Crítica: “INSIDIOUS. LA ÚLTIMA LLAVE”. Pecados del Padre

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Alejados ya desde la tercera entrega de la trama de la familia Lambert, la saga Insidious (ahora más bajo el control del guionista Leigh Wannell que del cineasta James Wan) ha preferido centrarse en las aventuras de la parapsicóloga Elise Rainier y sus ayudantes Specs y Tucker. En esta ocasión, la trama nos sirve para conocer en mayor detalle los antecedentes de la doctora y el origen de sus poderes, al mismo tiempo que introduce elementos que, a través del fantástico, buscan tratar temas como la violencia de género o la proliferación de asesinos en serie de mujeres en Estados Unidos.

Con estas cartas sobre la mesa, el guión de Insidious. La última Llave tenía a su favor la posibilidad de jugar con ese componente metafórico que tiene el fantástico a la hora de abordar conflictos reales.

Lamentablemente Whannell, una vez más, prefiere quedarse en la superficie, conjugando de manera torpe la combinación de humor con terror (la pareja cómica formada por Specs y Tucker siguen resultándonos burdamente anticlimáticos). La puesta en escena de Adam Robitel logra por momentos generar una atmósfera enrarecida para la película, y, manteniéndose fiel a la estética de la saga, el diseño artístico (especialmente el concepto de la criatura sobrenatural encarnada por Javier Botet) resulta lo más llamativo de la propuesta. A la contra tenemos también una pobre dirección de actores, de la que únicamente podemos salvar a Lin Shaye, pero resulta lamentable ver a un excelente actor como Bruce Davidson tan perdido en su papel.

Con esta nueva entrega, la saga se reafirma en lo establecido por la tercera parte, es decir, encadenar un capítulo tras otro a modo de serial, pero sin las ambiciones que convirtieron a la primera película en una cinta atractiva.