Crítica: ‘RAW (CRUDO)’. Devorando la nueva carne.

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Cuando irrumpió en el panorama cinematográfico a mediados de los años 70, David Cronenberg se especializó en contar historias sobre la alienación, la falta de comunicación o desnaturalización del ser humano, donde estos sentimientos se somatizaban en forma de diferentes mutaciones físicas. Es lo que se denominó la Nueva Carne.

Para su opera prima, Julia Ducournau ha bebido mucho de aquel Cronenberg primigenio tanto narrativa como estilísticamente. Crudo nos habla de los cambios emocionales y psicológicos de una joven, hasta ese momento extremadamente protegida por sus padres, quien, a su llegada a la universidad, experimenta un despertar de su identidad social y sexual. Liberada de las restricciones marcadas por sus padres, inicia un camino de experimentación que acaba convirtiéndose en incontrolable.

Crudo. Raw

Ducournau escenifica esta fase de muchos adolescentes a través de un tabú social menos común y más chocante como es el canibalismo, que perfectamente podríamos equiparar con el consumo de drogas, y aporta a la película un componente de adicción casi vampírico.

También al igual que Cronenberg, la cineasta logra un difícil equilibrio entre el uso de imágenes morbosas y desagradables con una narración precisa y elegante. El espectador se ve sacudido por secuencias truculentas e impactantes, pero Ducournau en ningún momento permite que éstas adquieran el protagonismo y eclipsen la historia que quiere narrar o a los personajes.

Aquí tiene un enorme mérito la actriz principal Garance Marillier, quien defiende con entereza un personaje complejo y extremo. A la película le falla el aliento en el último momento y no logra una conclusión a la altura del resto de la película, pero se agradece una propuesta tan valiente y arriesgada en el cine de género actual.

Crudo. Póster español