En 2016, después de abordar su reboot de Posesión Infernal, el uruguayo Fede Álvarez presentó un proyecto más modesto y a priori menos sugestivo, una producción de 10 millones de dólares titulada No Respires, que partía de una premisa no especialmente original.
En ella un grupo de jóvenes deciden entrar en la casa de un anciano ciego del que se comenta que tiene escondida una gran cantidad de dinero. La contundencia de la puesta en escena, lo violento de la propuesta y los salvaje de algunos giros de trama, sumado a la amenazante presencia de Stephen Lang cogieron por sorpresa a los espectadores que se acercaron a verla.
La recaudación superó los 150 millones de dólares, la cinta se convirtió en un título de culto inmediato y la demanda de una continuación no se hizo esperar.
No Respires 2 llega de nuevo de la mano de Álvarez, aunque en este caso en materia de productor y co-guionista, dejando la dirección al coescritor de la primera parte Rodo Sayagues.
Aunque la premisa argumental viene a ser muy similar (un grupo de criminales entran en la casa del protagonista, en este caso dispuestos a secuestrar a su hija) y la trama tiene también algunos giros importantes que dan una lectura diferente a lo que el espectador podría esperar en un primer momento, hay un cambio fundamental con respecto a la primera entrega.
En esta ocasión, el punto de vista de la historia es el de el hombre ciego, que deja de ser aquí una figura fantasmal y aterradora para adquirir un rol más humano y heroico (hasta cierto punto).
Álvarez y Sayagues inician un camino de redención, pero igualmente plagado de violencia extrema y explícita, con una narrativa intensa y agobiante. La secuela evidencia el incremento en su presupuesto (cinco millones más), lo que permite jugar con más escenarios y más personajes. Sayagues mantiene el mismo tono de su socio tras la cámara, con una esforzada puesta en escena, aunque no alcanza el nivel de tensión e incomodidad que Álvarez aportó a la película anterior.
Stephen Lang tiene más espacio para recrearse en su personaje, que vuelve a ser el componente más atractivo de la película, aunque la presencia de Brendan Sexton III y de Adam Young suma bastante a nivel interpretativo, así como la correcta presencia de Madelyn Grace, como la hija del protagonista.
La película es una espléndida continuación de la anterior, respetuosa y continuadora de los valores que convirtieron a la primera parte en un éxito, aunque en el balance final queda por debajo de su predecesora.