Nikolay Khomeriki es un director ruso de nueva generación, con una mirada comercial y una ambición de contar historias que puedan saltar las fronteras de su país y distribuirse a nivel internacional. Su cine parte de una vocación esteticista, con interés por la fusión es espacios digitales con elementos físicos para dar a la imagen una especie de realidad pictórica, repleta de planos imposibles y encuadres postmodernos. En La Novena Profecía apuesta por una trama de época, ambientada a finales del siglo XIX, que más que buscar un acercamiento historicista, prefiere llevar a postulados estéticos postmodernos el tono irreal del folletín decimonónico de corte fantástico.
La puesta en escena de Khomeriki es correcta, efectiva y, en algunos momentos, hasta lograda, pero languidece frente a otros componentes de la película que desvirtúan sus buenas intenciones. La trama detectivesca en torno a una serie de crímenes rituales y truculentos en una San Petersburgo sucia y oscura, con supuestas intrigas y giros sorprendentes, resulta de lo más banal y predecible, lastrando la tensión narrativa.
La construcción de personajes es forzada y repleta de situaciones inverosímiles que vuelven absurdo el desarrollo de la historia.
Los actores están muy mal dirigidos (cuando no son directamente malos), priorizándose una pose artificiosa y dramática que provoca más el ridículo que el efecto buscado de seducir al espectador con diálogos almidonados.
Pese a sus aspiraciones, los efectos digitales resultan francamente insuficientes, especialmente a la hora de recrear entornos y localizaciones irreales, aunque en algunos momentos no se le pueda negar sus pretensiones pictóricas. Estamos, por lo tanto, ante una cinta ambiciosa, pero fallida, a la que le faltan los medios y el talento para alcanzar sus objetivos tanto creativos como de producción.