Hace 25 años llegaba a las pantallas la primera entrega de Parque Jurásico, cinta con la que Steven Spielberg ofreció un salto de gigante en el terreno de los efectos especiales y dejó para la posteridad para la posteridad algunas secuencias icónicas. Eso sí, la cinta adolecía de un guion irregular y algunos personajes capaces de poner a prueba el umbral del dolor del espectador. Esto no sólo no se ha solucionado en las secuelas, sino que se ha intensificado. A medida que se ha ido perfeccionando el apartado de efectos especiales y se han ido recreando más criaturas antediluvianas, el desinterés por contar una historia y crear personajes con peso dramático se ha ido incrementando.
Con Jurassic World. El Reino Caído podemos felicitar a J. A. Bayona por haberse mimetizado a la perfección en la industria del blockbuster Hollywoodiense, repleto de pirotecnia y vacío de contenido. Sí, la película tiene algunos momentos visualmente muy logrados, grandes efectos especiales y situaciones donde Bayona aboga por provocar una respuesta emocional en el espectador al más puro estilo Spielberg (siempre hacia los dinosaurios, los personajes humanos pintan poco), pero intentar entresacar algo mínimamente elaborado de ese argumento resulta fútil.
Hay ideas ahí escondidas esperando un guionista que las desarrolle, pero no terminan de eclosionar. Mientras, el metraje se nutre de una repetición de clichés agotados en las entregas anteriores, una narrativa hipertrófica y algún bache de ritmo en el tramo central.
Los personajes de Chris Pratt y Bryce Dallas Howard pierden la química que tenían en la anterior entrega y la música de Michael Giacchino truena de principio a fin intentando tapar la falta de ideas.
¿Entretiene? Sí, pero esa diversión no compensa los sacrificios que se han hecho por el camino.