el remake estadounidense. Las dos películas sitúan la acción en los años 60, momento histórico convulso en muchos sentidos en los dos países.

El guion de Sarah Conradt parte del libreto de Giordano Gederlini y Olivier Masset-Depasse, y la puesta en escena de Benoît Delhomme se apropia también del gusto estético de Masset-Depasse. Delhomme, hasta ahora director de fotografía, debuta con esta película como director en este título, asumiendo ambas funciones.

«A veces tu instinto es lo único en lo que puedes confiar»

La película es un drama familiar que deriva hacia el thriller psicológico, con un importante discurso sobre las presiones sociales acerca de la maternidad en las mujeres, muy diferentes al rol masculino en la familia. De ahí, la importancia del cambio temporal en las versiones cinematográficas.

El auge de los movimientos feministas en la década de los 60 en Estados Unidos supuso también el inicio de una reflexión entorno al rol materno, la limitación de las mujeres a la función de amas de casas, la sumisión heredada frente a los esposos y la lucha de muchas de ellas por salir del cerco del hogar y desarrollar una labor profesional. Todos estos temas subyacen en la trama de Vidas Perfectas, sirviendo de subtexto para los dos personajes femeninos principales, Alice y Celine. El contraste en la representación de ambas mujeres, una rubia y otra morena, juega también con los cánones de belleza y la iconografía cinematográfica.

Vidas Perfectas no sólo juega con la representación idílica de un periodo de la historia de Estados Unidos, con casas con jardín, impolutamente cuidadas, un vestuario intachable y una imagen de confort y felicidad que eran la bandera del estilo de vida americano; Delhomme (como ya hiciera también Masset-Depasse) bebe de la herencia cinematográfica, con la figura de Alfred Hitchcock a la cabeza, pero también Douglas Sirk o Claude Chabrol, extensible también al David Lynch de Terciopelo Azul o Mulholland Drive.

Rompiendo el canon maniqueísta, el uso de una belleza estilizada y artificiosa se convierte aquí también en un marcador de lo disfuncional de una sociedad bajo esa imagen de perfección. Lo mismo podemos decir de los personajes femeninos, donde el ansia de ajustarse a las exigencias de perfección maternal genera fricción y deriva en una patología psicótica.

La historia se construye sobre dos pilares fundamentales, que son los personajes de Alice y Celine, o lo que es lo mismo, sobre las espléndidas interpretaciones de Jessica Chastain y Anne Hathaway.

Ambientado a principios de la década de los 60

Más allá de la minuciosa puesta en escena y fotografía de Delhomme, de la exquisitez del vestuario de Mitchell Travers o el impecable trabajo de dirección artística de Ernesto Solo, que ayudan a construir ese mundo burbuja, preciosista, pero irreal, en el que viven las protagonistas, es el trabajo de las dos actrices lo que da verosimilitud a la evolución en la relación de los dos personajes.

Principal reclamo de la película, Chastain y Hathaway ofrecen aquí un espléndido duelo interpretativo, donde la perfección externa de la escultura de los personajes se va socavando con pequeños matices, ofreciendo una lectura más compleja y verosímil.

Es cierto que la película se despega poco de su precedente francés, y los referentes que toma del cine clásico le quedan muy grandes, lo que pasa factura al resultado global; sin embargo, como opera prima de Benoît Delhomme nos parece un más que honroso debut en la dirección y un título inexcusable para los fans de las dos actrices protagonistas.