Es muy difícil decir adiós, despedirse de un personaje antológico y querido como es el caso de Indiana Jones, y se corre el riesgo de que esa ceremonia llegue a destiempo, o peor, que ya carezca de sentido. Independientemente de la valoración que vamos a hacer a continuación de Indiana Jones y el Dial del Destino, en nuestro fuero interno, sentimos que la verdadera despedida de personaje tuvo lugar hace 25 años, con aquel precioso plano del héroe cabalgando hacia la puesta de sol que cerraba Indiana Jones y la última Cruzada. Aquella tercera entrega no es nuestra película favorita de la saga, pero, como sucede con otras franquicias como Alien o Star Wars, una vez superada la trilogía inicial ya nos quedamos con la sensación de haber completado el viaje que ofrecían aquellas historias. Esta opinión puede ser también producto generacional, pero todo lo demás nos parecen apéndices. Evidentemente, entendemos la necesidad de la industria de seguir sacando rédito a sus franquicias y la necesidad de los fans de seguir reencontrándose cada cierto tiempo con sus héroes en nuevas aventuras, aunque éstas ya poco o nada aporten al discurso global.
En lo que respecta a nuestro arqueólogo favorito, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal y esta Indiana Jones y el Dial del Destino nos parecen dos películas que amplían, pero no suman, independientemente de que la nueva entrega nos resulte (afortunadamente) superior a la cuarta aventura y cuente con algunos elementos atractivos.
PASARÁN LOS AÑOS
Nos reencontramos con Indiana Jones en 1969, un año históricamente crucial para Estados Unidos por la llegada del ser humano a La Luna, el apogeo de la contracultura, el nombramiento de Nixon como presidente y guerra de Vietnam y la Guerra Fría en pleno desarrollo, aunque en este caso, los villanos de la historia vuelvan a ser los nazis, recuperando el recurso de Indiana Jones y la última Cruzada de dar a estos personajes el antagonismo principal de la saga.
Con un Harrison Ford octogenario, nuestro héroe afronta aquí la última frontera vital, la jubilación, en soledad y sin reconocimientos. Pese a esto, ésta no es una aventura de geriátrico, con el protagonista en taca taca, cediendo el rol principal a otro personaje más joven como se presagiaba.
Si bien se nos presenta al personaje de Helena, que viene a cubrir el apartado femenino (tras Marion, Willie o Elsa, aunque, afortunadamente, sin trama romántica) y el de compañera de aventuras (tras Tapón, Henry Jones Sr o Mutt Williams), Indy sigue siendo el protagonista principal y quien desempeña la mayor parte de la acción (sí, con dobles y tecnología digital, pero también con un Harrison Ford que se conserva en un estupendo estado físico para su edad). Al mismo tiempo, la edad no disminuye el carisma, y Ford sigue llenando la pantalla en cada uno de sus planos y demostrando que nadie como él para interpretar al personaje (lo sentimos, Bradley Cooper, Chris Pratt y demás aspirantes a sustitutos).
Además, el actor sabe trasmitir los años y las experiencias vividas (ahora sí son los años y el rodaje) en forma de cierto desencanto y derrota personal, pero donde aún arde el espíritu aventurero. El paso del tiempo es, por lo tanto, el tema fundamental de esta quinta entrega.
COMPAÑEROS DE VIAJE
Nos encontramos aquí con una nueva pléyade de personajes dispuestos a acompañar al arqueólogo, para bien o para mal. Phoebe Waller-Bridge afronta uno de los personajes más complicados de trasladar a la pantalla, una aliada, pero ambigua y traicionera, movida por su propio interés, pero con un poso emocional que puede inclinar la balanza. La ambivalencia de este personaje es crucial y quizás necesitaba un mejor desarrollo para que la transformación del personaje fuera más efectiva.
Lo mismo podemos decir del villano, el Dr. Voller, que cuenta a favor con el siempre espléndido porte de Mads Mikkelsen, pero al que también le falta algo más de cocina para aprovechar todas sus propiedades. Aun así, son dos personajes que aportan a la trama, ya sea con el carácter descreído de Helena, como por la forma en que Voller justifica argumentalmente la recuperación de los nazis en pleno 1969. El resto de los personajes, particularmente, nos parecen prescindibles y carentes de entidad, empezando por esa versión descafeinada de Tapón que es Teddy (Ethann Isidore), como los esbirros de Voller, encabezados por un Boyd Holbrook muy activo, pero con poca chicha, o el fugaz papel de Antonio Banderas, como un marino antiguo compañero de aventuras de Indy.
UNA AVENTURA COMO LAS DE ANTES
Indiana Jones y el Dial del Destino mantiene la estructura y el tono de las aventuras del personaje, con una mirada más puesta en En Busca del Arca Perdida, entre otras cosas, con la reducción del componente humorístico que había gobernado las últimas secuelas. Ésta es la primera vez que Indy llega a las pantallas sin George Lucas y Steven Spielberg, pero visto los resultados de la película anterior, la labor de James Mangold nos parece esforzada y loable. El cineasta asume una puesta en escena deudora de Spielberg y, si bien no alcanza el listón del maestro, resulta mucho más eficaz que su predecesor en la cuarta entrega.
Las secuencias de acción están muy bien ejecutadas, extensas y elaboradas, pero sin resultar cargantes. Es cierto que se podía haber prescindido de algo de metraje para ajustar algo más la duración de la película, pero en estos tiempos de proliferación de superproducciones de tres horas no nos vamos a quejar. Al igual que el humor, la nostalgia está también muy equilibrada. A lo largo de la película hay guiños y referencias a las películas anteriores, pero esto en ningún momento acaba devorando la trama.
CGI O NO CGI. ESA ES LA CUESTIÓN
Si bien Mangold busca priorizar el efecto práctico sobre el infográfico, el uso del CGI es inevitable, especialmente en el prólogo donde vemos a un Indiana Jones rejuvenecido. El uso de la tecnología digital fue uno de los elementos criticados en Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, sin embargo, no podemos olvidar que las tres películas anteriores se desarrollaron antes de que la infografía se implantara en el cine. Mangold mantiene esa referencialidad clásica y artesanal, pero implementando las nuevas tecnologías, en ocasiones de manera positiva, en otras menos afortunada. La primera impresión después que se revele el rostro del Indy joven convence, pero tras el efecto sorpresa, la sensación de animática se impone. Aun así, el prólogo, como en las anteriores entregas, nos ofrece una excelente aventura corta de Indiana Jones, con excelente acción y ritmo.
ARQUÍMEDES
Resulta llamativo que, en esta ocasión, el MacGuffin, por primera vez en la saga, no sea un objeto de carga religiosa, sino un artefacto científico, creado por Arquímedes. Aquí no hay prueba de fe, sino un elogio de la ciencia clásica. Precisamente, ese dial del destino, la anticitera, abre otra de las innovaciones de esta última aventura. Si el desarrollo de la película se ajusta como un reloj al patrón de las películas de Indiana Jones, el tercer acto se vuelve más atrevido y arriesgado. Con la posibilidad de que disguste a los fans más puristas, ese clímax nos parece la parte más innovadora de la película con respecto a la mitología de la saga y el auténtico valor añadido que aporta la película.
WILLIAMS
Sin Lucas, ni Spielberg, Harrison Ford encuentra apoyo en el regreso de John Williams en la que podría ser la última partitura de mítico compositor (Williams ha sido ambiguo con respecto a si se jubila o no de la composición para el cine tras esta película). Como sucediera con las secuelas de Star Wars, Williams se nutre aquí principalmente de material referencial, creando una partitura que en todo momento respeta la sonoridad del personaje, tanto en su leitmotiv, como en los temas más incidentales.
El tema del Dial (también el tema de Arquímedes) recuerda al misticismo del tema del arca, mientras que el tema de Helena particularmente nos retrotrae al tema de Marion, a pesar de ser ambos musicalmente muy diferentes. Williams añade algo de color nuevo con ellos, pero sin desprenderse de la paleta tradicional. Musical y narrativamente, es otro trabajo impecable del veterano compositor, aunque en su conjunto, como sucede con la película, y tal como comentábamos al principio, amplia más que suma.
CABALGANDO HACIA EL AMANECER
Indiana Jones y el Dial del Destino es una despedida del personaje mucho más digna que Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal. Como película es más compacta, sus irregularidades son menos marcadas y resulta un producto entretenido con un buen equilibrio entre tradición y modernidad. El diálogo intergeneracional (entre los personajes, pero también entre los espectadores potenciales) nos parece muy interesante y conciliador.
Sin embargo, de la misma manera que sale victoriosa de la comparativa con su predecesora, no puede superar la confrontación con la trilogía original. Su epílogo, aunque satisfactorio y emotivo, queda lejos del valor mítico de aquella cabalgada hacia el amanecer.