Cual Capitán Ahab, Francis Ford Coppola llevaba 40 años intentando hacer realidad su proyecto más grande y ambicioso, titulado, como no podía ser de otra manera, Megalópolis. El cineasta confiesa tener la inspiración de este proyecto en 1977 (entre El Padrino Parte II y Apocalipse Now), pero que no empezó a desarrollarlo hasta 1983 (tras la hecatombe económica de Corazonada).

La ambición de Coppola hacía inviable este proyecto, no sólo económicamente, sino por no existir la tecnología adecuada para a ver realidad las imágenes visualizadas por Coppola. Con preocupaciones más acuciantes (pagar las deudas de la quiebra de American Zoetrope), el proyecto quedó aparcado hasta el atentado de las Torres Gemelas, momento en el que el cineasta vio la relevancia de aquella historia.

Aún así, ha tardado más de 10 años en hacerlo realidad, teniendo que salir del circuito de la industria y financiar la película de su propio bolsillo (120 millones de dólares obtenidos con la venta de parte de sus viñedos). Lo cierto es que la intrahistoria de la producción de esta película ya daría para otra película en sí, y no muy alejada de la idea de base de Megalópolis, es decir, la lucha del artista por mantenerse íntegro a su visión por encima de los condicionantes de la sociedad y la industria.

UTOPÍA

Coppola no es el primero en establecer un símil entre la Antigua Roma y Estados Unidos, como dos grandes imperios que, en un momento de su historia, albergaron la mayor poder del mundo y que eso les condujo a un proceso de degradación, corrupción y autodestrucción. Megalópolis es una película discurso, una alegoría (que no una fábula, una fábula es otra cosa protagonizada por animales con cualidades antropomórficas) sobre nuestra civilización y lo que Coppola ve como su degradación al anteponer una ideología ultraliberal y de capitalismo depredador por encima de la capacidad de creación y de innovación.

En la película, el cineasta presenta estamentos corrompidos como el empresarial, la política o los medios de comunicación, una clase dirigente hedonista y caprichosa que fagocita riquezas mientras mira con desprecio a los que se mueren de hambre por el abandono de sus dirigentes. La referencia, por lo tanto, al Imperio Romano es explícita (con citas latinas en su diálogo), pero también a muchos otros referentes culturales y artísticos, desde Ayn Rand a Metrópolis de Fritz Lang. Coppola inunda su película de citas, referencias y guiños que espera que el espectador pueda identificar y, así, completar las elipsis de su discurso.

Con un extenso reparto, el director trata de unir aquel cine de los años 70 de donde él surge con las nuevas generaciones, destacando especialmente la esforzada labor de Adam Driver en el papel principal, pero también de Nathalie Emmanuel. A esto se suma grandes aportes que van desde la fotografía de Mihai Mălaimare Jr., la música miklosrosziana de Osvaldo Golijov o todo el diseño artístico de la película.

LA CAÍDA DEL IMPERIO AMERICANO

¿Es Megalópolis la última película del maestro autor de la trilogía de El Padrino, Apocalipse Now o La Conversación; o es la nueva película del autor de títulos fallidos o directamente nefastos como Tetro o Twixt? Desde su presentación en Cannes la cinta ha generado una caldeada confrontación entre los que la consideran el último clavo en el ataúd de Coppola y los que aplauden la independencia, el riesgo y el discurso artístico del cineasta.

Personalmente, opino que estamos ante una película muy irregular, fallida en muchos términos, que peca de pretensiosa y condescendiente, confusa y desequilibrada, pero no por ello, descartable o insalvable. Hay en ella un discurso, un mensaje, imágenes, frases que elevan y alejan a esta película de tantos y tantos títulos intrascendentes que llega a nuestra cartelera semana tras semana.

Como en muchos trabajos de Coppola, se aprecia que no estamos ante un montaje definitivo, sino ante una versión esquilmada, donde el autor ha tenido que meter tijera para adecuarse a los requisitos del circuito comercial. De ahí un final, que resulta prematuro y apresurado, pero también la falta de relevancia de personajes que, a priori, debían tener más desarrollo. Con más desarrollo no nos referimos necesariamente a mayor complejidad o tridimensionalidad. Como alegoría, cada personaje es un arquetipo que representa un concepto, pero en muchos su valor en la trama se diluye o se degrada. ¿Tendremos que esperar 20 años para un redux que lime asperezas?

LA CIUDAD Y SUS LÍMITES

Como canto del cisne, en mi opinión, Megalópolis no hace justicia al legado de un cineasta como Coppola. Pero el legado no lo es todo. Imperfecta, fallida, irregular, caprichosa, como queramos definirla, la cinta ha conseguido algo que la mayor parte de los títulos que llegan a salas no consiguen, generar un debate, un diálogo, entre posturas contrapuestas, capaces de ver en una misma obra dos películas diferentes. Para bien o para mal, nos vaya a gustar o nos vaya a abominar, desde una perspectiva cinéfila, Megalópolis es de esas películas que necesitan ser vistas para tener una opinión. Aquí no vale dejarse llevar por lo que han dicho otros (y eso incluye esta crítica).