Socio cercano de Pablo Trapero y Santiago Mitre, guionista con estos de películas como Leonera, Carancho, Elefante Blanco o Argentina 1985, Martín Mauregui debuta como director en solitario con Vieja Loca, película que se aleja del discurso social e histórico de los títulos antes mencionados y se adentra en una propuesta de género puro y duro.

Producida por Juan Antonio Bayona, se trata de una película claustrofóbica, grotesca y truculenta, con apunte de Grand Guiñol y un sentido del humor enfermizo, que tiene en lo reducido de su reparto y lo concreto de su argumento sus principales bazas.

Juan Antonio Bayona, Carmen Maura y Martin Mauregui en Sitges 2025.
Juan Antonio Bayona, Carmen Maura y Martin Mauregui en Sitges 2025.

En una noche de tormenta

Estrenada en la jornada inaugural del Festival de Sitges 2025, donde se hizo entrega a Carmen Maura del Gran Premio Honorífico, Vieja Loca bien podría ser una obra de teatro. Salvo excepciones, toda la acción tiene lugar en un mismo espacio, con dos únicos personajes. Sin embargo, la película no da sensación de haber sido escrita como tal, ni la puesta en escena de Mauregui resulta teatralizada. Todo lo contrario. A lo largo del metraje, la cámara se va fijando en los detalles, creando una atmósfera opresiva y enfermiza, aderezada con un sentido del humor malsano, del que los actores hacen cómplice al espectador. Sobre el guion los personajes están bien construidos, más allá de lo rocambolesco del punto de partida inicial. Pero, más allá de ahí, la auténtica verosimilitud radica en la excelente labor de los actores.

Carmen Maura, qué duda cabe, borda este papel. Resulta curioso que, en la larga trayectoria de esta actriz, el fantástico ocupen tan poco lugar (sus colaboraciones con Álex de la Iglesia y poco más); sin embargo, su elección para el papel parece completamente natural y, en los excesos del personaje, casi que podemos encontrar ecos de la Carmen Maura de sus películas con Almodóvar, quizás por la tendencia del director manchego por construir grotescas tramas de folletín en las que perfectamente podría incluirse al personaje de Alicia, con sus crisis de memoria e identidad.

Daniel Hendler, por su parte, es el payaso triste, el que únicamente tiene que sentarse y convertirse en el blanco de los abusos de su coprotagonista. Su mayor reto es conseguir que el espectador acepte la pasividad del personaje, que, pese a todo, salga del entorno de manera razonada y diplomática.

Sin abusar de la violencia explícita, pero dosificándola de manera inteligente, la película nos recuerda la esencia de El Ángel Exterminador de Luis Buñuel. Cada vez que el protagonista ve abrirse la puerta de salida, hay un giro en el comportamiento de esa Vieja Loca que le devuelve a la silla de tortura. Todo esto acompañado también por una escenografía barroca y agobiante, una dirección de fotografía que juega con la oscuridad, una partitura musical bufonesca y un ritmo bien marcado.

Una fábula de terror y suspense

Lo cierto es que sólo con esto, la película ya es un triunfo. Hay otros elementos con los que se pretende enriquecer la trama, pero que, o son innecesarios o no se les saca suficiente partido. Los personajes de Laura y Elena, quedan desdibujados y resultan irrelevantes, más allá de las necesidades de guion. Lo mismo pasa con la visita del agente inmobiliario o lo que esconde Alicia en el dormitorio. Todo está ahí para forzar un giro en el guion, pero carece de un peso dramático propio, hasta el punto de que de manera sencilla la historia se podría resolver sin ellos.

Por lo demás, se trata de una cinta entretenida, con mala uva y bien dirigida e interpretada, con mención especial para una espléndida Carmen Maura que domina la película por completo.

Carmen Maura con su Gran Premio Honorífico del Festival de Sitges 2025.
Carmen Maura con su Gran Premio Honorífico del Festival de Sitges 2025.