Más que Amigos, Periodistas, Los Serrano, Los Hombres de Paco, El Barco, Bienvenido al Lolita, Vis a Vis, El Embarcadero, La Casa de Papel. Nadie puede negar que Álex Pina tiene olfato para la televisión. No se nos ocurre ningún otro productor y guionista para la pequeña pantalla en activo en nuestro país que acumule una cantidad equiparable de éxitos de audiencia.

A esto se añade que, con el acuerdo firmado con Netflix, sus últimas producciones no sólo son éxitos nacionales, también se convierten en verdaderos fenómenos de culto a nivel internacional. Ahí La Casa de Papel se convierte en el título de referencia. La fórmula de esta producción, reimaginando el esquema clásico de las ficciones de atracos reconvertida a una narrativa hiperacelerada e hiperbólica, está dirigida a una generación de espectadores que tienen sobre la mesa una oferta de ocio audiovisual demasiado amplia y no pueden permitirse un segundo de aburrimiento.

Ese mismo espíritu, pero aún más destilado, es el que encontramos en Sky Rojo. La serie es un producto claramente diseñado para ajustarse a los patrones que pide la plataforma: 16 episodios de entre 25 y 30 minutos, de ritmo incesante, con cliffhangers continuos que te incitan a saltar inmediatamente al siguiente episodio, de manera que el espectador se despalille toda la temporada sin apenas pararse a pensar qué está viendo.

Sky Rojo es un collage pulp, tripiado, a prueba de TDAH, con diseño de producción salido de un cómic y propio del cine de explotation, con grandes cantidades de violencia y sexo. El reparto femenino es de infarto.

Verónica Sánchez se quita el sambenito de niña buena y el debut en nuestro país de la argentina Lali Espósito y la cubana Yany Prado es explosivo.

Del reparto masculino, menos aplausos nos merecen Miguel Ángel Silvestre y Enric Auquer (correctos, pero repitiendo fórmulas anteriores), sin embargo. Asier Etxeandia se come la pantalla con su mesiánico papel del proxeneta de nombre shakespeariano (Romeo) y nos apena que Luis Zahera no tuviera más presencia en esta primera temporada.

Rodada en Canarias

A nivel técnico la serie es desbordante, especialmente en cuestión de fotografía, montaje y la heterogénea (y muy rockera) selección musical. Las estupendas localizaciones de Tenerife le dan al conjunto una estética de western espídico. Todo muy Tarantiniano.

El problema es que el guion no resiste una lectura en profundidad. Por de pronto, tras un saque con fuerza, el lanzamiento va perdiendo potencia, da la impresión de que los guionistas no saben cómo dirigir la trama y a mitad de temporada la repetición y los giros al vacío se empiezan a acumular y el interés decae. A esto se añade que, en su doble rasero de empoderamiento femenino y de irreverencia narrativa, la serie no se termina de posicionar entre la denuncia de la trata de mujeres y la sucesión de escenas y planos de explotación del cuerpo femenino y el sexo sumiso.

La temporada culmina con un final abierto, como si lo que hemos visto fuera únicamente media temporada. La segunda temporada llegará el próximo 23 de julio, aunque no sabemos si será capaz de remontar la pérdida de fuelle sufrida en el tramo final de esta primera.

En cualquier caso, el éxito ya está asegurado y Sky Rojo se ha saldado como otro fenómeno televisivo en la carrera de Álex Pina.