El cine de Yorgos Lanthimos es de otro mundo. Sus personajes, aunque beben y flaquean de las miserias humanas, pertenecen a otra dimensión, un espejo distorsionado de nuestra realidad, pero que sirve de metáfora de la misma. Provocador, irreverente, grotesco, truculento, el cineasta ha ido suavizando su discurso y moderando su virulencia, pero se mantiene como un salvaje caricaturista de la realidad, a la que observa desde un cristal distorsionador, creando historias guiñolescas.

LA NUEVA EVA

Lanthimos ha encontrado en la novela de Alasdair Gray Pobres Criaturas los ingredientes perfectos para llevar un poco más su filmografía hacia el esperpento. De base frankensteiniana, la cinta coincide con la obra de Mary Shelley en muchas cosas, más allá del componente fantástico de la resurrección de los cadáveres o el guiño Wellsiano al Doctor Moreau.

Ambientada a finales de la era victoriana, tanto la novela como la película nos presentan un momento bisagra en la historia de la sociedad occidental. Se trata de un momento de ruptura a nivel filosófico, ético, científico y espiritual con el mundo conocido hasta entonces. Bella Baxter se convierte así en una metáfora de la sociedad moderna. Creada a partir del cadáver del pasado, inicia su periplo con mentalidad infantil, con un sentido caótico del mundo y de su propia movilidad, pero poco a poco desarrollando una nueva identidad, libre y cultivada, basada en la razón y lo empírico y rechazando cualquier resquicio de moralidad esculpida bajo dogmas de fe. Bella se convierte en una metáfora de la construcción del feminismo (otro nexo de unión con Mary Shelley), libre de cualquier opresión patriarcal y exploradora de su cuerpo y su propia sexualidad libre de prejuicios.

Pobres criaturas. Foto cortesía de Searchlight Pictures. © 2024
Pobres criaturas. Foto cortesía de Searchlight Pictures. © 2024

ODA A LO GROTESCO

Bella no es un ser grotesco dentro de un mundo normativo, sino que Lanthimos convierte todo ese universo en un mundo grotesco, grandguiñolesco, recreándose en lo provocador, lo truculento, la explicitud sexual; logrando que lo que resulta chocante en una primera instancia vaya regularizándose en la mente del espectador a lo largo del metraje de la cinta, consiguiendo que aquello que resultaba chocante y hasta desagradable se vaya humanizando y acabe normativizado a base de la empatía que se va generando en la trama.

La extrañeza que genera la película pasa también por un extraordinario diseño artístico, artificioso, porque para Lanthimos todo se convierte en una escena, con sus elaborados decorados que van de la referencia steampunk al art nouveau. Lanthimos retrata un mundo ostentoso, donde prioriza la línea curva y la desproporción. Esto contagia la propia puesta en escena, repleta de planos aberrantes o el uso de recursos como el ojo de pez o el zoom, a día de hoy en desuso. El resultado es un esteticismo pictórico que nos recuerda continuamente el artificio de la ficción.

La música juega también un papel fundamental. La partitura del debutante Jerskin Fendrix comienza desde la cacofonía y la distorsión sonora y va poco a poco armonizando el discurso musical, ayudando al espectador, primero a reconocer la sensación de extrañeza que el cineasta quiere transmitir al principio, pero, segundo, acompañando la paulatina evolución del personaje principal y la adecuación del entorno a esta nueva femineidad.

Pobres criaturas. Foto cortesía de Searchlight Pictures. © 2024
Pobres criaturas. Foto cortesía de Searchlight Pictures. © 2024

EL CIRCO DE LAS RAREZAS

Bella se convierte así en una rareza dentro de un sistema de gente peculiar, tan o más desarraigados que ella, y tanto o más excéntricos. Desde la monstruosidad intelectual del Dr. Godwin Baxter, el hedonismo posesivo de Duncan Wedderburn o la nueva masculinidad representada por el Dr. Max McCandles. La cinta no sólo presenta un magnífico plantel de personajes, sino un reparto extraordinario, espléndidamente dirigidos por Lanthimos.

Obviamente, Emma Stone, como Bella, es el centro de atención. La actriz se vuelca en su personaje y logra una espléndida interpretación que va desde lo físico a lo emocional. Mark Ruffalo hace también una divertidísima odiosa representación de su personaje, mientras que Willem Dafoe vuelve a acuñar una actuación maestra con su transformación y el magnífico trabajo de maquillaje.

Pobres criaturas, de Yorgos Lanthimos. (c) The Walt Disney Studios
Pobres criaturas, de Yorgos Lanthimos. (c) The Walt Disney Studios

UN SIGLO XIX PRÓXIMO

Con Pobres Criaturas, Yorgos Lanthimos sigue demostrando que es un cineasta extraordinario, con un excelente dominio de sus personajes, más allá de las extrañezas de estos, y dotándoles de una profunda humanidad. En la película, el cineasta logra conectar el sentido existencial de la sociedad de finales del XIX con la idiosincrasia de este siglo XXI y ofrece una lectura postmoderna y cercana, compleja e inteligente, pero también cargada de sensibilidad.