Hace dos años, en nuestra crítica a Smile, comentábamos que el secreto de su éxito nos parecía que “se debe más a una cuestión formal que argumental.” Seguimos de acuerdo con esa afirmación y la ampliamos a su secuela. Parker Finn, director de la primera entrega y responsable también de la segunda, nos parece un cineasta muy hábil a la hora de generar una atmósfera enrarecida y lograr desarrollar a lo largo de todo el metraje de la película una tensión mantenida. Si la primera entrega podía resultar intensa, su secuela parece pensada para generar ataques de ansiedad. Dicho esto como una virtud dentro del género de terror.
Smile 2 responde al esquema clásico de secuela de Hollywood. Cuenta con un mayor presupuesto, aprovechado para wistrolar la película: mayor empaque, escenas más elaboradas, rostros más conocidos en el reparto; sin embargo, la base argumental de la cinta viene a repetir el esquema de la anterior, paso por paso. En esta segunda parte Naomi Scott interpreta a una estrella pop intentando rehabilitarse de los excesos y una tragedia de su pasado reciente cuando cae bajo la influencia de la criatura sobrenatural de la anterior entrega.
Será lo último que veas
La breve aparición de Kyle Gardner sirve de enlace con la primera parte y el modus operandi de la criatura permanece igual, acosando a la protagonista con alucinaciones en las que la gente de su alrededor esboza un rictus en forma de sonrisa macabra hasta provocar en la víctima un estado continuo de ansiedad y tensión. Lo que cambia en este caso es la trama de fondo, que aquí va más vinculada con el mundo de la fama y las exigencias laborales dentro de la industria del espectáculo, y la construcción misma de los ataques de la criatura, buscando formas originales y aterradoras de sorprender al espectador.
Como en la anterior, a nivel de guion aquí se juega con la premisa de que la criatura distorsiona la percepción de la protagonista, haciendo que todo suceda en su cabeza y que realidad y alucinación sean indistinguibles. Esto provoca que el espectador está sometido también a posibles engaños continuos donde lo que se nos cuenta es una trampa y el director, al igual que su criatura, puede cambiar las reglas del juego a su antojo.
Como en la primera parte, aunque todo gira en torno al ataque de la criatura sobrenatural, la película permite una lectura distinta, donde todo gira alrededor de la salud mental de la protagonista y cómo el stress y la presión del trabajo y sus circunstancias personales la van conduciendo a una crisis nerviosa.
¿Te mataría sonreír?
El director y guionista Parker Finn firma aquí su segundo largometraje y demuestra un dominio aún mayor de los recursos manipuladores del lenguaje audiovisual para dirigir el estado de ánimo del espectador. Todo esto va generando una estructura in crescendo, que ya parte de un nivel de susto desde la misma secuencia inicial para mantener al espectador con esa ansiedad latente y creciente durante las poco más de dos horas de metraje.
Naomi Scott no es una actriz por la que sintamos especial devoción y, probablemente, resulte demasiado angelical para este papel, especialmente en las zonas más oscuras del personaje. Sin embargo, hay que reconocerle que se ha volcado físicamente con la película, Más inquietante nos parece el personaje de Rosemarie DeWitt, en su rol de madre controladora y manipuladora, parásito de la carrera de su hija hasta el punto de sacrificarla por el éxito.
La breve aparición de Ray Nicholson ha sido bastante publicitada (sobre todo en relación al parecido con su padre, Jack Nicholson). Heredero de la mirada y la sonrisa inquietante que su padre explotó en El Resplandor, de momento el vástago ha demostrado que ha heredado la capacidad para el exceso de su padre, pero su personaje es demasiado nimio como para afirmar si el talento iba en el paquete genético.
Al igual que su predecesora, Smile 2 es una película muy bien construida, con el terror y los sobresaltos bien medidos a lo largo del metraje para no dejar escapar a su público. Como experiencia, estamos ante una montaña rusa mejor construida y más frenética que la anterior.