La Espera se convirtió en una de las películas más comentadas y aplaudidas de la séptima edición del Festival de Cine Fantástico de Canarias Ciudad de La Laguna Isla Calavera, alzándose con los premios de mejor película, mejor director, mejor actor y mejor vestuario. En general, el cine español visto en la sección a concurso generó espléndidas sensaciones (la otra gran ganadora del festival fue La Mesita del Comedor de Caye Casas), encontrándose en este nuevo trabajo del director F. Javier Gutiérrez y el actor Víctor Clavijo, reunidos 15 años después de 3 Días, entre las grandes apuestas de la producción nacional para este 2023.
La película, que llegará a las pantallas de los cines en España el próximo 15 de diciembre, supone un destilado cóctel de una tradición muy arraigada en nuestra cultura, pero también con un guiño al western sucio y violento de cineastas como Sam Peckinpah o Sergio Leone.
EL FACTOR DELIBES
Miguel Delibes se esforzaba por hacer en sus obras un retrato de una sociedad en decadencia y desaparición, convirtiendo a sus novelas no sólo en grandes narraciones, sino en cápsulas del tiempo donde quedaban registrados elementos de lenguaje, tradiciones o vida cotidiana en desuso, pero que, gracias a la literatura, no se perderían. Gutiérrez ofrece algo de eso.
Hay en La Espera una poderosa lectura social e histórica. Ambientada en los años 70, la historia se desarrolla en una España que languidece en una dictadura en decadencia, a punto de entrar en el proceso de cambio que fue la transición. Como en Los Santos Inocentes, la cinta retrata aquella época de servidumbre cuasi esclavista, donde la vida de los sectores más humildes quedaba totalmente subyugada por una vetusta élite social.
EL TERROR QUE SUBYACE
Hay en La Espera un componente sobrenatural que va creciendo, llevando a la película a territorios más metafísicos, pesadillescos y perturbadores, convirtiendo al terror en una metáfora, porque, ya de por sí, la realidad histórica dibujada en la película es tremendamente espeluznante. Sin embargo, F. Javier Gutiérrez logra hacer una suave y meritorio transición de un territorio al otro, demostrando una vez más que nuestras pesadillas nacen de nuestro día a día. El misterio que oculta La Espera tiene algo de nietzscheano, de eterno retorno, de pesimista profecía, donde el ser humano está condenado a seguir repitiendo la misma existencia ad nauseam.
SPANISH WESTERN
No es extraño tampoco que la película tenga una estética de western. Los paisajes áridos, agrestes, yermos de Andalucía bien sirvieron a Lorca como a Leone y Gutiérrez juega con las claves del género, recuperando esa idea de frontera, de tierra de nadie, de desolación e inhospitalidad. Hay una violencia latente en cada secuencia que nos habla de una sociedad donde la culpa, el resentimiento y la sumisión ha generado un caldo de cultivo que, tarde o temprano, dinamitará esta olla a presión. Como en aquellas producciones rodadas en Almería, aquí el sudor, la suciedad y el desgaire son, a la vez, una cualidad estética del director, y un marcador de la progresiva decadencia humana del protagonista.
LA BELLEZA DE LA TIERRA YERMA
La Espera es una película que funciona a muchos niveles, que permite al espectador interpretarla en base a sus múltiples capas de mensaje. Esta complejidad está férreamente definida por la minuciosa labor de su director, F. Javier Gutiérrez. El cineasta demuestra tener una visión clara y precisa de la historia que está contando, y esa idea se contagia a todos los apartados de la producción, desde la maravillosa labor de fotografía de Miguel Ángel Mora, el cuidadísimo tratamiento del sonido o la atmosférica partitura musical de Zeltia Montes. Cada pieza encaja a la perfección en un engranaje donde nada ha sido dejado al azar, sino que viene definido por un discurso claro y robusto.
EL HÉROE TELÚRICO
En la película, todo lo que sucede, todo lo que vemos y todo lo que intuimos parte de la quebrada percepción de la realidad de su personaje protagonista. Si bien, como comentamos, F. Javier Gutiérrez construye este pequeño microcosmos utilizando todos los recursos al alcance de su mano, nada de esto sería efectivo sin la excelsa labor interpretativa de Víctor Clavijo.
Con un reparto bien definido, con excelentes interpretaciones de Ruth Díaz, Luis Callejo, Manuel Morón o Pedro Casablanc, la labor de Clavijo es una auténtica metamorfosis. El actor lleva a cabo una impresionante labor de transformación, mutando su físico y su voz, adentrándose en un personaje hasta ahora ajeno en su trayectoria, un hombre rudo, básico, telúrico, cuyo reflejo se va rompiendo como un cristal, creando cada vez más fisuras a medida que la historia avanza.
EL FIN DEL MUNDO
La Espera puede ser un retrato de una sociedad que se acaba (la España franquista) o una alegoría del infierno. Ambas lecturas conviven en la película, convirtiéndola en una cinta rica, ambiciosa y compacta, que se eleva como un trabajo de orfebrería y que, con el tiempo, debería recalar en las escuelas de cine como objeto de estudio y modelo a seguir.