En su trayectoria como guionista de comics, Mark Millar ha destacado por su manera irreverente de subvertir los parámetros habituales de los géneros, especialmente, el de superhéroes. Su concepción de la violencia, del humor o las proclamas políticas dentro de sus historias le han convertido en un guionista versátil, inesperado y con una identidad propia, incluso a la hora de tener en sus manos vacas sagradas del noveno arte, como Superman o Los Vengadores (con la línea Ultimate).

VIÑETAS AGRESIVAS, PANTALLAS SIMPÁTICAS

El salto al audiovisual ha sido irregular, en parte porque una mirada tan ácida, gamberra y explícita tiene poco encaje en el discurso del Hollywood actual. Los Vengadores, Capitán América. Civil War o Logan, siendo tres espléndidas películas, directa o indirectamente resultan versiones edulcoradas de la mala baba de algunos trabajos del guionista para Marvel.

Recientemente, la adaptación de Netflix de su serie Jupiter’s Legacy se ha saldado como uno de los fiascos de la plataforma, no pasando de la primera temporada. Entre los aciertos, podemos incluir Wanted (Se Busca) o la serie de animación Super Crooks, siendo el cineasta Matthew Vaughn con el que el guionista parece a ver desarrollado una mayor sinergia. El director de X Men. Primera Generación tuvo su primer contacto con el mundo de los superhéroes con Kick Ass. Listo para Machacar en 2010 y, poco después, en 2014, tras el éxito de la precuela de los mutantes y con un presupuesto más holgado, volvió a recurrir a Millar con Kingsman. Servicio Secreto. Si bien con Kick Ass, Vaughn prefirió pasar el testigo de la secuela a Jeff Wadlow, con Kingsmen, quizás por los resultados de lo anterior, ha preferido mantenerse él al frente y ha dirigido también las dos siguientes entregas, Kingsman. El Círculo de oro y, ahora, The King’s Man. La primera misión.

HERMANDAD

Millar y Vaughn, escocés e inglés, parecen haber encontrado un terreno común sobre el que trabajar. Les une el mismo tipo de humor irreverente, el mismo bagaje cultural, el gusto por historias espectaculares, pero con un trasfondo y, sobre todo, con una intencionalidad de llevar al espectador por terrenos atrevidos y donde no se encuentre del todo cómodo. El sexo y la violencia tienen un peso que habitualmente se esquiva en este tipo de superproducciones, de la misma manera que no ocultan su discurso político y sus opiniones ante determinadas proclamas sociales con el fin de favorecer un espectro demográfico más amplio de espectadores. No es de extrañar que ambos hayan mantenido esta colaboración con el paso del tiempo.

FICCIONALIZANDO EL PASADO

The King’s Man. La primera misión supone una ruptura en varios sentidos por parte de Matthew Vaughn y Mark Millar de la línea desarrollada en los dos títulos anteriores. Por de pronto, no es un secuela. Al igual que hiciera Vaughn con X Men. Primera Generación, aquí la idea es viajar atrás en el tiempo y establecer una nueva línea dentro de la franquicia que pueda seguir desarrollándose en paralelo con las aventuras de Eggsy y compañía. Sí, la película nos narra la fundación de la Agencia Kingsmen y, sí, ofrece múltiples guiños a elementos vistos en las dos entregas anteriores, pero no es una precuela al uso. Sí las dos primeras películas eran parodias enloquecidas de la saga Bond, aquí ese apartado queda muy silenciado en favor de una reescritura de la historia en parámetros de cómic.

En el terreno de la ficción, existe en concepto de la ucronía, que supone reinventar el pasado obligando a elementos de ficción a alterar el curso histórico de los hecho y ofreciendo por lo tanto unos acontecimientos alternativos que pueden acabar o no entroncando en algún momento con nuestra historia oficial.

En el caso de la película que nos ocupa, Millar y Vaughn emplean la ucronía no para que la ficción altere el pasado, sino para que la historia influya en la creación de la ficción. Si bien los personajes principales de la cinta, con actores fantásticos y carismáticos como Ralph Fiennes, Djimon Hounsou o Gemma Arterton al frente (no podemos decir lo mismo de Harris Dickinson), son creaciones ficticias, la mayor parte del resto del elenco está formado por personajes históricos: el Rey Jorge V de Inglaterra, el Zar Nicolás II de Rusia y el Kaiser Guillermo (los tres interpretados por un excepcional Tom Hollander), Rasputín (un enloquecido Rhys Ifans), Erik Jan Hanussen (otro comedido trabajo por parte de Daniel Brühl), Mata Hari (desaprovechada bajo la piel de Valerie Pachner), entre otros personajes, beben de referentes históricos reales (en algunos casos, más de lo que nos atreveríamos a creer).

La película refleja muy bien, pese a su disfraz de entretenimiento de acción, los factores que llevaron al estallido de la Primera Guerra Mundial, y además ofrece una descarnada representación de la guerra de trincheras. En ocasiones, esto encaja bien con el tono heredado de las dos entregas previas, pero sí es cierto que esta película se distancia de la línea más absurda y caricaturesca anterior y resulta un título más serio y agridulce de lo que podíamos prever.

DIBUJANDO EL CELULOIDE

Pese al peso de los valores históricos en la trama, la cinta no oculta su parentesco con el mundo del cómic en un faceta más cercana al Pulp. Desde el prólogo, el sentido de acción y aventura entronca más con una lectura lisérgica y postmoderna de Edgar Rice Burroughs (el otro Burroughs ya era lisérgico de por sí) o Robert Erskine Childers. La ironía afilada de Mark Millar está presente en todo momento, aunque en este caso no monopolice la narración, sino que la acompañe de manera permanente pero discreta. Lo mismo podemos decir de la puesta en escena de Matthew Vaughn. Su narración es igual de enfática y vertiginosa que en anteriores películas suyas, pero, salvo excepciones (el enfrentamiento con Rasputín o el clímax final), sin caer en el exceso o el cartoon como sí sucedía en las películas anteriores.

INFORME FINAL

Está claro que The King’s Man. La primera misión más que una precuela, pretende ser una nueva estrategia dentro de la franquicia y seguir desarrollando esta vertiente de manera paralela con la trama de sus dos predecesoras.

Es cierto que esta combinación de estilos nos resulta un tanto desigual y, pese a sus virtudes, menos satisfactoria, continuando la línea descendiente de la franquicia tras su brillante primera entrega; sin embargo, su atrevimiento al salirse de la zona de confort y su diálogo con los acontecimientos históricos hacen que nos resulte un producto atractivo, interesante y menos prototípico de lo que podría parecer en un principio.