A finales de los 90, la moda del J-Horror (cine de terror japonés) se implantó gracias a la pericia de directores como Hideo Nakata, Takashi Miike, Kiyoshi Kurosawa o Takashi Shimizu. De repente las melenas largas de pelo negro azabache y los rostros pálidos e inexpresivos inundaron las pantallas de cine. En el caso de Shimizu y La Maldición, los derechos fueron adquiridos por Sam Raimi, quien quiso mantener en sus remakes estadounidenses el componente japonés, contratando al mismo director y a los actores que interpretaban a Kayako y Toshio.

La última entrega se estrenó en 2009 en formato doméstico y sin la participación de Shimizu. Parecía el final de la saga.

Ahora Raimi ha querido resucitar La Maldición con un tratamiento argumental similar, jugando con cuatro tramas paralelas que se van alternando, al mismo tiempo que se va rompiendo la linealidad temporal. El director escogido ha sido Nicolas Pesce, quien ha optado por un tono sobrio y una puesta en escena elegante, aunque sin prescindir de los obligatorios sobresaltos ocasionados por las apariciones de los fantasmas.

La cinta cuenta también con un reparto competente, encabezado por Andrea Riseborough y Demian Bichir.

Desgraciadamente, las virtudes de la película no ocultan la falta de originalidad del producto, incapaz de aportar nada nuevo a lo visto antes y que, a estas alturas, ya resulta al espectador poco sorprendente como para hacerse un hueco en su memoria.

Cine de terror de autor para iniciar el año, con una nueva versión de La maldición.
Cine de terror de autor para iniciar el año, con una nueva versión de La
maldición.