CRÍTICA: ¡MALDITOS TERRÍCOLAS! de J. Olloqui

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Autor: J. Olloqui
Formato: 14*21
Impreso en: b/n
Cubierta de: Bea Tormo
Encuadernación: Rústica con solapas
ISBN: 978-84-15310-12-9
PVP: 16 euros
Páginas: 244 páginas
Editorial: Ilarión Ediciones

Teniendo en cuenta los tiempos que corren, ¡Malditos terrícolas! debería ser una penitencia obligatoria. Para todos. Como cuando soportamos aquel viejo anuncio de Coca-Cola: “Para los amargados. Para los parados. Para los agobiados. Para los risueños. Para los amantes de la ciencia ficción. Para los que gustan de leer. Y para los que no tengan reparo en hacer el ridículo soltando alguna risotada en público mientras leen: sí, también para esos”. Porque esto, queridas y queridos, será inevitable en el momento en el que ¡Malditos terrícolas! salga a la calle agarrado de vuestra manita. Así que ojo.

Y dicho lo cual, reconozco no haber leído anteriormente nada del señor J. Olloqui, que, como su apellido bien indica, debe ser de Móstoles. Eso sí, no necesito conocer más de su obra (aunque sí me gustaría), para afirmar que es un auténtico genio del humor y del diálogo; de las historias hilarantes y humanas (así, al mismo tiempo. Chulo que es). Con los personajes que todos esperamos, cercanos y reales, a la vez que de todos los pelajes y para todos los gustos. Olloqui es un genio que, en definitiva, dado que es capaz de hacerte pasar unas horas tan divertidas, debería tener una calle (o algo) aunque solo fuera allá en la Luna.

¡Malditos terrícolas!, como su contraportada bien indica, no es ni más ni menos que una genuina y descacharrante parodia de las invasiones extraterrestres de las de toda la vida. Vamos, de esas que incluso los no versados, han visto reflejadas en alguna que otra película (casi siempre americana). Eso sí, lo bueno de la novela de Olloqui, entre muchas otras cosas, es que su versión se desarrolla casi íntegramente en las calles de Madrid. ¡En España! (Y olé). Y ahora bien, pensadlo, ¿es que podría haber algo más gratificante que, POR FIN, ser invadido por seres alienígenas? ¿Figurar de una maldita vez en el mapa de las catástrofes, como “país protagonista”? No. Claro que no. Si ya sabía yo que me entenderíais.

¡Malditos terrícolas!, narra el presente de un pobre descerebrado: Iván Uturría. Un muchacho al más puro estilo Fry (de Futurama), que tiene la desgracia de no oír su apellido bien pronunciado, vamos, ni por recomendación. Iván, ex batería de un grupo de rock aun obsesionado con la música, es un pobre diablo al que echan del trabajo y que, para colmo, termina dejándolo con su novia. Y ahora, encima… ¡encima!, tiene que soportar una invasión alienígena (y que conste que no estoy contando más que lo que viene en su tapa). Pero, a ver, ¿se puede ser más gafe? Pues sí, sí que se puede. Pero eso ya forma parte del resto de la historia.

Por lo demás, ¡Malditos terrícolas! no es ni más ni menos que una novela muy de aquí y muy de ahora (a pesar de los extraterrestres); una crítica a todo lo aparentemente moderno; a los grandes centros e incluso al borreguismo del pueblo. Pero también se trata de una narración que nos desgrana, una detrás de otra, las dichas y desdichas de esas pobres almas a las que, les venga bien o mal, no les queda otra que terminar uniéndose para procurar sobrevivir a una situación de lo más oportuna y desalentadora. El pueblo unido, ¿jamás será vencido? Y lo curioso, siempre será que mientras todo esto sucede, lo hará a través de unas conversaciones tan increíblemente vívidas que, al lector, le resultará imposible no visualizar fácilmente sus dispares reacciones, pobladas de ricos dichos, ademanes, acentos… En definitiva, sentirán personajes con fuerza, que harán que su interés no decaiga incluso en los momentos en los que no haya la más mínima acción.

Con respecto al humor, uno de los puntos clave y más divertidos del libro, es comprobar cómo el autor también se las ingenia para reflejar fielmente la forma de ser del español medio; su sentido del humor, ese tan socarrón que, prácticamente, todos padecemos, pero que a veces, también, nos lleva a la soberana tontería. Y es que incluso en los momentos clave, en las situaciones más oscuras, terminamos vislumbrando un rallito de sobrecogedora ¡estupidez!

Y para concluir, destacar que en el momento en el que empieza la verdadera invasión, sorprendentemente, el sentido del humor sigue ahí, lamiéndole los talones a la trama. Sí. Incluso cuando las catástrofes se amontonan, al igual que los cuerpos y la sangre humana. Y es que este Olloqui, no escatima en darnos una de cal y otra de arena; no se corta un pelo en obsequiarnos, de principio a fin, con una magnífica, completa y gratificante aventura.

Señor Olloqui, de Móstoles, desde aquí, gracias por el buen rato.