En 2019, Todd Phillips, un director que venía del mundo de la comedia burda, con referentes en su filmografía como Aquellas Juergas Universitarias o la trilogía de Resacón en Las Vegas, decidió cambiar de tercio y apostar por una relectura autónoma, libre de cualquier conexión franquiciada, del personaje de El Joker, archienemigo de Batman en los comics de DC. Joaquin Phoenix se alzó como uno de los actores del momento, ganando galardones como el Globo de Oro o el Oscar a Mejor Actor Principal gracias a este papel.
ANTECEDENTES
Joker ofrecía un discurso reivindicativo de aquella población olvidada por la sociedad estadounidense, que vive bajo el umbral de la pobreza y que debe coexistir con todo tipo de enfermedades, físicas y mentales, que no cubre ningún sistema sanitario público. La película cerraba por todo lo alto, con una explosión de violencia, enalteciendo la rebelión social ante un sistema injusto. Se trataba de un final que empatizaba con los movimientos sociales surgidos a nivel mundial tras la crisis financiera de 2018 y que responde a acciones como Occupy Wall Street.
Si bien, sus principales creadores, Phillips y Phoenix, desde un principio defendieron que aquella era una película independiente, libre de ataduras con el personaje de los comics o las propias versiones cinematográficas, y que se trataba de un ejercicio único, en absoluto abierto a generar otra nueva franquicia, lo cierto es que Poderoso Caballero Es Don Dinero, y tras la presión social y desde el estudio, se abrió la opción de acometer una segunda parte, especialmente tras un final tan abierto como el anterior.
THAT’S ENTERTAINMENT
Desde un principio, la propuesta de Phillips y Phoenix para aceptar esta segunda entrega se sabía que iba a ser arriesgada de cara al público. Contratar a Lady Gaga para una sosias de Harley Quinn y reconvertir la película en un musical no eran decisiones infalibles. Como tampoco lo era el tono escogido.
Joker: Folie À Deux se desvincula del ímpetu exultante con el que cerraba la película de 2019 y propone una reflexión precisamente sobre aspectos como la lectura popular de determinados fenómenos, la apología de la violencia o la responsabilidad social.
Como en la primera entrega, ésta no es una película que forme parte del Universo DC vinculado con el personaje de Batman, por mucho que de nuevo encontremos a personajes que han sido tomados de ahí, como Harvey Dent, o lugares icónicos como el Asilo Arkham. Precisamente, como en la primera película, parte del juego que nos propone la cinta es un “sí, pero no”, jugando, a veces a modo de despiste, con la familiaridad del espectador con el Universo de Batman.
GLAMOURIZACIÓN DE LA VIOLENCIA VS ASALTO AL CAPITOLIO
No podemos negar que el cine se nutre de la glamourización de la violencia, aunque a veces, esto cree monstruos. A Al Pacino le asustó cuando descubrió que algunas bandas latinas se inspiraban en su personaje de Tony Montana en El Precio del Poder, de la misma manera que a Michael Douglas le disgustó cuando jóvenes brokers de Wall Street le confesaban que su personaje de Gordon Gekko les había animado a dedicarse a las finanzas, o gente que ve en el Patrick Bateman de American Psycho un ejemplo a imitar.
Es cierto que la explosión de violencia de Joker respondía a un desencanto por la proliferación de injusticias sociales y la incapacidad del estado de afrontar ciertas problemáticas. Aquel Joker, lejos de ser el villano de la historia, se elevaba como un icono social.
Esto cambió en 2018, con el asalto al capitolio, cuando una turba de seguidores de Donald Trump, supremacistas blancos y ultraderechistas, decidió rebelarse contra los resultados de las elecciones democráticas del 3 de noviembre de 2020. En nuestra opinión, Joker: Folie À Deux retrata no sólo el debate moral de su personaje protagonista, sino especialmente el de su director, Todd Phillips, sobre las repercusiones de la violencia. De la misma manera que Joker suponía una lectura del cineasta con respecto a los movimientos sociales de 2018, Joker: Folie À Deux es su respuesta al levantamiento violento que experimentó Estados Unidos en 2020.
DOS CARAS DE UNA MONEDA
Resulta curioso que, con esta dualidad ética tan marcada entre las dos películas, Phillips haya querido integrar en la cinta a Harvey Dent. La película se bifurca en dos realidades contrapuestas, el mundo gris y deprimente de Arthur Fleck y su estancia en Arkham y durante el juicio, y el carácter musical, colorido y onírico que representa Joker. Para nosotros, el quid de la película es el equilibrio entre estos dos mundos y, en nuestra opinión, ese equilibrio está conseguido. De ahí que toda la parte musical cumpla una función determinante en la evolución de la trama y la psicología de Arthur Fleck. En este sentido, la puesta en escena de Todd Phillips nos parece muy inteligente y esmerado el trabajo no sólo de Joaquin Phoenix y Lady Gaga, sino también de Brendan Gleeson o Catherine Keener.
DANCING IN THE MOONLIGHT
Uno de los aspectos que más se destacó de la película de 2019 fue la partitura musical de Hildur Guðnadóttir y su inteligente uso de las cuerdas para dar profundidad psicológica al personaje. Al derivar hacia el musical, la partitura de Guðnadóttir pasa a segundo plano, repite algunos de los conceptos musicales ya marcados en la cinta original, aportando poco desde ese punto de vista. Es cierto que ahora lo que sirve de elemento conductor de la historia y los personajes es más el uso de las canciones, todas seleccionadas de manera que la letra se convierte en un engranaje más de la historia y del desarrollo de los personajes.
DECEPCIÓN
Al igual que Arthur Fleck, la película tenía delante sus particulares pastilla azul y pastilla roja. La pastilla roja significaba quemar el mundo, convertir al Joker en un agente del caos y un conductor de una virulenta insatisfacción social; la pastilla azul implicaba pararse a sopesar las consecuencias de nuestros actos y optar por la opción menos glamurosa, pero sí más responsable. Somos conscientes de que esto ha pasado factura a la recepción de la película y que puede ser el motivo de la decepción del público.
Frente al chute de dopamina que suponía el final de la película de 2019, en 2024 nos enfrentamos a un final anticlimático y deprimente, incoherente a simple vista con el personaje tal y como lo conocíamos, pero que, en nuestra opinión, no sólo queda justificado en la propia película, sino que resulta profético con respecto al modo en que el mundo ha recibido esa conclusión. Da la impresión de que Phillips esperaba la reacción virulenta que ha provocado la película, integrando este sentimiento como conclusión a la propia cinta.
JUICIO FINAL
Todo lo que de sorpresa y aplauso tuvo en 2019 Joker ha desaparecido en la recepción que está teniendo su segunda entrega, Joker: Folie à Deux. Es cierto, estamos ante una película que se desvincula del tono que tenía la cinta anterior. Frente a la glamourizacion de la violencia de la primera entrega, aquí encontramos un regreso al tono más deprimente con el que se nos presentaba en 2019 al personaje de Arthur Fleck. Frente a aquel final enaltecedor, aquí se opta por un cierre lúgubre y anticlimático.
Pese a ser un musical, no es ésta un película que busque elevar el ánimo del público. Sin embargo, frente a la turba virulenta que la está destrozando, aquí nos gustaría levantar una bandera a su favor. El camino fácil hubiese sido seguir la línea ascendente y transformar a Arthur Fleck en un Joker líder de una revolución social, dispuesto a ver el mundo arder, pero el director Todd Phillips ha querido tratar otros temas aquí, como la facilidad con la que en la sociedad actual elevamos estatuas y la velocidad con las que las derrumbamos cuando no responden a lo que esperamos de ellas. Su lectura de la sociedad estadounidense de 2024 nos parece tan ajustada como la que ofrecía la primera entrega de la atmósfera social de 2019.
Joker: Folie à Deux es una película oscura, triste y dolorosamente profética, cuyo mayor pecado es convertirse en el reverso tétrico de aquello que enarboló en 2019, pero que, en nuestra opinión, en 2024 resulta más coherente y profético.