El mayor reto al que debe enfrentarse Adonis Creed/ Michael B. Jordan en su tercera entrega cinematográfica no es ese pecado de juventud encarnado en la figura de Damian Anderson/ Jonathan Majors, sino demostrar que puede volar solo, sin la sombra de Rocky Balboa/ Sylvester Stallone.

Creed III es claramente una película continuista con las dos anteriores. Es cierto que Stallone está desvinculado de la cinta, pero hay mucho espíritu de Rocky en la historia. Además, Jordan, en su salto a la dirección se ha sabido acompañar del equipo que había dado sabia nueva a la franquicia en la primera parte de este spin off. Así, por ejemplo, tenemos a Ryan Coogler, quien se mantiene como productor y uno de los creadores del argumento inicial, así como Kramer Morgenthau, director de fotografía de la segunda entrega, o Joseph Shirley, compositor que asume aquí la partitura después de componer música adicional para la franquicia de la mano de su mentor, Ludwig Göransson.

El guion

El guion puede parecernos un tanto apresurado por la forma en la que se precipitan los acontecimientos, pero, fiel al espíritu de Stallone, hay varios elementos dramáticos de fondo que sirven de conflicto y que acabarán detonando en el combate final. Aquí impera el sentimiento de culpa. La culpa de Adonis por haber abandonado a su amigo de la infancia, pero también el sentimiento de culpa de algunos de los personajes por haber abandonado sus sueños ante los avatares de la vida.

En esta tercera entrega, Jordan profundiza en la faceta más oscura de su personaje, en esa infancia llena de rabia y rencor por la ausencia de su padre. Éste es un Adonis crepuscular, que ya ha tocado techo en su carrera y ahora ha colgado los guantes para dedicarse más al negocio del boxeo. Por otro lado, hay una confrontación muy propia de la saga entre héroe y villano, aunque aquí se inviertan los roles. Uno representa el boxeo como deporte, calibrado y estratégico, mientras que el otro representa la mirada del tigre, el hambre de ambición, la furia desatada. Adonis no es Rocky, es un boxeador del siglo XXI, educado y entrenado. También representa otro tipo de masculinidad, más emocional.

Personajes secundarios

Aunque la película procura dar espacio de desarrollo a los personajes secundarios (Bianca, Amara, la hija de ambos, Duke y, especialmente, Mary Anne que vuelve a estar espléndidamente interpretada por Phylicia Rashad); lo cierto es que el eje de esta película péndula entre los dos contrincantes. Son Adonis y Damian quienes tiran del conflicto dramático y la química entre los dos actores es formidable. Jonathan Majors ha logrado destacar en los roles de villano en sus últimas películas y aquí sabe darle no sólo una gran fisicidad a Damian, sino que representa de maravilla el dilema dramático que aporta su personaje a la saga.

Michael B. Jordan se estrena como director, manteniendo las claves estéticas de las dos películas anteriores, con una narrativa más enfática y que se recrea, más si cabe, en la fisionomía de los dos boxeadores, esculpidos en el gimnasio a modo de estatuas griegas. Como cineasta ha traído a la saga algunos aspectos ajenos, como cierta narrativa de anime, que queda patente sobre todo en los combates El suyo no es que sea un gran debut como director, pero al menos sí es una opera prima esforzada y de factura más que correcta, elevando el listón por encima de su descafeinada segunda entrega.

Sólo hay un momento en el que Jordan se deja llevar por la innovación y, en nuestra opinión, es donde la película pierde el rumbo. En pleno combate final, a modo de recurso freudiano, Jordan transforma en combate físico en un combate onírico, una idea que sobre el papel podría resultar llamativa, pero que, en pantalla, rompe la tensión dramática del momento climático de la película. Esa ruptura con el realismo de la cinta en favor de un componente fantasioso rompe el tono de la cinta de manera forzada y, en nuestra opinión, calamitosa.

La música

Al igual que en las anteriores, y siguiendo la estela de Rocky, la película se apoya también mucho en el uso de la música, especialmente las canciones que sirven también para arraigar aún más estas películas con la cultura afroamericana. Joseph Shirley hace un uso muy enfático de la partitura musical, aunque se echa de menos a Göransson y ya no digamos a Bill Conti.

Michael B. Jordan es un actor que ha ido creciendo con los años y ha sabido aportar un fondo dramático a su papel de Adonis, sin embargo, hay una carencia que diferencia a Creed de Balboa. Siendo Stallone un actor más limitado, precisamente con Rocky lo que consiguió fue mantener un discurso semiautobiográfico a lo largo de toda la saga. A través del Potro Italiano, la estrella reflexionaba acerca de su vida y convirtió al boxeador en su portavoz particular. Ese componente se mantuvo en los spin offs mientras Stallone estaba allí; sin embargo, pese a ese salto de madurez en el personaje de Adonis, echamos en falta esa conexión íntima entre actor y personaje.

Ahora, tras tres entregas, nos parece que la saga de Creed está ya agotada, siendo esta tercera entrega un buen momento para cerrar lo que, por otro lado, ha sido una nueva andadura irregular y de escaso vuelo tras su prometedora primera entrega.