En estos días la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood ha anunciado la nueva normativa de los Oscars para favorecer la inclusión de la diversidad en los premios y adaptarse así a los nuevos tiempos post #Metoo y #Blacklivesmatter. Lo cierto es que, poco a poco, el cine ha ido aproximando posiciones y abriéndose a una mayor representación cultural, racial y de género, aunque aún queda mucho camino por recorrer. En ese recorrido van a surgir películas como Antebellum, cuyo discurso parece necesario como denuncia, pero que desgraciadamente olvidan que, si se centran en el alegato y desatienden la dramaturgia, el resultado es un panfleto.
De acuerdo a los parámetros del nuevo Black Terror (Déjame Salir, Nosotros), la película habla del racismo en Estados Unidos, dándole en este caso una dimensión histórica y estableciendo una conexión entre el sur esclavista de la Guerra Civil Americana y la nueva era Trump.
A esto se suman otros parámetros, no sólo el racismo, sino también el feminismo.
Como punto de partida resulta de lo más atractivo y hay que reconocer que el arranque de la película es espléndido, con un plano secuencia impactante y donde imagen y música juegan un papel fundamental.
Lamentablemente, tras este prometedor inicio la cinta cae en el vacío narrativo, apostillando una consigna tras otra, pero despreocupándose por completo de la historia y los personajes. Tal es así que acaba convirtiendo su discurso en algo impostado y cargante.
Afortunadamente la cinta recupera terreno en su clímax final, pero llega demasiado tarde. Desde luego, la diversidad y la inclusividad deben un objetivo del cine del siglo XXI, pero éste no es el camino.