Hay un abismo entre el Imanol Uribe de los inicios de su carrera y el que nos presenta La Sospecha de Sofía. El cineasta de títulos como La Muerte de Mikel, El Rey Pasmado o Días Contados era un narrador furioso, contundente y crítico con la sociedad. Su cine, independientemente de la historia que fuera a narrar, estaba rabiosamente arraigado en un discurso social y sus personajes eran seres trágicos, marcados por el Destino. Sin embargo, en su último trabajo nos encontramos con un cineasta competente, sí, y elegante, también, pero incapaz de profundizar en las importantes lecturas históricas y sociales que presenta la historia.
Confesamos no haber leído la obra en la que se basa, por lo que no sabemos si el problema viene de origen, pero basta con leer la (espléndida) novela de Juan Madrid y la adaptación que hizo Uribe en Días Contados, para ver la capacidad que tenía este director a la hora de despegarse del material de origen y crear una historia nueva con un calado diferente. A La Sospecha de Sofía le falta eso.
La película parte de la novela homónima de Paloma Sánchez-Garnica, finalista del Premio Planeta en 2021 con Últimos Días en Berlín y ganadora del mismo premio en 2024 con Victoria. Al igual que éstas, La Sospecha de Sofía es una novela histórica, con elementos de romance y espionaje, que toma como punto de partida la Segunda Guerra Mundial, o en este caso la Alemania dividida posterior y la Guerra Fría. La España de Franco de los años 60 contrasta aquí con la Alemania del Este para una historia de doble vertiente familiar.
Espionaje, contraespionaje y la búsqueda de la propia identidad
La trama principal, esa sustitución de un protagonista por su hermano gemelo y las sospechas de la mujer del primero al darse cuenta de que la persona con la que convive no es su marido, pero por la que está teniendo sentimientos más profundos, nos recuerda mucho a El Regreso de Martín Guerre, basada en la novela de Natalie Zemon Davis, (o su remake estadounidense, Sommersby). A nivel de puesta en escena, todo está correcto. Un buen diseño de arte, buena dirección de fotografía, Uribe sabe colocar la cámara y narrar la historia de manera eficaz, la música acompaña sin aportar demasiado, pero sin molestar, los actores cumplen de manera solvente.
Desgraciadamente, pese a la corrección superficial, a la película le falta ímpetu, le falta emoción. Hay una sensación de apatía, de desinterés por el desarrollo de la historia, por el contexto histórico, por las relaciones entre los personajes, escasamente explicadas. Los ingredientes de esa historia podían ser la semilla de una película mucho más intensa, apasionada, con personajes mucho más complejos y estimulantes; sin embargo, todo resulta excesivamente contenido, sin desarrollo, con idas y venidas por parte de los personajes carentes de sentido y con un desenlace final apagado y pobremente construido.
La Sospecha de Sofía cumple con unos mínimos para que la factura no nos permita decir que se trata de una mala película, pero sí resulta una cinta indolente, superflua y, lo peor de todo, aburrida.