Dice Martin Scorsese que él es viejo y que su cine mira al pasado, no sólo a nivel argumental, sino también a nivel artístico. Su concepto de la narración cinematográfica está desfasado y corresponde a las nuevas generaciones mirar hacia delante y asumir el reto de decidir hacia dónde se dirige el Séptimo Arte, qué implicaciones van a tener las nuevas tecnologías en el lenguaje audiovisual del futuro, que significado van a tener los recursos expresivos de la imagen en movimiento para hacer evolucionar este arte y que permanezca vivo y vigente. Eso lo dice Martin Scorsese y nos permitimos discrepar con su opinión. Los Asesinos de La Luna no es cine que mire al pasado, es pura modernidad, mucho más convencida de la importancia de la renovación del discurso que la mayor parte del cine realizado por directores de nueva hornada actual.

EL ASUNTO DEL GÉNERO

Scorsese presenta la película como un western y como tal la hemos visto referida en los medios, ahí discrepamos de nuevo con el maestro. Sí, la trama se desarrolla en el oeste (más bien medio oeste) estadounidense e involucra a los nativos americanos y el conflicto territorial que generó la llegada de los colonos europeos. Hay una denuncia del maltrato histórico hacia las naciones indias por parte del hombre blanco, como ya hicieran títulos como La Gran Batalla o Bailando con Lobos; sin embargo, ya de por sí el hecho histórico que retrata se aleja de la época de la frontera y se ambienta en los primeros años de la década de los 20 del siglo XX; por otro lado, estamos ante un caso con un perfil más criminal, mucho más cercano al propio cine de gángsters de Scorsese u otras películas modernas como Pozos de Ambición.

Los Asesinos de La Luna presenta también una trama de amor que vertebra toda la película, un amor cargado de engaños y tóxico, pero, al mismo tiempo, una relación que carga de humanidad (en el mejor y el peor sentido de la palabra) a los dos personajes principales, Ernest (Leonardo DiCaprio) y Mollie Burkhart (Lilly Gladstone).

A FUEGO LENTO

A Martin Scorsese le conocemos sus narrativas dinámicas y violentas para películas como Casino o El Lobo de Wall Street; sin embargo, con esta película ha preferido un tempo más reflexivo y pausado. Se trata de una historia compleja y en la que participan muchos personajes y se encadenan muchas acciones, por lo que hacía falta una mirada atenta y un metraje extenso. Ésta es, junto con El Irlandés, la película más larga de Scorsese (206 minutos) y, al igual que aquella, su metraje perfectamente podría haberse estructurado en forma de capítulos para una miniserie. Muy probablemente teniendo aquella a Netflix y ésta a Apple TV detrás, esto ya fue una posibilidad que se barajó en las primeras etapas de la producción.

Pese a esto, consideramos que el resultado final sigue funcionando como una película y que, con esta estructura, Scorsese abre las puerta a la reflexión sobre qué valor tiene la duración del metraje en una era del audiovisual donde las plataformas han roto las barreras de duración de las obras audiovisuales. En este sentido, lejos de resultar caprichoso, sí nos parece que Martin Scorsese ha comprendido mejor la evolución en el esquema narrativo de la obra cinematográfica que las nuevas generaciones de directores que trabajan de manera asidua con las plataformas.

SUPREMACISMO

A partir de la historia real, documentada por el escritor David Grann en su libro homónimo, Los Asesinos de La Luna es un cuento moral, donde la ambición desbocada, el materialismo depredador y el supremacismo racial marca el devenir de los personajes. En el momento histórico en el que se desarrolla la historia, nación Osage es un ejemplo de la desvirtuación de la identidad de la tribu, no sólo por contagio con los blancos, sino sobre todo por la tentación que supone el dinero ganado gracias al petróleo. Coches, ropas, joyas, lujos, marcan la europeización de los Osage, aunque, como sucediera con las ratas que viajaban en los barcos que llegaron a las Américas, inocentes y desconocedores lo devastador que el ser humano puede ser hacia el prójimo o haca si mismo.

PASADO Y FUTURO

La puesta en escena de Scorsese es impoluta. El cineasta, acompañado por la bellísima luz de Ricardo Prieto y el siempre afinado montaje de Thelma Schoonmaker, nos ofrece una película compleja, que sí, referencialmente bebe del western (las fordianas Centauros del Desierto o El Hombre que Mató a Liberty Valance, entre otras), pero también de la serie negra o del bagaje pictórico del cineasta.

De Edward S. Curtis hereda esa necesidad de captar con la imagen un pasado que se escurre entre los dedos y agoniza; y, sin embargo, hay también una mirada al futuro, a lo que devendría el siglo XX.

En esa mirada al pasado, el presente y el futuro, encontramos a los tres protagonistas. Robert De Niro fue el actor fetiche de Scorsese ente 1973 y 1995, recuperado aquí en una de sus mejores interpretaciones de su última etapa de madurez. Su King Hale es tan entrañable y mortal como el Paul Sorvino de Uno de los Nuestros.

Leonardo DiCaprio ha sido el impulso de la carrera de Scorsese desde que coincidieron por primera vez en 2002 con Gangs of New York. Su reunión también con De Niro treinta años después de Vida de Este Chico parece haber aportado presión al actor de Infiltrados, deja una interpretación esmerada, con un personaje con doble cara, pero que se excede en histrionismos.

Por último, el futuro es Lily Gladstone, una actriz desconocida, agraciada con un personaje espléndido y que aprovecha plenamente la oportunidad para ofrecer la interpretación más destacada de la película, por encima de sus dos famosos y prestigiosos compañeros de reparto.

Destacamos en este sentido también la espléndida labor musical de Robbie Robertson, reversionando temas folk y tradicionales, aportando la contundencia y el ritmo que requiere la narrativa de Scorsese. En la balanza de lo negativo, poco que aportar, más allá de algún histrionismo de DiCaprio o algún otro miembro del reparto y una recta final donde, lejos de pesar el largo metraje, se aprecia algún recorte poco agraciado para condensar la trama.

ORO NEGRO

En un año plagado de grandes títulos y grandes cineastas y en el que se nos ha devuelto la esperanza en el cine, Los Asesinos de La Luna ocupa un puesto de honor. Se trata, sin duda, de una de las mejores películas de este año, un título ambicioso, inteligente y complejo, narrado con mano firme por uno de los últimos grandes maestros de este arte.