Con su película Parásitos, el cineasta Bong Joon Ho criticaba las brutales diferencias sociales y el elitismo existentes en su país entre las familias acomodadas y las que viven en el umbral de la pobreza. La desesperación y la falta de salidas de su cloaca social, llevaba a los más desfavorecidos a usar la picaresca, el engaño y finalmente la violencia. Nuevo Orden de Michel Franco nos habla también de ese enorme cisma social, pero lo hace desde una perspectiva más descarnada, sin concesiones y exacerbada que en la cinta coreana. Y lo peor de todo es que, pese a lo extremista de su discurso, nos resulta escalofriantemente verosímil.

No sólo dentro de la sociedad mexicana, a la que, por lo general, identificamos con un alto grado de desigualdad y corrupción, sino, hoy por hoy, a cualquier país del mundo donde la pandemia ha venido a tensar cualquier colchón de civilización.

Nuevo Orden no es una película de pobres contra ricos, o viceversa, sino de perro come a perro, estableciendo que nuestra red de seguridad social es extremadamente frágil y que está continuamente en peligro de resquebrajarse. Cuando esto suceda, no habrá bandos, no habrá lazos de ningún tipo, todos seremos lobos esteparios en busca de nuestra propia subsistencia.

La cinta de Michel Franco no es un recreo agradable, es un largometraje perturbador que sacude hasta lo más profundo de las entrañas y nos obliga a vomitar cualquier atisbo de idealismo u optimismo. La ferocidad de sus imágenes es demoledora y la violencia se escenifica sin ningún atisbo de valor estético o artístico. Es seca, directa y sin advertencia previa.

¿Es ese el pronóstico para nuestro futuro? Comparen con lo que nos muestran los informativos y decidan.