Fuera de lo que es la animación televisiva, la trayectoria de la juguetera Hasbro en cine ha resultado un tanto irregular. Es cierto que cuenta con adaptaciones extremadamente taquilleras, como la franquicia de Transformers, pero otras de sus líneas de productos no han tenido tanta fortuna en la pantalla grande. G.I. Joe es una de sus líneas de juguetes más longevas y de mayor éxito en tiendas. La variedad de sus personajes, sus distintas habilidades, el diseño particular de cada uno de ellos ha sido una de las bases de este éxito. Cada uno de los personajes ha ido desarrollando sus características propias y se ha ido construyendo una historia a su alrededor, aportando mayor personalidad a los juguetes. Ahí, evidentemente, el cómic, la televisión, los videojuegos y el cine han jugado un papel decisivo.

Snake Eyes tiene a su favor el haber sido uno de los personajes fundadores de la franquicia y con el paso del tiempo ha pasado a ser uno de los más famosos y queridos por los seguidores de la juguetera. Su carácter silencioso, su misterioso pasado, su enemistad legendaria con Storm Shadow son algunos de los aspectos que han definido la personalidad de este ninja militarizado. Al contrario que otros de sus compañeros, uno de los elementos clave de Snake Eyes es el silencio clasificado en torno a sus antecedentes, aunque, como el caso de Lobezno en Marvel, poco a poco y de manera disgregada, los detalles de su pasado se han ido apuntando.

De ahí que una película titulada Snake Eyes. El origen pueda resultar atractiva para el conjunto de fans, pero también el temor a cuál será el resultado. Y es que los antecedentes cinematográficos de la franquicia G.I. Joe no es que hayan sido especialmente halagüeños.

En 2009, a raíz del éxito de Transformers de Michael Bay, el cineasta Stephen Sommers (La Momia, Van Helsing) llevó a los personajes a la gran pantalla con todo el exceso y el despilfarro característico de su cine y de una superproducción hollywoodiense. El resultado fue bastante irregular y decepcionante. No mejoró con la siguiente entrega, G.I. Joe: La Venganza, que prometía alejarse de la vertiente más fantástica y apostar por una línea realista y bélica. Estos dos descalabros han generado que se haya apostado aquí por un reinicio de la franquicia, a modo de precuela, contando los orígenes de uno de los personajes más misteriosos de la línea de juguetes.

Aunque muchos personajes de la película tienen su correspondencia con algunos de los juguetes, se puede apreciar la intención de ir por otros derroteros. Lo cierto es que más allá de los guiños a la franquicia y la parte final, Snake Eyes: El origen perfectamente podría haber prescindido del sello G.I. Joe y haberse presentado como una película de acción y artes marciales.

En lo que se refiere al personaje principal, poco vamos a encontrar en él que corresponda con lo que ya conocemos. Por de pronto, le vemos el rostro y resulta un tanto charlatán y presuntuoso, lo que contrasta con la figura silenciosa, discreta y siempre enfundada en su uniforme negro de los juguetes. Sin embargo, no consideramos que nos encontremos ante un nuevo caso como el Juez Dredd de Sylvester Stallone retirando el casco al mítico personaje sin rostro creado por John Wagner y Carlos Ezquerra. Uno de los aspectos más interesantes de la propuesta de la película es cómo plantea un punto de partida antitético con lo que conocemos de los personajes, para a continuación hacerlos evolucionar hasta la versión oficial.

Nuevo trabajo del director Robert Scwentke

Tras la cámara tenemos a un realizador irregular, pero de vertiente artesanal como es el alemán Robert Schwentke, quien, desde que debutara en 2005 en Hollywood con Plan de Vuelo: Desaparecida, se ha especializado en llevar a cabo proyectos de encargo dentro del cine de acción, el thriller o el fantástico. En ocasiones con resultados aparentes e incluso notables (Más Allá del Tiempo, Red) y otros con descalabros importantes (R.I.P.D. Departamento de Policía Mortal, La serie Divergente: Leal).

Snake Eye: El origen llega tras un descanso en el que volvió al cine europeo, con impronta de autor en la espléndida El Capitán (experiencia que repetirá con su siguiente proyecto, On the Creation of Earthquakes).

El pensamiento filosófico oriental tras las artes marciales, la tradición del cine japonés, la cultura tradicional frente a la vorágine del mundo moderno son conceptos que sirven para decidir las intenciones del cineasta y los guionistas a la hora de buscar una nueva aproximación al personaje de Snake Eyes.

Se puede apreciar en la puesta en escena que Schwentke un interés por respetar el tono, el ritmo y la ambientación de la historia de los clásicos del cine oriental e incluso versiones más modernas (cuándo vamos a reconocer el valor de la película surcoreana La Villana como una de las grandes influencias en el cine de acción y artes marciales del siglo XXI).

Por otro lado, hay en el guion de Evan Spiliotopoulos, Joe Shrapnel y Anna Waterhouse un esfuerzo por aportar a la trama más desarrollo de personajes, cuidar los conflictos entre ellos y no caer en un mera concatenación de escenas de acción sin ningún peso dramático.

Sobre el reparto

Esto se contagia también al reparto. Henry Golding ya había demostrado en su papel en Crazy Rich Asians, ser un actor con carisma, presencia en pantalla y dotes de seducción. Con sus proyectos posteriores ha evitado el encasillamiento y, ahora, se atreve con un papel que demanda de él mucha implicación en cuanto a interpretación física. Por su parte, Andrew Koji sabe jugar más con las sutilezas de su personaje y aporta un poso humanista a Storm Shadow.

Lo mismo podemos decir del reparto de secundarios orientales, como Haruka Abe, Takehiro Hira, Iko Uwais o Eri Ishida.

Menos interesante y hasta gratuito nos parece la incorporación de dos personajes clásicos de G.I. Joe, La Baronesa y Scarlett, interpretados por Úrsula Corberó y Samara Weaving, respectivamente. Ni sus personajes aportan nada a la trama, ni las interpretaciones de las actrices consiguen darle más relevancia.

A esta gratuidad de determinados elementos en la trama se suma una parte central de la película, aquella en la que el protagonista busca integrarse en el clan Arashikage, donde esas buenas intenciones dramáticas de las que parte la película se desinflan y el guion empieza a hacer aguas. De repente, la acción pasa a un segundo plano en favor de un tratamiento más zen de los personajes, lo que escatima algunas escenas importantes donde el espectador presupone y espera mayor acción.

Schwentke, quien ya se había caracterizado en títulos previos por buscar fórmulas visuales dinámicas y atractivas para escenificar la acción, aquí intenta dar también un cariz oriental a la forma de escenificar las peleas. En ocasiones esto tiene éxito, pero, pese al virtuosismo de la imagen, queda patente que la acción se resuelve más en postproducción que en el set, con coreografías que se resuelven rápido y saben a poco.

Al final Snake Eyes: El Origen se salda como una película bienintencionada, que parte de buenas ideas y que tiene la ambición de romper con la herencia recibida de las películas anteriores de la franquicia, pero que se queda a medio camino en su ejecución y corta en los resultados.