Con La Niña de la Comunión, Warner España ha hecho una apuesta por el cine de género, por el terror y por una producción de perfil comercial, cuya intención es jugar con las claves del género y conseguir un producto rentable que atraiga a público (en este caso principalmente juvenil) a las salas. El formato es muy hollywoodiense, aunque en la trama encontremos una idiosincrasia muy española.

LA CHICA DE AYER

Ambientada en la década de los 80, la cinta no sólo pretende tirar de cierta nostalgia, presente principalmente en la selección musical con canciones de la época, sino también recrear un patrón cinematográfico que imperó en aquella época, con el auge del slasher sobrenatural. Hay en la película influencia también de obras más recientes como las películas de James Wan y su saga de Expediente Warren o exóticas, como la cercanía de la criatura sobrenatural con el perfil implantado por el J-Horror con películas como The Ring.

La niña de la comunión, de Víctor García.
La niña de la comunión, de Víctor García.

LA MANO QUE MECE LA CUNA

La película parte de una historia original del director Víctor García y Alberto Marini, ambos bregados en materia de terror, y con un guion escrito por Guillem Clua, en cuya filmografía reciente encontramos Los Renglones Perdidos de Dios o la serie Smiley.

García se encarga de la dirección, después de una extensa carrera internacional, bregando con secuelas (mayoritariamente dirigidas al mercado doméstico) de éxitos de terror. Ni Return to House on Haunted Hill, ni Reflejos 2, ni 30 Days of Night: Blood Trails y mucho menos Hellraiser: Revelations van a presentarle como un cineasta de prestigio, pero marca ese perfil de artesano que conoce los mimbres del género.

La Niña de la Comunión es una película de factura correcta, que nos presenta situaciones conocidas y predecibles por el espectador, pero planificadas por alguien que no pretende dárselas de original o innovador, sino que rinde tributo al tipo de cine que ha visto y que ha construido su bagaje cultural. No nos parece que sea la intención del director sorprender, sino situar a la audiencia en un terreno conocido y demostrar que en España también se puede hacer este tipo de cine.

RELIGIÓN

El título ya nos plantea una atmósfera religiosa, que siempre ha dado buen juego con el terror a la hora de ofrecer ambientes siniestros y angustiantes; sin embargo, pese a algunas secuencias de fuerte iconografía religiosa, la película prefiere ir por otros derroteros, construyendo poco a poco esa presencia sobrenatural que amenaza a los protagonistas. A esto se suman otros elementos icónicos, como la muñeca de porcelana, reforzando esa construcción siniestra que el cine ha hecho de los juguetes infantiles como objetos ominosos o de posesión sobrenatural. Existe junto al componente fantástico un cierto elemento de thriller y detectivesco que aporta cierto dinamismo a la narración. A todo esto le ayuda una fotografía cuidada de José Luis Bernal y una partitura eficaz de Marc Timón.

La niña de la comunión, de Víctor García.
La niña de la comunión, de Víctor García.

COMULGANTES

La Niña de la Comunión es también una cinta de terror juvenil, eso sí, jóvenes de hace 40 años. Para los protagonistas se ha escogido un reparto de actores de nula o escasa trayectoria, a excepción de Carla Campra, quien a sus 23 años cuenta ya con una extensa filmografía. Ella y Aina Quiñones son lo mejor de un reparto bastante limitado, a los que, por el perfil de sus personajes, tampoco se les puede pedir un gran despliegue interpretativo, pero que, aún así, el resultado es bastante mediocre, especialmente en lo que se refiere al trabajo de Marc Soler.

LITURGIA

El principal problema lo encontramos en un guion que, más allá de sus lugares comunes, no saca provecho de los aspectos más interesantes de la trama. La historia va a la deriva, hay personajes que carecen de sentido o a los que a penas se les saca el partido potencial que tenían.

Hay elementos que se introducen con intención de generar la atmósfera de terror, pero que resultan absolutamente gratuitos (la pérdida de la electricidad cada vez que el espectro está cerca). Para colmo de males, cuando ya parece todo resuelto, surge un giro de trama, carente de explicación y cuya única función es dejar la puerta abierta a una segunda parte (que, por otro lado, ya no podría titularse igual).

CONFESIÓN

La Niña de la Comunión queda como un producto al uso, de factura correcta, pero que cae en su propia falta de ambición y acaba convirtiéndose en una película anodina y olvidable. Como producto de terror genérico y simple, cuenta con algunos sustos eficaces y una atmósfera adecuada, pero, en ese homenaje que quiere hacer al cine de terror de una década determinada, acaba cayendo en los mismos errores de aquellas películas (y no, no creemos que eso sea un guiño postmoderno).

Póster de La niña de la comunión, de Víctor García.
Póster de La niña de la comunión, de Víctor García.